Los demonios del parque.

Parte 1.

No puedo quedarme aquí esperando a que pase todo, aunque me gustaría que, al regresar al trabajo, todo haya sido una especie de alucinación. Pero me quedan sólo diez minutos para reunir el valor y dar la cara o huir y no volver jamás. Quedar repentinamente desempleado, es ahora lo de menos.

¿Por qué el tiempo se consume tan rápido cuando alguna dificultad nos amenaza? ¿por qué nos arrastra tan bruscamente hacia ella? Me siento desconectado. No sé qué sentir. Quizá es tanto el pánico, o acaso el golpe de la impresión. Pero ni siquiera siento la sangre fluyendo por mis músculos.

Cinco minutos... este parque, esta banca, son mi único soporte ahora. Por cierto que rara vez paso por aquí. Odio los parques, siempre tan llanos de gente. En una banca, un hombre leyendo el periódico, esperando a alguien posiblemente. En otra, una mujer y un niño. Ahora este ambiente me parece inusualmente reconfortante.

Este contraste entre la paz del parque y mi tormenta interior me resulta insoportable. ¿Por qué no visité este sitio cuando pude haberlo disfrutado? De ahora en adelante me traerá sólo malos recuerdos.

Alma... te asesiné. Indirectamente, pero te asesiné. ¿Cómo voy a vivir ahora, con tu muerte en mi conciencia? ¿cómo voy a salir a la calle? ¿merezco estar en la cárcel? ¿iniciarán tus padres un juicio en mi contra? ¿ha terminado mi vida? Si es así, tendré qué enfrentar mi destino. No podría huir de él de todos modos. Uno debe aceptar lo que la vida le ponga enfrente y someterse a ello sin quejas.

Se acabó el tiempo.

Cómo me es familiar el que mis piernas no respondan al caminar. ¿Sabías que siempre he sido un cobarde? Temo cohibirme más de lo usual cuando cruce la puerta. En un momento he de soportar lo insoportable. Lo que me sorprende es cómo los demás empleados, tus amigos, reprimieron su rabia. Me ignoraron durante toda la mañana. O quizá es tanto su odio hacia mi que supera cualquier deseo de venganza y no merezco siquiera un improperio.

¿Por qué decidiste intentar hacer amistad conmigo? ¿qué pretendías? ¿no ves que somos tan diferentes? Mírame, no soy nadie, no tengo nada. Jamás podré superar mis circunstancias ni aspiro a ser algo más de lo que soy. ¿Qué te llamó la atención de mi persona? ¿Es que mi mutismo te pareció interesante? Jamás fue mi intención parecerlo. Es que vivo encerrado, acorazado en mis pensamientos. No sabes cómo he vivido o cómo me he llegado a sentir.

Tus circunstancias siempre fueron más afortunadas, además de haber nacido con esa chispa que te hacía tan querida y especial. Tú no debías cruzar palabra conmigo nunca, ni darme un atisbo de atención. Una persona brillante como tú no debe fijarse en seres inferiores y nocivos como yo. Nuestro destino es opuesto.

Pero lo hiciste, porque tu energía de vida no contemplaba diferencias entre las personas. No las catalogabas ni las juzgabas. Le dabas un inmerecido lugar a despreciables como yo, y los considerabas valiosos, tus iguales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más leídas