martes, 23 de agosto de 2011

Revalorando una amistad.

Hace unos días reflexionaba sobre cómo los amigos llegan a alejarse. Ahora quisiera expresar mi sentir sobre las pequeñas muestras de hostilidad o desprecio por parte de algunas amistades hacia mi, lo cual las pone en entredicho.

No me gustaría que se pensara de mi que soy del tipo quisquilloso o volátil. De hecho no soy muy bueno detectando indirectas o señales de aversión. Aquí me referiré particularmente a una persona. He pensado mucho en ella porque... bueno, son las personas que más queremos quienes más daño pueden causarnos y a quienes les perdonamos todo, ya sea justificando sus actos o minimizando sus gestos antagónicos.

Tampoco quiero victimizarme o difamarle gratuitamente. Estoy lejos de ser ejemplo de comportamiento. Cometo muchos errores en mi trato con la gente. Pero para mi, el lineamiento básico de la amistad es sencillo: si le resulto desagradable a alguien, me alejo sin aspavientos. Si alguien me resulta antipático, simplemente le evito. No estamos forzados a entablar amistad con quien no queremos. No viene al caso ser falso. Si no soy un amigo digno, ¿por qué no decirlo abiertamente?

En realidad no soy exigente con mis poquísimas amistades. Las acepto como son, tal y como ellos me aceptan con mi cúmulo de defectos. Pero creo que entre amigos no debe haber guiños de menosprecio o rechazo. Si bien a veces la convivencia llega a fastidiar, y la idiosincrasia de nuestros amigos nos resulta chocante, después de un tiempo todo vuelve a ser como antes y la amistad no sufre mella. Ni siquiera es resiliente sino que permanece intacta.

Pero hay que saber distinguir entre los gestos del malhumor pasajero y los que evidencian un desdén hacia nosotros. Éstos últimos no son muy notorios. De hecho, el desprecio se deja entrever en los detalles. Guiños que en su momento noté pero no consideré importantes. No los reseñaré aquí. Sólo quería hacer un comentario general y decir que más vale el examen posterior de los hechos que nunca darse cuenta de ellos.

Comportamientos que deberían parecer nimios, cobran mucha importancia debido a de quién provienen. En este caso, son de alguien que constantemente decía apreciarme incluso por encima del resto. Esta actitud resulta decepcionante de quien se presenta ante nosotros como amigo o dice querernos mucho. Tardé en darme cuenta de todo el bluff. Pero afortunadamente esta clase de eventos siempre pueden ser rectificados.

Llega un momento en que se debe dar por terminado un vínculo, porque "charlar y aclarar las cosas" sólo prolonga su deshonestidad.

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