miércoles, 13 de octubre de 2021

No mucho después de tanto.

Desde abril se han ido postergando los trámites y audiencias que ya tendrían que haber ocurrido para inicios de este octubre. El abogado pretexta la apatía imperante en los juzgados, alimentada por la pandemia. Todo se vuelve más lento, se va emplazando a otras fechas.

He tratado de aprovechar el tiempo para cultivar el mindset mínimamente adecuado que requieren asuntos de este tipo. La verdad es que no podría informar de ningún progreso. Me siento igual, reacciono igual. Misma ansiedad, misma apatía. No tengo capacidad para aprender de la experiencia.

Leí con cuidado un par de libros de estoicismo y voy por un tercero. Me queda claro de qué va pero lo que está ahí plasmado no deja de ser una fantástica teoría. A fin de cuentas todo trata de esbozar un arquetipo, es decir, figurarnos lo que un hipotético sabio (no una persona real) haría en circunstancias difíciles, para luego tratar de emularlo.

He aquí un ejemplo que no es la gran cosa: cada vez que la vida te coloca frente a eventos inesperados, tú te creas un discurso interno con el cual filtras esos eventos. Dicho discurso es el conjunto de las mentadas impresiones o representaciones. Muchas veces nos agobian más nuestras elaboraciones mentales sobre el evento que el evento en sí (por cierto que estos eventos no necesariamente han de ser siempre grandes catástrofes; a veces topar un vecino basta para amargarnos y rumiar el encuentro, en un bucle de lamentos sin sentido).

Se trata entonces de examinar ese discurso y depurarlo hasta purgar las impresiones disparatadas y fatalistas. Bien ejecutado este sondeo, practicándolo regularmente como un hábito, alcanzaríamos el mítico estado de apatía, una suerte de semi invulnerabilidad, un blindaje mental, cimiento de una tranquilidad a prueba de cualquier percance, no importa lo inesperado o poco familiar que este nos parezca.

Suena genial, pero eso no le pone freno a los ataques de pánico, los desequilibrios químicos del cerebro, etc. Como sea, es mejor que nada: una última línea de defensa que podría o no funcionar. Aquí lo explican mejor.

Lo extraño es que, aunque mis circunstancias son mejores ahora, lo que no ha mejorado soy yo y diría que voy a peor (estoy tan inmerso en las diligencias pendientes que le resto valor al presente). Es tan raro, porque va contra la creencia establecida de que el cambio ha de darse primero en lo psicológico para que lo externo se componga.

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