lunes, 10 de febrero de 2014

El que no habla.

Se me considera el tipo raro
que no conversa. Simplemente no "me nace" participar activamente en una charla. Y las raras veces que pretendo expresar una idea, las palabras no fluyen: apenas un interlocutor de monosílabos. Lo peor es que el mutismo se nota, y uno queriéndose ocultar en él, termina expuesto a las observaciones y cuestionamientos de siempre. "Tú casi no hablas, ¿verdad?".

Peor se pone el asunto cuando alguien se empeña en sacarnos las palabras; como si fuera uno un lisiado al cual echarle una mano para que pueda andar; como si uno quisiera o pudiera ir más allá de sí mismo.

Unas veces por voluntad, otras por temor, el mutismo me acompaña y precede.

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