Imagina esto: una noche recibes un mensaje vía redes sociales de un pariente que no has visto en veinte años y te informa crudamente que tu padre ha muerto y ha sido ya cremado. Tomas una hora para intentar asimilar la noticia, pero lo único que logras es sentirte íntegramente rehén de las circunstancias. Hablas con los respectivos parientes y te tachan de mal agradecido, te ofenden, te culpan de dicha muerte y además te dicen que tu casa ya no es tu casa. Pasados unos días vuelves a casa y encuentras que la cerradura ha sido cambiada.
De pronto, no solo estás en la calle, sino que gran parte de tu historia e identidad te es inaccesible. Tras esa puerta yacen tus libros, tu ropa, tu mascota… todo se te arrebató de golpe. No es un simple asalto callejero, en que se te despoja de bienes sustituibles y que no trae mayores consecuencias. No. Es algo semejante a una amputación. Se te ha desarraigado de tu entorno, de tu ámbito afectivo, de tu refugio, donde podías confinarte a la reflexión, a la re-construcción de tu alma.
Por necesidad has de aceptar alojamiento indefinido en un lugar donde tu libertad tiene restricciones y por tu situación vulnerable te hallas a merced de humillaciones que debes pasar por alto cada vez, en agradecimiento por la ayuda. Tienes que pagar esa benevolencia con lo poco que te resta de dignidad.
Luego buscas ayuda legal y nuevamente, debido a tu situación precaria, alguien más te tiende la mano con los gastos. En tu iniciativa por recuperar tu hogar has abierto las puertas del infierno: un pleito en materia penal que te obliga a sumergirte al bajo mundo de los “servidores” públicos y los procesos marcados por la ley. Rendir una declaración, ratificar la denuncia, aportar información.
Todo este cuadro puede parecer fácil de confrontar para una persona normal, cuya amígdala (esa parte del cerebro que se activa ante el peligro disparando el mecanismo “huída o lucha”) funciona perfectamente. Una persona con un rol social validado y en crecimiento. Una persona que se le reconoce funcional y que se considera a si misma capaz. Excelente. Solo una adversidad más, que debe resolverse paso a paso haciendo lo que se debe hacer según avance o se complique.
Ahora intenta imaginar lo que esta adversidad significa para un hombre con pánico social, nulas habilidades, timidez innata y una obvia falta de confianza y seguridad. Sólo puede ser títere de las circunstancias y verse atrapado en una pesadilla.
De pronto, no solo estás en la calle, sino que gran parte de tu historia e identidad te es inaccesible. Tras esa puerta yacen tus libros, tu ropa, tu mascota… todo se te arrebató de golpe. No es un simple asalto callejero, en que se te despoja de bienes sustituibles y que no trae mayores consecuencias. No. Es algo semejante a una amputación. Se te ha desarraigado de tu entorno, de tu ámbito afectivo, de tu refugio, donde podías confinarte a la reflexión, a la re-construcción de tu alma.
Por necesidad has de aceptar alojamiento indefinido en un lugar donde tu libertad tiene restricciones y por tu situación vulnerable te hallas a merced de humillaciones que debes pasar por alto cada vez, en agradecimiento por la ayuda. Tienes que pagar esa benevolencia con lo poco que te resta de dignidad.
Luego buscas ayuda legal y nuevamente, debido a tu situación precaria, alguien más te tiende la mano con los gastos. En tu iniciativa por recuperar tu hogar has abierto las puertas del infierno: un pleito en materia penal que te obliga a sumergirte al bajo mundo de los “servidores” públicos y los procesos marcados por la ley. Rendir una declaración, ratificar la denuncia, aportar información.
Todo este cuadro puede parecer fácil de confrontar para una persona normal, cuya amígdala (esa parte del cerebro que se activa ante el peligro disparando el mecanismo “huída o lucha”) funciona perfectamente. Una persona con un rol social validado y en crecimiento. Una persona que se le reconoce funcional y que se considera a si misma capaz. Excelente. Solo una adversidad más, que debe resolverse paso a paso haciendo lo que se debe hacer según avance o se complique.
Ahora intenta imaginar lo que esta adversidad significa para un hombre con pánico social, nulas habilidades, timidez innata y una obvia falta de confianza y seguridad. Sólo puede ser títere de las circunstancias y verse atrapado en una pesadilla.
![]() |
Resultados del test de ansiedad que realicé. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario