Debido a un vídeo que explica los beneficios de la gratitud, de inmediato detecté que dicha cualidad no opera correctamente en mi caso. La viñeta que muestra el vídeo expone cómo al recibir un beneficio, el área del cerebro donde reside la empatía se activa en automático, intentando devolver bien por bien. Esta sensación de gratitud conduce naturalmente a la reciprocidad, pilar de cualquier estructura social.
En un cerebro óptimo, tal mecanismo funciona de forma impecable. De lo que no se habla es de cómo opera esto en una mente estropeada. Viví alrededor de diez años con hambre, en un estado de semi inanición, siendo apenas capaz de procurarme algún sustento o recibiendo limosnas para sobrevivir un día más. Tanto tiempo en ese estado debió causar un deterioro: los mecanismos de la gratitud quedaron destruidos.
Mi reacción ante un acto benévolo es como de un animal salvaje al que le arrojan carroña: la tragará y se sentirá aliviado, pero no agradecido. Para él no existe la satisfacción de su apetito, sino el haber paliado temporalmente la tortura del hambre. Ya no hay energía mental para consideraciones como dar las gracias. La estructura social del cerebro ha cedido completamente a la descarnada prioridad.
Por supuesto que si tuviera los recursos compensaría todo lo que se me ha otorgado. Soy capaz de apreciarlo y contabilizarlo, y aunque siento la urgencia de retribuirlo, no sé cómo hacerlo. Lo único que me queda sugerir es: evita someterte a severos rigores por demasiado tiempo o perderás tus estándares. Tus aspectos más civilizados se verán mermados y los agrestes se volverán dominantes.
En un cerebro óptimo, tal mecanismo funciona de forma impecable. De lo que no se habla es de cómo opera esto en una mente estropeada. Viví alrededor de diez años con hambre, en un estado de semi inanición, siendo apenas capaz de procurarme algún sustento o recibiendo limosnas para sobrevivir un día más. Tanto tiempo en ese estado debió causar un deterioro: los mecanismos de la gratitud quedaron destruidos.
Mi reacción ante un acto benévolo es como de un animal salvaje al que le arrojan carroña: la tragará y se sentirá aliviado, pero no agradecido. Para él no existe la satisfacción de su apetito, sino el haber paliado temporalmente la tortura del hambre. Ya no hay energía mental para consideraciones como dar las gracias. La estructura social del cerebro ha cedido completamente a la descarnada prioridad.
Por supuesto que si tuviera los recursos compensaría todo lo que se me ha otorgado. Soy capaz de apreciarlo y contabilizarlo, y aunque siento la urgencia de retribuirlo, no sé cómo hacerlo. Lo único que me queda sugerir es: evita someterte a severos rigores por demasiado tiempo o perderás tus estándares. Tus aspectos más civilizados se verán mermados y los agrestes se volverán dominantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario