Estos últimos tres meses han sido (al menos para mi) desbocados. En una semana tuve dos audiencias y de no ser por los ansiolíticos no habría estado a la altura. A fin de cuentas qué es acudir a un juzgado. Un juzgado es un puñado de gente que atiende y realiza trámites, mortales que padecen la vida como cualquiera.
La inmersión en entornos nuevos siempre me parecerá amenazante, aún después de un tiempo en que una persona normal se familiarizaría con ellos. La parte del proceso en que me encuentro ya no es contenciosa sino meramente burocrática. ¿Por qué siento esa contracción en la boca del estómago ante situaciones mucho menos adversas?
A estas alturas ya tendría que haber desarrollado cierta adaptación pero ante lo que debería serme rutinario sigo reaccionando igual o peor: angustia, temor, etc. De repente entro en un ánimo más favorable en que me siento casi imperturbable pero suele durar muy poco. Impera el pavor ante la siguiente audiencia, la llamada del abogado, etc.
No quiero aventurarme pero si las cosas resultan favorables, antes que termine el año o a inicios del entrante, recuperaré mi departamento, sitio del que ya me siento emocionalmente desvinculado. Pero aún guardo cierto temor de que las emociones me traicionen y me gane un llanto incontrolable una vez que vuelva a poner un pie en ese lugar.
No puedo acobardarme ahora. Si la mayoría del proceso lo viví con miedo, y a pesar de este me atreví a actuar, si los ataques de pánico no me detuvieron y ya pasé por la fase más difícil, debería acopiar un poco más de entereza. Se lo debo a mi madre y en parte a mi hermano. A mi gatita. A mi novia que tanto me ha apoyado.
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