— Introducción.
Este blog aloja esos aspectos de mi personalidad que podrían considerarse pesimistas o negativos y conforman mi lado oscuro, la otra cara de mi alma.
Quienes me "conocen" se sorprenderían si lo leyeran. Pensarían que no soy yo el que escribe. Posiblemente se escandalizarían y no tardarían en cuestionarme y juzgarme. La gente hace eso automáticamente, clara muestra de su incomprensión. Por eso escribo para mí aquí y desde el anonimato, para evitar esa condena.
No pretendo ofender a nadie, tan sólo exponer conceptos que han atravesado mi mente y cuya existencia asumo. Esto es un ejercicio parcial de sinceridad. Lo ideal sería vincularlo a mi perfil pero no tengo el valor para ello. Quizá despues.
Considérense estos pensamientos como simples borradores que no me atreví a publicar en mi blog oficial.
— Algunas puntualizaciones.
Tengo 30 años y no estoy conforme con lo que ha sido mi vida, aunque no creo que haya alguien enteramente satisfecho con la suya. Soy un hombre que no confía en las circunstancias pero está obligado a depender de ellas, así que no acostumbro hacer planes. Soy de los que sobreviven y la van llevando. Me considero objeto de ciertas injusticias que tal vez mencione, pero no me victimizo. Al contrario, soy despiadado conmigo mismo.
Pero ya que mi vida ha sido más o menos así durante estos últimos 10 años, estoy acostumbrado. Y es mejor ahora por la ausencia de ciertos factores de los cuales quizá hablaré. Cierta fortaleza se ha cristalizado en mí pero no podría definir su grado. Soy sensible a la vez que indolente, como un samurai que escribe poesía después de un combate. A pesar de las malas experiencias me jacto de no haberme envilecido tanto, sólo se ha agriado mi carácter. Pero no perjudico ni agravio a nadie porque entregarse a esas debilidades denigra la propia alma. De hecho, estas adversidades, de las cuales posiblemente escriba, me han volcado a la superación personal, así que las he canalizado bien. Hice lo mejor que pude en esas circunstancias y creo que lo sigo haciendo.
Y me siento con derecho a externar algunas cosas en este blog provisional, sin rendirle cuentas a nadie de mis motivaciones ni dar más explicaciones o detalles de los que considere convenientes.
— Lo que se lleva dentro.
Omnia mecum porto se refiere a los bienes que uno lleva dentro; esos bienes son principalmente la sabiduría y la virtud. Estoy de acuerdo con este concepto, pero en mi interior resuena con otra connotación. Lo que uno lleva dentro es lo que se ha callado por años, por carecer de un medio de expresión, no saber cómo expresarlo o no sentirse libre de hacerlo. Ese mundo interno que vive socavado por ajustarse a la norma. Ese espíritu constreñido a un silencio opresor fomentado por la consideración para con el prójimo, ante la cual cede siempre a la vez que se le niega un recogimiento pleno, libre y sano.
Lo que uno lleva dentro es la mella producto de la lid con esos entes que por más cercanos más mortales. Seres que enferman con el veneno de la envidia, la represión y la inseguridad. Que aguardan para infectar el brío con la ponzoña de la uniformidad y la anulación.
Entonces llega el momento de dirigir nuestras flechas de fuego hacia ellos y exponerlos a la luz para expulsar su influencia nefasta de nosotros. Con un furor que los haga arder hasta consumirse y nuestra alma se torne resplandeciente como originalmente era.
Hay fuego dentro de uno. Hay encono e indignación en lo profundo, demonios que hay que abrazar para restarles fuerza y perezcan. Y también hay una voluntad resciliente que se resiste a desaparecer sin asestar un justo golpe.
— Némesis.
Desde mi adolescencia, en un proceso de años que tal vez describiré en otro momento, comencé a desvincularme emocionalmente de las personas y cosas hasta reducir esos vínculos al mínimo posible, lo cual de principio no me propuse conscientemente. Creí haber logrado una indiferencia para con casi todo pero no es así. Esos escasos vínculos han cobrado importancia con el tiempo. Otros se han fraguado en mi alma por sí solos. Pero ellos mantienen en mí algo de humanidad, la poca que me queda.
Un hombre solitario sobrevalora lo poco que tiene y se aferra a ello. Pero esos lazos emotivos que son su sustento son a la vez su perdición. Si algún factor atenta contra ellos, la estabilidad emocional del auto proclamado "independiente" hombre solitario es sacudida. Ahí estaban esos vínculos latentes en su interior. En ese momento se percata de su existencia y el hombre cobra conciencia de su vulnerabilidad. Y comienza a vivir con miedo de perder lo que tiene.
La soledad y aparente independencia lo hacen a uno sentirse fuerte, libre y hasta poderoso. Cuando uno comienza a jactarse de ese encumbramiento y esa hybris interior se manifiesta orgullosa, aparece su respectivo némesis y la desploma con facilidad y precisión. Entonces uno se encuentra de súbito con la realidad: aquello que amamos, eso poco que amamos, nos puede ser arrebatado en cualquier momento y de forma despiadada. Aunque sea lo único que se tenga.
Y cuando eso sucede, uno concluye que ya no tiene nada qué perder, pero tampoco por qué luchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario