Escribo esto en una hoja de cuaderno, acostado en mi cama, desde donde puedo echar un vistazo a la ventana de vez en vez. Veo a la gente de fuera pasar, pero esa gente no puede verme a mí, porque vivo en un 4to piso y rara vez alguien voltea hacia arriba. Esa es mi única relación con la gente de afuera: observarla de forma distante.
Siento curiosidad por los que observo a la vez que me reconforta no formar parte de su mundo. Tengo el mío propio, que cobra realce mediante el contraste divisorio de la ventana. La virtud de la soledad es que lo vuelve a uno tan indiferente a la ausencia de terceros que ya no importa cuando se alejan o desaparecen, aún tratándose de personas que se aprecian.
La soledad forja igual indiferencia para con propios y extraños, y deja de ser algo aterrador. Por el contrario, se convierte en un refugio. Durante los últimos 2 meses la vida me ha permitido experimentar una soledad in crescendo, que he asimilado muy bien. He desarrollado la capacidad de estar completamente solo sin platicar con nadie durante días y hasta semanas. Ya no siento esa necesidad de compañía que antes me asaltaba.
Esta soledad ha sido un elemento constante en mi vida, pero en cierto grado me molestaba por considerarla una condición adversa para mí. No me parecía justo, siendo joven, encontrarme solo y aislado. "¿Por qué no tener amigos, novia, vida social?", solía pensar alimentando mi frustración. Esta sutil molestia y esas tontas consideraciones han desaparecido, y ahora soledad y plenitud son para mí la misma cosa. Fue un proceso que, como otros, se dio sin ser consciente de él. De repente encontré que mi psique había fusionado la soledad y la plenitud de forma satisfactoria sin auto-engaño, angustia o amargura. Realmente no me importa en lo más mínimo perder las pocas amistades que tengo, de por sí distantes y superfluas. Bien puedo prescindir de ellas.
Las condiciones de vida actuales someten al más ermitaño a cierto nivel de convivencia y trato humanos. Me limito a cumplir con mi rol social siendo amable y educado, pero distante; la rutina me exige esa máscara. Hace tiempo que no sostengo una charla íntima frente a frente. Cuando alguien intenta escudriñar mi alma, resulta contraproducente: pongo una barrera de inmediato. Cualquier tipo de hermandad es, a estas alturas, innecesaria.
Este cuadro podrá parecerle triste o trágico a quien lo vea desde fuera, acostumbrado a la amistad y compañía. Pero yo encuentro en estas horas solitarias una satisfacción similar a la que supongo encuentran otros en una charla de café, íntima o despreocupada con algunos amigos. Quizá me pierdo de una rica experiencia.
Pero ellos se pierden la sensación de independencia y poder que la soledad otorga.
martes, 24 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Entradas más leídas
-
Ignoro quién sea su autor pero esta imagen (o texto sobre fondo negro) resume la actitud que a veces estamos obligados a asumir. Sop...
-
I. Estoy en mi cuarto, escribiendo naderías en un viejo cuaderno en espera de que la batería del celular se haya recargado al 100%. Es un ...
-
Desde abril se han ido postergando los trámites y audiencias que ya tendrían que haber ocurrido para inicios de este octubre. El abogado pre...
-
Esta entrada es una apostilla a la anterior. Quiero aclarar que mi catarsis no proviene directamente de la enfermedad que consum...
-
Por puro ocio se me ocurrió teclear en la búsqueda de FB mis propios apellidos. El buscador de esa red social muestra resultados variados de...
No hay comentarios:
Publicar un comentario