jueves, 18 de octubre de 2012

Recuerdos.

Autor: Tomas Wieja.
Acabo de leer un artículo que sugiere dos métodos para deshacerse de los recuerdos negativos. Se alude a ciertos experimentos que «demuestran» su eficacia, así que merecen el beneficio de la duda. Independientemente de su veracidad, el planteamiento es interesante.

Mi mente tiende a desplazarse al pasado; casi vivo rumiando mis recuerdos. Pero ese artículo me hizo cuestionarme si me gustaría deshacerme de ellos. La mayoría no son satisfactorios. Predominan las grandes pérdidas y el temor de perder lo poco que tengo; esos esfuerzos por salir adelante que no rindieron fruto; las oportunidades que se han ido y con ello la sensación de que la vida es limitada, carente de interés, hueca.

Podría considerarse que la técnica que informa el artículo me viene más que oportuna y debería consagrarme a ella a fin de superar el pasado y abrir brecha en mi vida.

La posibilidad me atrae. Pero el «cómo» me causa repulsión.

No quiero decir que me agrada lo que ha sido mi vida, para nada. ¡Cómo me gustaría que fuese o hubiese sido diferente! Pero prefiero asumirla tal como ha sido y no engañarme con fantasías que, aunque quizá resultarían reconfortantes no dejarían de ser una evasión ante algo que merece y debe confrontarse.

Es duro evaluar treinta y tres años de vida y concluir que no han sido muy buenos. Pero, ¿por qué renunciar a ellos? ¿no es más acertado desmontarlos desde la razón para disolver la sensación de injusticia que producen? Al menos se debe hacer el intento. Creo que exhumar a detalle el pasado y reconstruir nuestra propia historia tiene más valor que crearnos coloridos escenarios falsos.

A fin de cuentas, la memoria es por si misma, deficiente. Nuestros recuerdos, buenos y malos, eventualmente se desvanecen, se tornan cada vez más difusos. No ocurre con todos ellos pues algunos están mejor «impresos» que otros, según su importancia o el valor que tengan para nosotros. Pero incluso los más significativos se van difuminando poco a poco.

lunes, 15 de octubre de 2012

El adversario.

"Ninfas y sátiro". William-Adolphe Bouguereau.
Cualquier necesidad no satisfecha se convierte en una carga, algo que estorba. No se puede reprimir así que se debe regular. Y me sorprende que esto último no me ha costado trabajo durante diez días.

Es imposible suprimir un impulso básico como comer o respirar. Sin alimento u oxígeno el cuerpo muere (obvio). Hay otros impulsos cuya insatisfacción solo producen una aguda ansiedad y ocasionalmente, frustración. Pero se puede prescindir de ellos y el cuerpo sobrevive.

No es que haya renunciado del todo a ese aspecto. Pero por mientras es mejor descartarlo para evitar el conflicto que causa. Porque es incómodo aspirar a algo que por el momento no es factible.

"Suprimir el deseo equivale a suprimir el sufrimiento". Parece que también tiene aplicación en lo físico.

jueves, 4 de octubre de 2012

Sobrevive.

Ignoro quién sea su autor pero esta imagen (o texto sobre fondo negro) resume la actitud que a veces estamos obligados a asumir.


Sopórtalo todo.
Prepárate para lo peor.
No te alteres por nada ni nadie.
Eres la única persona que se preocupa por ti.
Que ganar o perder signifique lo mismo para ti.
Tómalo todo con calma.
Tus preocupaciones te pertenecen solo a ti.
Tú puedes ayudarte a ti mismo más que nadie.
No esperes nada de la vida.
Lo que sea que te otorgue, bueno o malo, acéptalo.
Lo que eres es lo que mereces.
Aprende a estar solo.
Aprende a vivir con dificultades.
Sobrevive.

Entradas más leídas