Son ya dos veces que escucho a la madre de 'S' decir de parientes y compañeros de trabajo que "no saben convivir". Esta afirmación es una joya de ironía proviniendo de una persona prácticamente insoportable. Por supuesto, toda esa familia carece de educación o modales y resulta más bien tosca y salvaje, incluidos sus miembros más civilizados. Pero de repente logran entenderse y a su modo, socializan. La nota discordante es esta señora, y no porque sea mejor que ellos. Su invitación a la "convivencia" lleva trampa. Lo que parece buena intención termina siendo invariablemente, montaje para emitir una "crítica sincera", filtrar una serie de reproches u originar un altercado verbal. Es lógico por qué evitan tratar con ella.
Con sus compañeros de trabajo, lo mismo. Según entiendo, ya nadie la quiere cerca, y sin embargo, presume desempeñarse mejor que todos ahí. ¿Quién querría intercambiar el mínimo diálogo con una persona así? Es ella quien en ningún contexto encaja. Pero según su torcida visión, son los demás los amargados o inadaptados que evitan o se pierden su "amena" compañía. Incluso se atreve a interpretar ese obvio y natural rechazo como acoso laboral o violencia familiar.
Hay personas que por sus cualidades destacan del resto y ocasionalmente friccionan con su entorno, pero este no es el caso. Esta persona, o realmente ignora lo desagradable que es, o planea a conciencia una manipulación que consiste en disponer de los demás a su antojo, premeditando un escenario donde pueda imponerse: dictando el orden en que deben sentarse los invitados y qué hora deben comer; orientando la charla a temas incómodos, emitiendo bromas de mal gusto, obligando al resto a posar para las fotos, interviniendo en cada plática.
Lo que evidencia que es esa señora quién no sabe convivir. Habría qué ser ciego para no notar cómo malogra las pocas reuniones a que asiste. Y por su forma de ser, jamás conocerá ni será partícipe de una convivencia sana, espontánea y feliz. Su fallida pero constante manipulación solo ha logrado que se le trate con pinzas. Ese aislamiento que tanto le duele, a pulso se lo ha forjado.
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