miércoles, 26 de julio de 2017

Meursault.

Cuando leí “El extranjero” de Albert Camus hace siete años, no me dijo mucho (sólo me transmitió una apatía similar que la posterior lectura de “El guardián entre el centeno”). No así el resumen que encontré en Youtube recientemente. Como toda síntesis se enfocó en los eventos clave de la historia. Expuesto así, me dejó un poco frío.

Cuando Meursault acude al funeral de su madre, lo asume como un mero trámite, como la fila del supermercado: una pequeña molestia por la cual hay que atravesar. Bien se puede hallar justificación en el distanciamiento de años, que suele disolver los sentimientos. Pero sorprende que dedique sus pensamientos a cualquier cosa, excepto su madre. Un pensamiento adverso o de encono ya sería algo.

Nada.

Para este tipo la vida es como un cúmulo de eventos que se suceden uno tras otro y él observa indiferente, como una película, a través de un monitor plano. La vida carece de relieve: de amor, odio, anhelo, simpatía. Durante el juicio, parece que la sociedad lo condena por ello, no por el asesinato. Es castigado por no sentir.

Ignoro si el carácter esbozado en Meursault pueda existir realmente… prefiero pensar que no. Pero sí deben existir quienes se le parezcan, quizá no se le acerquen, pero posean el rasgo. Digo esto porque la indolencia del personaje me hizo sentir acusado. Como si yo incurriese en una tibieza similar a la que Meursault hacia los acontecimientos, ya sean triviales o de mayor valor. Y como si a la postre fuera yo a enfrentar idéntico destino: la condena social.

Ocurre que siento menos que antes.

¿Existirán, existiremos los Meursault, hombres muertos por dentro? ¿aquellos desprovistos de afectos profundos, de propósito? ¿somos un error? ¿podemos restablecernos, volver a ser humanos? ¿qué nos convirtió en esto que somos ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más leídas