Tengo entendido que no debe hablarse de asuntos legales delicados (cuando existen denuncias penales de por medio) pero necesito romper un poco el silencio y concluir con la parte más escabrosa de mi última catástrofe.
El año pasado, la muerte de mi padre desencadenó eventos brutales. Fui despojado de mi casa y mis cosas, y a pesar de mis limitaciones económicas y de carácter, hube de reunir un ápice de valor para intentar volver las tornas a mi favor.
El resultado no fue el esperado, pero tampoco desfavorable. Mi denuncia, que se gestó mediante angustiosas visitas al Ministerio Público, derivó en audiencias penales frente a un juez en un tribunal. Resultó que nunca hubo un despojo, como está estipulado en el Código Penal: un mes antes de morir, mi moribundo padre, aconsejado por su hermana, firmó un contrato de arrendamiento que le daría una renta mensual para comida, medicinas y un poco de dignidad. Dicho contrato (del cual se benefició solo un mes) es por dos años, de los cuales ya transcurrió uno. El juez desestimó el caso, como yo ya había previsto, y (a los parientes a quienes denuncié) no se les vinculó a proceso.
Pero les dejó claro que ese inmueble jamás será suyo ya que existe un heredero y a pesar de los hechos no debieron hacer aquel contrato a mis espaldas, sugiriendo que si bien no hay despojo, incurrieron en cierta negligencia al no avisarme de la enfermedad y muerte de mi padre, y de lo que éste determinó sobre el inmueble en sus horas más nefastas.
Mediante el actual juicio sucesorio recuperaré eventualmente posesión de mi casa, ya como propietario.
Sería infantil ver la cuestión como algo de ganar o perder. He perdido todas mis cosas, incluidos documentos personales, fotografías familiares, las cenizas de mi hermano y mi gatita. Dijeron que cuando visitaron a mi padre lo hallaron viviendo en condiciones infrahumanas, en un departamento vacío. Dijeron la verdad al señalar que vivía en la miseria, pero mintieron al decir que no había nada dentro. Jamás sabré exactamente qué fue de todo ello.
Pero de no haber hecho nunca la denuncia ellos jamás habrían rendido cuenta a las autoridades de lo que sucedió, y sus planes de quedarse indefinidamente con el departamento habrían fructificado. Y si bien me tenían por alguien insignificante e incapaz de pelear por lo que es mío, los hice sentar frente a un juez y decir, por primera vez en su vida, algo de verdad. De haber sido honestos no habrían atravesado por tan penoso proceso... aunque estoy seguro que lo sufrí más que ellos.
Introversión no es sinónimo de indefensión.
El año pasado, la muerte de mi padre desencadenó eventos brutales. Fui despojado de mi casa y mis cosas, y a pesar de mis limitaciones económicas y de carácter, hube de reunir un ápice de valor para intentar volver las tornas a mi favor.
El resultado no fue el esperado, pero tampoco desfavorable. Mi denuncia, que se gestó mediante angustiosas visitas al Ministerio Público, derivó en audiencias penales frente a un juez en un tribunal. Resultó que nunca hubo un despojo, como está estipulado en el Código Penal: un mes antes de morir, mi moribundo padre, aconsejado por su hermana, firmó un contrato de arrendamiento que le daría una renta mensual para comida, medicinas y un poco de dignidad. Dicho contrato (del cual se benefició solo un mes) es por dos años, de los cuales ya transcurrió uno. El juez desestimó el caso, como yo ya había previsto, y (a los parientes a quienes denuncié) no se les vinculó a proceso.
Pero les dejó claro que ese inmueble jamás será suyo ya que existe un heredero y a pesar de los hechos no debieron hacer aquel contrato a mis espaldas, sugiriendo que si bien no hay despojo, incurrieron en cierta negligencia al no avisarme de la enfermedad y muerte de mi padre, y de lo que éste determinó sobre el inmueble en sus horas más nefastas.
Mediante el actual juicio sucesorio recuperaré eventualmente posesión de mi casa, ya como propietario.
Sería infantil ver la cuestión como algo de ganar o perder. He perdido todas mis cosas, incluidos documentos personales, fotografías familiares, las cenizas de mi hermano y mi gatita. Dijeron que cuando visitaron a mi padre lo hallaron viviendo en condiciones infrahumanas, en un departamento vacío. Dijeron la verdad al señalar que vivía en la miseria, pero mintieron al decir que no había nada dentro. Jamás sabré exactamente qué fue de todo ello.
Pero de no haber hecho nunca la denuncia ellos jamás habrían rendido cuenta a las autoridades de lo que sucedió, y sus planes de quedarse indefinidamente con el departamento habrían fructificado. Y si bien me tenían por alguien insignificante e incapaz de pelear por lo que es mío, los hice sentar frente a un juez y decir, por primera vez en su vida, algo de verdad. De haber sido honestos no habrían atravesado por tan penoso proceso... aunque estoy seguro que lo sufrí más que ellos.
Introversión no es sinónimo de indefensión.
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