En general, un diario suele tener un enfoque meramente catártico. Volcamos nuestras emociones cual cubo de desechos, lo cual es completamente válido y tiene su beneficio hasta cierto punto. Pero es un ejercicio incompleto. Resulta que falta una segunda parte, y es escribir después desde un enfoque más neutral, para finalizar con la tercera parte del proceso que sería una sesión de preguntas en sentido analítico.
Por supuesto que el desahogo viene bien. Pero en la cultura popular se enfatiza esta fase como un proceso único y suficiente. "No te guardes eso que sientes, sácalo", "grita/llora si quieres; no te reprimas", "pégale a la almohada, rompe algo", "escribe sobre ello, si quieres con groserías", son ideas chuscas pero arraigadas. Y aquí viene la trampa: mantener nuestros soliloquios en "modo desahogo" puede llegar a intoxicarnos, al encerrarnos en una visión túnel donde todo ha de ser dramático e irresoluble. Quedamos enganchados en un discurso victimista que nosotros mismos hemos montado.
Si bien ahí hemos purgado algo que nos molestaba, no basta para superarlo. Lo que sigue es volver a ello pero ahora con cabeza fría, describiendo lo ocurrido sin toda la carga emocional. Describir el evento o los hechos que lo componen pero de forma neutral y sin arrebatos, así como examinamos algún objeto roto y pensamos cómo repararlo. Y ahí entra la tercera parte, que es cuestionar el evento y nuestras reacciones a él.
Pasar de: "¿Por qué me pasa esto a mi? Es espantoso, la vida es un asco".
A: "Esto que me pasó ¿es tan grave? Sí, fue desagradable, ojalá estas cosas no sucedieran, pero sería un error extrapolar el sinsabor de una mala experiencia a lo que es la totalidad de mi vida. Por el contrario, veré qué rayos puedo aprender de esto".
Esto es como arreglar un auto. No dices que está afinado sólo por haber cambiado las llantas. Faltan los demás componentes. Expresar emociones no es lo mismo que explorar emociones. Lo segundo ya conlleva una finalidad constructiva.
Otra trampilla en la que se suele caer es en convertir todo lo que nos pasa en un problema, a fin de escribir sobre ello en nuestro diario, elevando incidentes menores a la categoría de grandes tribulaciones. Que ibas caminando en la calle y casi chocas con un tipo en bicicleta. Que el camión te dejó dos cuadras más adelante de donde querías bajar. Que no había suficientes cajas abiertas en el supermercado y sufriste gran desesperación en una fila inesperadamente larga. Si tú llenas tu diario de esos desencuentros triviales, habrás fortalecido el hábito de quejarte y afectarte por todo. No es a fuerza escribir cada día, solo cuando sea necesario. Un diario personal no es contenido que debas generar con periodicidad para que otros lo consuman. Si pasan semanas, meses o años sin que escribas nada, está bien.
Obviamente llevar un diario no te va a resolver la vida ni sanará todas tus heridas. Las panaceas no existen. Además, el proceso descrito en el artículo tiene sus límites. Hay situaciones que se pueden abordar, pero otras más duras como la muerte o una enfermedad grave ya están a otro nivel y a veces por mucha reflexión que le dediquemos a estas grandes adversidades, puede tomarnos años y hasta la necesidad de terapia para sobrellevarlas. Aceptemos que hay cosas que nunca se superan. Pero igual te tienes que mover a pesar de ellas.
Las dos entradas anteriores a esta fueron un experimento en el que intenté romper con el patrón de escritura con que me guiado desde que inicié este blog. Ya había detectado las taras de limitarse a lo catártico hace tiempo, y seguiré explorando formas más benéficas de escribir. Realmente no me gustó el tono sentencioso de esas entradas porque hasta se leen medio arrogantes pero bueno, es lo que la tentativa arrojó.