Me gustaría decir que me siento mejor que nunca, que es la mejor etapa de mi vida, que he logrado todo lo que me he propuesto. No es así. Me siento inconforme. Creo que la insatisfacción es el peor estado que alguien puede sentir. Es horrible. Y lo es más cuando es demasiado tarde para corregir. No es que me queje de lo que ha sido mi vida, porque nada ha obstaculizado mi desarrollo, pero me gustaría que hubiera sido un poquito diferente. Nada extraordinario, solo una vida más plena, más realizada.
Siempre he intentado expander mi visión de la vida como un todo, pero ahora no puedo evitar contemplarla sin la constricción del tiempo, y esto se está convirtiendo en la norma. Tengo miedo de que la vida me rebase... sino es que ya lo está haciendo. ¿Y si llego a la vejez arrepentido? ¿Cómo sabré que lo he hecho bien? No podré engañarme al respecto. Y entre más pasa el tiempo más dudo de mí mismo. He tratado de compensar esta inquietud haciendo cosas que no van conmigo. Intenté ganarme el aprecio de una mujer 10 años menor. ¿A quién quiero engañar? Como si eso me fuera a devolver la juventud o a restaurar el pasado. Me traicioné a mí mismo. Yo no soy así.
Cada día me vuelvo más nostálgico. Mis referentes emocionales se ubican cada vez más en el pasado y sinceramente, no contemplo un futuro favorable para mí en ningún aspecto. Pero he construido una esperanza. Una esperanza de la que no me fío mucho, pero que conservo de todos modos: me concibo en el futuro mejor que nunca, y la madurez como mi mejor etapa, fruto de una bien aprovechada juventud ensayo-error ensayo-acierto. Pero vuelvo la mirada atrás cuando esta esperanza resulta insuficiente. ¿Por qué me aferro a un pasado que no me gusta del todo? Porque las oportunidades disminuyen en la medida en que la edad aumenta, así que entre más pasa el tiempo más idealizo el pasado.
Creo que comienzo a vivir de recuerdos y a añorar cómo era y me sentía entonces. El deterioro se hace sentir, y más que nada en lo físico. Los movimientos que antes realizaba con facilidad ahora representan un esfuerzo considerable. Reconozco que parte de mi confianza reside en mis fuerzas físicas, y ahora que las veo disminuir, me siento amenazado. ¿De qué sirve una longevidad sin facultades? No tiene sentido.
No soy de los que se auto-destruyen, sino de los que se abandonan. Y eso me ha perjudicado mucho. Pero tambien ha hecho resurgir en mí ese indefinible afán de perfección, de morir y renacer constantemente. Un haz de luz que atraviesa mi corazón y me pregunta:
"¿Para qué estás aquí?".
Esta pregunta me reorienta y devuelve el ánimo.
Así que no hay más que seguir adelante, porque es lo mejor que se puede hacer. Siempre y ante todo. La vida no está diseñada para que las cosas sucedan exactamente como uno desea, y no hay mejor oportunidad para probarse como guerrero. Ya lo dijo Jesucristo:
"Si debe haber pruebas, que vengan; porque cada victoria que se obtiene sobre el ´YO´ inferior, se traduce en mayor fortaleza".
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