Mi país, México... este lugar gobernado por el narco, la transa, la delincuencia, la corrupción, pobreza y sobrepoblación es mi hogar. Embalado casi genéticamente en sus engranajes, temo que jamás saldré de aquí porque no hay otro sitio al que pudiera adaptarme... que no es adaptación realmente, sino costumbre.
No tengo vicios. No tomo, odio el cigarro y jamás he probado o consumido algún tipo de droga, y tampoco juzgo a quienes lo hacen a menos que me afecte. Mi interés principal es la evolución, la superación, la espiritualidad y todas esas cosas que se supone me harán mejor y sin las cuales la vida es plana y superflua. Sin embargo mi vida es bastante disfuncional. Soy respetuoso, aunque anti-social. Soy responsable, pero mediocre y a pesar de mi constancia no logro prosperar como quisiera. Cada día me atraviesan diversas emociones, que soy incapaz de expresar. Tengo ciertos talentos, pero éstos se han ido apagando ante la envidia y falta de oportunidades. Ah, mi amigo el desánimo.
Soy un ser rezagado, estancado, y más mundano que nunca, pero me gusta pensar que hay cosas más importantes y en ellas encuentro aliciente. Me refugio en lo intangible, aquello que no puede ser tocado por las circunstancias... es mi forma de huir. No soy inteligente. Mi vida incompleta me ha impedido desarrollar habilidades, y me desenvuelvo con torpeza en situaciones que a mi edad ya debería tener dominadas: hacer amigos, trazar y ejecutar planes, conquistar a una mujer. Soy un auténtico pendejo, en toda la extensión de la palabra, según el significado peyorativo que se le da en mi país.
Padezco de un egocentrismo infundado. No es delirio de grandeza, es diferente. Alimento la fantasía de que, pese a las circunstancias, yo podría haber sido grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario