martes, 12 de abril de 2011

Tentativa auto-biográfica.

Nací en México en la década de los 70s, no recuerdo en qué hospital; desde entonces tengo mala memoria. Pero recuerdo una infancia feliz, claro, con los contratiempos propios de un chiquillo, más una personalidad difícil. Era caprichoso, llorón, consentido y un poco malvado. Pero con el tiempo me fui componiendo, sobre todo al llegar a la secundaria, donde la pasé bastante mal, aunque aquí ya me adelanté demasiado, omitiendo mis días felices en casa de mi abuelita. La primaria. Los juegos. Cumpleaños, Navidades y Años Nuevos; días mágicos que me gustaría volvieran. No sólo por la dicha de volver a vivirlos sino por la oportunidad de corregir algunas cosas, enderezar mi vida, y hasta salvar algunas vidas. Sí, cambiaría muchas cosas y asumiría las consecuencias, pero estoy seguro que todo resultaría mejor. No acepto las cosas como son, pero tampoco las evado porque es imposible. La realidad me golpea el rostro a diario, y sería absurdo hacer como que es o ha sido diferente, aunque sí he intentado reinterpretarla para hacerla más llevadera.

Mi país, México... este lugar gobernado por el narco, la transa, la delincuencia, la corrupción, pobreza y sobrepoblación es mi hogar. Embalado casi genéticamente en sus engranajes, temo que jamás saldré de aquí porque no hay otro sitio al que pudiera adaptarme... que no es adaptación realmente, sino costumbre.

No tengo vicios. No tomo, odio el cigarro y jamás he probado o consumido algún tipo de droga, y tampoco juzgo a quienes lo hacen a menos que me afecte. Mi interés principal es la evolución, la superación, la espiritualidad y todas esas cosas que se supone me harán mejor y sin las cuales la vida es plana y superflua. Sin embargo mi vida es bastante disfuncional. Soy respetuoso, aunque anti-social. Soy responsable, pero mediocre y a pesar de mi constancia no logro prosperar como quisiera. Cada día me atraviesan diversas emociones, que soy incapaz de expresar. Tengo ciertos talentos, pero éstos se han ido apagando ante la envidia y falta de oportunidades. Ah, mi amigo el desánimo.

Soy un ser rezagado, estancado, y más mundano que nunca, pero me gusta pensar que hay cosas más importantes y en ellas encuentro aliciente. Me refugio en lo intangible, aquello que no puede ser tocado por las circunstancias... es mi forma de huir. No soy inteligente. Mi vida incompleta me ha impedido desarrollar habilidades, y me desenvuelvo con torpeza en situaciones que a mi edad ya debería tener dominadas: hacer amigos, trazar y ejecutar planes, conquistar a una mujer. Soy un auténtico pendejo, en toda la extensión de la palabra, según el significado peyorativo que se le da en mi país.

Padezco de un egocentrismo infundado. No es delirio de grandeza, es diferente. Alimento la fantasía de que, pese a las circunstancias, yo podría haber sido grande.

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