jueves, 22 de agosto de 2013

Lo infrahumano.

Hace dos días encontré a mi padre en la calle. Deduzco que salió a comer; es aficionado a los locales caros. El encuentro fue breve. Solo al pasar cerca me reconoció, y me saludó con un incómodo y forzado "¿qué tal?". Le dirigí una sonrisa según yo honesta y compasiva, pero en el fondo también burlona, que no pasó desapercibida... y lo destruyó.

Fuera de contexto, pude ver de un plumazo y con lúcida claridad, lo mínimo que es. Anda a paso lento, inseguro y cabizbajo como ninguno. Toda su persona hiede a derrota, a descompostura. He aquí al hombre que tanto se jactaba de su superioridad, desvalido, inservible. Una vida sin sentido. Quedó al descubierto ante mi, y el fue plenamente consciente de eso. Ambos percibimos su derrota inmediata. Irónico haberlo intimidado sin siquiera pretenderlo.

¿Qué queda en él de humano? Apenas la facha, la pura fisiología: la necesidad de comer. ¿Para qué? ¿Qué lo ata a este mundo si nada ama, nadie lo extraña, a nada aspira? Se ha cosificado a sí mismo. Ya no es una persona sino un organismo que traga, defeca y reposa en la auto complacencia.

En esa transitada calle, nadie vió al pobre diablo, enfilado a un restaurante caro, para colmar su miseria absoluta.

viernes, 16 de agosto de 2013

Indicios.

A estas alturas considero que una biografía breve y cabal es imposible. Si algo puede acercarnos a la esencia de una persona son sus indicios: fragmentos que, esparcidos a lo largo del tiempo, nos dicen qué o quién es.

jueves, 15 de agosto de 2013

Asperger.

En esta entrada de Formspring, Mauricio José Schwarz ofrece una definición clara y suscinta del Síndrome de Asperger. La retomo porque, a pesar de ser breve, es objetiva.

"'Asperger' es una palabra para decir, con menos sílabas, 'persona que tiene problemas para socializar y no entiende ciertos convencionalismos sociales, es extremadamente lógico, tiene pocos amigos y es dada a la rutina, entre otras peculiaridades'. Nada más".

www.formspring.me/elnocturno/q/491931382705055163

viernes, 9 de agosto de 2013

La rabia.

Este medio es propicio para expresar nuestro desacuerdo sin empacho; el problema es que, viscerales por naturaleza, lo hacemos frecuentemente con cierta dosis de rencor. Lo hemos convertido en una tribuna para externar todo lo malo que llevamos dentro.

Incluso a veces me da la impresión de que es algo cíclico. Hay temporadas en que la gente anda de mal humor. O será que uno está particularmente susceptible a eso, lo que da la impresión de un encono generalizado: miles de personas proyectando su negatividad, contaminándose mutuamente, denigrando e  ironizando, como si eso les engrandeciera. De ahí mi repulsión por las redes sociales.

No es que sea nuevo en esto; tan solo me había desacostumbrado. Quizá mi ausencia estos meses fue benéfica, pues me alejó de esta atmósfera, que puede llegar a ser enfermiza.

jueves, 8 de agosto de 2013

Hijo pródigo.

Como para superar los límites de mi entorno y ponerle freno a los estragos de la soledad (quería evitar la despersonalización absoluta, si acaso eso es posible) me embarqué, ciego a las consecuencias, en una relación, elemento que cualquier persona sana considera fundamental en el rompecabezas de su vida.

Lo que creí me humanizaría introdujo cadenas en mi psique y hasta en mi, de por sí pobre, rango de acción. Si bien tiene su cuota positiva (salgo más de casa, comparto tiempo y charla con ella y otros), el resultado ha sido más bien desfavorable, y a veces pienso si hubiera sido mejor quedarme como estaba, puesto que la soledad, que a principio de año consideraba terrible, ahora se me antoja deseable en comparación con la perenne intranquilidad por la cual la he trocado.

Ahora mi mente ha de lidiar con pequeñas pero constantes preocupaciones, opiniones vanas de desconocidos, juicios ignorantes de parientes vulgares y compromisos cuyo cumplimiento jamás satisfacen un alma voraz. Entonces me vuelco, más que nunca, a los amados campos de la introversión,  donde nadie puede alcanzarme.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Ocho meses después...

Arruinado mi ordenador en Diciembre, tuve que volver al rústico papel.

Actualmente me conecto desde un obsoleto dispositivo móvil, que me permite escribir entradas breves pero precarias: sin etiquetas, imágenes ni formatos de texto. Por más que lo evite, ocurren saltos de línea que desordenan los párrafos. No puedo corregir o actualizar una entrada una vez publicada. La torpe interfaz móvil hace imposible gestionar o ingresar comentarios apropiadamente.

Y si algo extraño de esta matriz digital, es mi blog. Voy a retomarlo con esas desventajas; pero lo que escriba en lo sucesivo no se entenderá del todo por la brecha de casi un año.

Mi principal intención, por el momento imposible, es transcribir el diario de ocho meses.

martes, 6 de agosto de 2013

Metamorfosis.

Estoy leyendo, quizá de forma tardía, "Metamorfosis", de Franz Kafka. Trata de un hombre, Gregorio Samsa, que una mañana despierta convertido en insecto.

No puede abandonar su
cama. Curiosamente, le pesa más su contexto de vida que su grotesca transformación, a la que le da una importancia secundaria; como si fuera consecuencia de aquél.

No sale de su cuarto y los demás, apiñados tras la puerta, le exigen que lo haga. En realidad no están preocupados por él, sino por la variación: no está asumiendo el rol que "le corresponde". Indolentes, no le permiten siquiera, padecer libremente. Gregorio ha llegado al hartazgo y está psíquicamente quebrado.

Gregorio despertó inseguro,
temeroso, falto de sincronía con la vida. Se siente tan ajeno a todo, tan fuera de lugar, que su metamorfosis en insecto no es mas que el reflejo de cómo se siente.

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