Si alardean es solo por aparentar. Pero en el fondo saben que la razón no les respalda, y eso les cala como astilla en el cerebro, lo que explica esos brotes de arrogancia histérica.
No por salir impunes del perjuicio que causan vivirán mejor ni serán mejores personas. Son como una tara genética, que se transmite con cada generación. En este caso la tara no es genética sino intelectual, de valores. Seguirán con su vida de gritos, golpes y ofensas. Esa gente se perjudica más a sí misma que a los demás.
Genera su propio veneno y se intoxica con él.
A veces pienso que este mundo es de los mezquinos, los
vengativos, los que toman ventaja sin miramientos. Si una persona íntegra comienza a destacar, aquellos le meterán el pie.
Pero creo que es mejor esforzarse por marcar la diferencia, que sumarse a esa humanidad a pique. Lo dijo José Ingenieros: "el hombre superior se encumbra en la misma medida en que se degrada su entorno". Eso no te garantiza el triunfo sobre la gente nociva, pero tendrás la satisfacción de no formar parte de ella.
domingo, 8 de diciembre de 2013
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