Es increíble cómo algo que la mayoría desempeña con facilidad para nosotros los socio-fóbicos sea una tortura.
He descubierto que por más razonamientos que uno use para disolver el miedo, éste sigue anclado en nuestra mente, listo para detonarse en cuanto detecte la situación con que nos agobia.
Algunos sugieren apoyarse en un psicólogo o psiquiatra pero, ¿qué hacer si ninguno está a nuestro alcance, ya sea por vergüenza a confesar nuestros temores o por simple impedimento económico?
La verdad es que no hay solución inmediata que nos arranque ese temor incapacitante. En el borde de la impotencia solo nos queda tantear la situación poco a poco, lo que implica presionarse uno mismo.
Es duro, como lanzarse a un vacío.
Vale acompañarse de un pensamiento que aligere la presión: "Voy por propia voluntad, nadie me obliga. En cualquier momento puedo dar media vuelta e irme". Es un recurso poco brillante, es burdo. Pero hay qué comenzar por algo, asumiendo de antemano que nada resultará perfecto.
miércoles, 15 de julio de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Entradas más leídas
-
Ignoro quién sea su autor pero esta imagen (o texto sobre fondo negro) resume la actitud que a veces estamos obligados a asumir. Sop...
-
I. Estoy en mi cuarto, escribiendo naderías en un viejo cuaderno en espera de que la batería del celular se haya recargado al 100%. Es un ...
-
Desde abril se han ido postergando los trámites y audiencias que ya tendrían que haber ocurrido para inicios de este octubre. El abogado pre...
-
Esta entrada es una apostilla a la anterior. Quiero aclarar que mi catarsis no proviene directamente de la enfermedad que consum...
-
Por puro ocio se me ocurrió teclear en la búsqueda de FB mis propios apellidos. El buscador de esa red social muestra resultados variados de...
No hay comentarios:
Publicar un comentario