lunes, 13 de julio de 2015

Un respiro.

'S' y su madre han salido de viaje a ver un pariente enfermo; yo volví a casa días antes a recuperar mis bríos.

Nada mejor que el silencio y la compañía de mi gato que por ahora duerme. Solo suena el tic tac del viejo reloj de cuerda y como he comido bien, me siento lúcido, aunque he perdido soltura e inspiración para relatar mis cuitas. Pero ya siento cómo la claridad gana terreno a la brutal ofuscación enquistada por la convivencia con 'S' y la charla de su madre.

A veces me siento combatiendo un proceso de 'reforma del pensamiento' propio de toda secta, donde asedian de forma sostenida el intelecto del incauto. Pero, oh sorpresa, tanto asedio no ha hecho más que agudizar mi escepticismo, y por ello he sobrevivido. Además no ceso de leer artículos sobre manipulación y gente tóxica con los cuales blindarme.

Marcar límites supone una lucha constante: ganar terreno en cierta área un día, perderlo en otra al siguiente, lo que implica ejercer cierta crueldad lastimera. No estoy acostumbrado a ser así, pero la situación me ha obligado a desarrollar indolencia. La compasión lo hace a uno ceder hasta el sacrificio. Los reproches (recurso habitual en un manipulador) me importan cada vez menos: ya no me inducen culpa sino enfado o irritación.

Mi punto débil sigue siendo el beneficio material (comida, básicamente) que aunque compenso haciendo de peón, aún me arroja a la vergüenza y la humillación.

¿Por qué atribularme pensando en ello ahora? Este momento es perfecto. Y podría mejorar si escucho Clannad en mi arcaico e infalible cacharro de CD. Siempre preferiré la austeridad a las comodidades que resultan falsas pues conllevan constantes molestias.

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