martes, 7 de noviembre de 2017

La ruta vergonzante.

Es costumbre inalterable acompañar a mi novia cada día a tomar el camión. Para regresar debo recorrer un largo camellón que por su abundancia de pasto y árboles se antoja un paseo. Reconozco que tiene algo de bello, pero sólo intelectualmente. Es tortuoso el regreso porque siento que los demás paseantes perciben claramente mi fracaso. Los imagino especulando por qué siempre cruzo el camellón a la misma hora, por qué no subo al camión con mi novia, por qué se me ve siempre vestido igual. El peso del fracaso, de la incapacidad de lograr algo, es agobiante. La “milla verde” de la vergüenza, de ida y vuelta cada día.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más leídas