Creo que es tiempo de concluir con este blog.
Lo inicié con entusiasmo y tenía intención de vertir cada pensamiento en él. Al principio no fui capaz de definir hasta qué grado debía sincerarme o si debía mantener un tono superficial y distante, que cuando escribía algo muy personal, me sentía expuesto y de inmediato "cubría" mi entrada con otra "off topic", como para que nadie la notara (tendencia a ocultarme en el mundo real y que proyecté también aquí). Pero nunca me atreví a borrar ninguna, y no lo hice porque quería romper con esta coraza en la que vivo y escribir lo que realmente pienso sobre mí y otras cosas, además de tratar de explicarme ciertos eventos que me sucedían.
Aunque finalmente opté por la franqueza y eliminé las entradas basura, se evidenció (al menos para mí) mi temor a la opinión pública. Y yo que me consideraba indiferente a ella. Sin embargo, este temor no me impidió escribir con el corazón, así que me anoto una victoria. Siempre he querido pasar desapercibido, pero aquí estoy publicando en un blog que, aunque no duró ni un año, me sirvió de mucho.
También quería romper con este silencio sofocante, con esta sensación de ahogo que me embarga a veces. Lo hice y me siento satisfecho... por ahora.
Me hubiera gustado concluir con una entrada más elocuente, anecdótica y a manera de recapitulación, pero de momento no tengo la mente clara, o más bien la tengo en blanco. Siento ser tan sobrio justo cuando debería ser más fluido. Pero eso no me impide agradecerle a dos personas principalmente: a mi amiga Tetellis, por haberme exhortado a escribir sin recelo y según mi voluntad e inspiración. Y a mi amiga Sylvia por su lumínica influencia, su afilada espada y el enriquecedor intercambio de ideas vía Messenger/e–mail.
Si acaso alguien más pasa por aquí, gracias por leerme.
Ahora puedo añadir a mi coleccion de experiencias, la de bloguero. Fue efímero, pero divertido y didáctico.
martes, 1 de diciembre de 2009
martes, 17 de noviembre de 2009
Lo que no estaba destinado a ser.
Como este tipo de eventos se dan poco en mi vida, los vivo al tope, al máximo de emociones. Como no estoy acostumbrado a este tipo de emociones, me afectan mucho. Como soy muy emocional, casi sentí ganas de llorar.
Parece que hay quienes están destinados a ser protagonistas en la vida y otros como yo, nacidos para vivir en las sombras, fuera de la vida, como fantasmas. A mí me toca observar desde mi exilio cómo soy despojado con la mayor facilidad de aquello que valoro.
Es increíble que lo que no logré en casi 2 años, lo consigue otro salido de la nada y en cosa de un mes. Aquello que no logré fue conquistar a una chica, cosa que sí logró otro a 2 meses de haberla conocido. O sea, me dieron baje. Y yo, todo este tiempo pensando que estaba forjando una relación con ella.
No estaba logrando nada.
Es la "química", el carisma, la afinidad, cosas de las cuales carezco y que no puedo desarrollar porque no dependen de mí. Así que siempre estaré en desventaja en este aspecto. Pero no es sólo eso. Creo que en el fondo yo sabía que esta chica no sentía lo mismo que yo por ella. Siempre la sentí como lejana, distante, como que me mantenía "a raya". Mi vínculo con ella no era tan sólido como pensé. Sin mayor problema me descartó, como si tuviera el poder de desvanecerme, borrarme de su existencia. Así, como si nada.
Creo que este fracaso se debe también a mi reticencia a hablar sobre aspectos superficiales de mi vida y mi persona. Sí, todos esos referentes externos: mis gustos, metas, inclinaciones, etc. Referencias que le hicieron falta para formarse un concepto tangible sobre mí. Mi carácter reservado y mi falta de atención a las cosas de este mundo no me ayudan mucho.
Ahora me vienen a la mente algunas pequeñas manifestaciones de crueldad de su parte. Se daban de esta forma: muchas veces, cuando yo le expresaba algo, como se dice, "con el corazón en la mano", ella simplemente manifestaba una ligera indiferencia, o reía burlonamente, o hacía algún comentario despectivo. Todas las emociones que ponía en mis palabras, para ella no eran más que exageración o cursilería, y no me tomaba en serio. Eso me parece un tanto cruel. Pero en ese entonces no lo percibía, y si lo hubiera visto no me habría importado. Mi pasión por ella me cegaba y no me permitía ver muchas cosas. Cuando uno se enamora hace muchas tonterías, cosas que usualmente no haría, porque se actúa desde las emociones y no desde la razón. El enamoramiento es como un trance. Se olvida uno de muchas cosas, descuida otras y su mente es gobernada por la persona amada.
Pero, nuevamente, como hace casi un año, mi alma ha sido restaurada al liberarse de la incertidumbre. Ella era algo así como un Talón de Aquiles, me vulneraba mucho. Ahora que me ha descartado, y tengo claro lo que siente por mí (nada), no puedo más que sentirme liberado. Se cerró un ciclo, y eso me permite seguir avanzando. Me siento traicionado, engañado, despojado y confundido, pero estas emociones serán disueltas en tanto me enfoque en ellas. Antes hubiera usado esta experiencia como justificante para encerrarme en mí mismo. Ahora veo que gracias a ella descubrí que aún tengo la capacidad de amar.
No voy a mencionar su nombre, pero le deseo lo mejor y merece vivir plenamente y ser feliz.
Parece que hay quienes están destinados a ser protagonistas en la vida y otros como yo, nacidos para vivir en las sombras, fuera de la vida, como fantasmas. A mí me toca observar desde mi exilio cómo soy despojado con la mayor facilidad de aquello que valoro.
Es increíble que lo que no logré en casi 2 años, lo consigue otro salido de la nada y en cosa de un mes. Aquello que no logré fue conquistar a una chica, cosa que sí logró otro a 2 meses de haberla conocido. O sea, me dieron baje. Y yo, todo este tiempo pensando que estaba forjando una relación con ella.
No estaba logrando nada.
Es la "química", el carisma, la afinidad, cosas de las cuales carezco y que no puedo desarrollar porque no dependen de mí. Así que siempre estaré en desventaja en este aspecto. Pero no es sólo eso. Creo que en el fondo yo sabía que esta chica no sentía lo mismo que yo por ella. Siempre la sentí como lejana, distante, como que me mantenía "a raya". Mi vínculo con ella no era tan sólido como pensé. Sin mayor problema me descartó, como si tuviera el poder de desvanecerme, borrarme de su existencia. Así, como si nada.
Creo que este fracaso se debe también a mi reticencia a hablar sobre aspectos superficiales de mi vida y mi persona. Sí, todos esos referentes externos: mis gustos, metas, inclinaciones, etc. Referencias que le hicieron falta para formarse un concepto tangible sobre mí. Mi carácter reservado y mi falta de atención a las cosas de este mundo no me ayudan mucho.
Ahora me vienen a la mente algunas pequeñas manifestaciones de crueldad de su parte. Se daban de esta forma: muchas veces, cuando yo le expresaba algo, como se dice, "con el corazón en la mano", ella simplemente manifestaba una ligera indiferencia, o reía burlonamente, o hacía algún comentario despectivo. Todas las emociones que ponía en mis palabras, para ella no eran más que exageración o cursilería, y no me tomaba en serio. Eso me parece un tanto cruel. Pero en ese entonces no lo percibía, y si lo hubiera visto no me habría importado. Mi pasión por ella me cegaba y no me permitía ver muchas cosas. Cuando uno se enamora hace muchas tonterías, cosas que usualmente no haría, porque se actúa desde las emociones y no desde la razón. El enamoramiento es como un trance. Se olvida uno de muchas cosas, descuida otras y su mente es gobernada por la persona amada.
Pero, nuevamente, como hace casi un año, mi alma ha sido restaurada al liberarse de la incertidumbre. Ella era algo así como un Talón de Aquiles, me vulneraba mucho. Ahora que me ha descartado, y tengo claro lo que siente por mí (nada), no puedo más que sentirme liberado. Se cerró un ciclo, y eso me permite seguir avanzando. Me siento traicionado, engañado, despojado y confundido, pero estas emociones serán disueltas en tanto me enfoque en ellas. Antes hubiera usado esta experiencia como justificante para encerrarme en mí mismo. Ahora veo que gracias a ella descubrí que aún tengo la capacidad de amar.
No voy a mencionar su nombre, pero le deseo lo mejor y merece vivir plenamente y ser feliz.
lunes, 2 de noviembre de 2009
De cara al abismo.
No podría describir la soledad de forma teórica, sino cuando se hace presente. Así que este es el momento para hablar de ella.
Es una sensación de recogimiento que surge del corazón y golpea la conciencia; ésta responde pensando en los elementos de los que podría hacer uso para afrontarla, dejar de sentirla, huir de ella. En esa búsqueda de elementos noto que tengo el ceño fruncido y una tensión que se extiende desde el pecho hasta el cuello. Es una molestia, una incomodidad; una ansiedad, una ligera angustia. Siempre que llega me pregunto, ¿de dónde proviene? ¿por qué nunca puedo dilucidar su origen? ¿Será endógena? ¿Será el silencio lo que la llama? ¿O será que realmente, a pesar de vanagloriarme de mi autosuficiencia, mi espíritu necesita y exige la cercanía de un alma amiga? ¿Y eso la disolvería?
La experimento como una pérdida de realidad, como si toda mi vida, anterior al tiempo presente, hubiera sido un sueño, tan irreal como el futuro. Así que escribo sobre ella, como esperando apresarla con palabras y encerrarla en ellas, con la esperanza de dejarla atrás y que mi vida se torne de nuevo tangible.
Siento cómo me constriñe. Pero no me mata, no es letal. Siempre sobrevivo a ella. Es como estar frente a un abismo al que nunca se cae.
Percibo cómo se opone la razón a este abismo. ¿De dónde surge y por qué? Por el momento no encuentro otro recurso para lidiar con este padecimiento mas que la razón. Si lo examino lo suficiente quizás descubra que encierra un Bien dentro de sí, que aún no soy capaz de ver. Quiero pensar que esta soledad no es vana, sino que tiene un sentido. Y si descubro que lo tiene, triunfaría sobre ella definitivamente.
¿Cómo se sentirá mi alma si la supero? ¿Cómo será mi vida interior entonces? Lo sabré cuando me rinda y trascienda al abismo.
Es una sensación de recogimiento que surge del corazón y golpea la conciencia; ésta responde pensando en los elementos de los que podría hacer uso para afrontarla, dejar de sentirla, huir de ella. En esa búsqueda de elementos noto que tengo el ceño fruncido y una tensión que se extiende desde el pecho hasta el cuello. Es una molestia, una incomodidad; una ansiedad, una ligera angustia. Siempre que llega me pregunto, ¿de dónde proviene? ¿por qué nunca puedo dilucidar su origen? ¿Será endógena? ¿Será el silencio lo que la llama? ¿O será que realmente, a pesar de vanagloriarme de mi autosuficiencia, mi espíritu necesita y exige la cercanía de un alma amiga? ¿Y eso la disolvería?
La experimento como una pérdida de realidad, como si toda mi vida, anterior al tiempo presente, hubiera sido un sueño, tan irreal como el futuro. Así que escribo sobre ella, como esperando apresarla con palabras y encerrarla en ellas, con la esperanza de dejarla atrás y que mi vida se torne de nuevo tangible.
Siento cómo me constriñe. Pero no me mata, no es letal. Siempre sobrevivo a ella. Es como estar frente a un abismo al que nunca se cae.
Percibo cómo se opone la razón a este abismo. ¿De dónde surge y por qué? Por el momento no encuentro otro recurso para lidiar con este padecimiento mas que la razón. Si lo examino lo suficiente quizás descubra que encierra un Bien dentro de sí, que aún no soy capaz de ver. Quiero pensar que esta soledad no es vana, sino que tiene un sentido. Y si descubro que lo tiene, triunfaría sobre ella definitivamente.
¿Cómo se sentirá mi alma si la supero? ¿Cómo será mi vida interior entonces? Lo sabré cuando me rinda y trascienda al abismo.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
¿Complicado Yo?
Una de mis intenciones al iniciar este blog fue aclarar mi mente y replantearme algunas situaciones para enfocarlas mejor, además de proveerme un medio de catarsis, protegido por el anonimato, ya que nadie está dispuesto a escuchar mis jeremiadas, ni yo a importunar a nadie con ellas, porque escribo para mí, pero quien quiera atormentar su alma con lo que escribo, es bienvenido. La diferencia es que unos escriben con fines creativos y yo lo hago para vertir las cosas como las siento en el momento, a veces crudamente, sin disfrazarlas para verlas tal cual son.
Lo digo porque recién he platicado con una amiga, cuya gracia y candidez son envidiables. Es un alma profunda, pero sencilla. Le mencioné sobre una actitud defensiva inveterada, de la cual no puedo desligarme, porque así me enseñé a vivir. Cité una frase de Juan Salvador Gaviota: "Tienes la libertad de ser tú mismo, aquí y ahora, y nada puede interponerse en tu camino", y concluimos que la solución a mi complejo estaba dada; solo tengo que ser yo mismo. Cualquiera podría hacerlo, menos yo, que vivo y pienso enmarañado.
Se dice que todo depende del cristal con que se mire. Pues su cristal es transparente y ve las cosas sin complicaciones; el mío es un vidrio martillado, sucio y roto que convierte lo simple en complejo. De ahí su dicha; de ahí mi desconcierto.
Pero no me conformo con eso, y ya planteado un punto, intento simplificarlo, según mi (escasa) inteligencia me lo permita; síntesis no es sinónimo de solución, pero sí un alivio. A falta de guía o estudios (la vida me obligó a ser auto-didacta) mis recursos intelectuales son escasos. Desconozco los principios de la Lógica, y me oriento por el sentido común, el cual es indefinible. Yo lo entiendo como presentarle una cuestión a la mente y que esta lo resuelva como le convenga y plazca, según sus propios medios. El asunto se pone divertido cuando la mente es caótica y contradictoria, y no pudiendo consigo misma, debe enfrentar lo que uno le formule o lo que la vida le ponga encima.
El resultado es una solución o respuesta que lo único que aporta es la magnificación del problema. O sea que tanto "sentido común" no sirvió para nada. Una jaula de monos inquietos jamás podrán erigir una civilización, pero entretanto se la viven de lujo... o dándose de topes, angustiados e irresolutos, listos para un grupo de Neuróticos Anónimos.
A pesar de todo no me doy por vencido, y sé que tarde o temprano alcanzaré ese estado mental de sencillez, y todas estas contiendas internas (quiero creer) habrán valido la pena.
Pero insisto, siempre trato de simplificar las cosas... ¿o no?
Lo digo porque recién he platicado con una amiga, cuya gracia y candidez son envidiables. Es un alma profunda, pero sencilla. Le mencioné sobre una actitud defensiva inveterada, de la cual no puedo desligarme, porque así me enseñé a vivir. Cité una frase de Juan Salvador Gaviota: "Tienes la libertad de ser tú mismo, aquí y ahora, y nada puede interponerse en tu camino", y concluimos que la solución a mi complejo estaba dada; solo tengo que ser yo mismo. Cualquiera podría hacerlo, menos yo, que vivo y pienso enmarañado.
Se dice que todo depende del cristal con que se mire. Pues su cristal es transparente y ve las cosas sin complicaciones; el mío es un vidrio martillado, sucio y roto que convierte lo simple en complejo. De ahí su dicha; de ahí mi desconcierto.
Pero no me conformo con eso, y ya planteado un punto, intento simplificarlo, según mi (escasa) inteligencia me lo permita; síntesis no es sinónimo de solución, pero sí un alivio. A falta de guía o estudios (la vida me obligó a ser auto-didacta) mis recursos intelectuales son escasos. Desconozco los principios de la Lógica, y me oriento por el sentido común, el cual es indefinible. Yo lo entiendo como presentarle una cuestión a la mente y que esta lo resuelva como le convenga y plazca, según sus propios medios. El asunto se pone divertido cuando la mente es caótica y contradictoria, y no pudiendo consigo misma, debe enfrentar lo que uno le formule o lo que la vida le ponga encima.
El resultado es una solución o respuesta que lo único que aporta es la magnificación del problema. O sea que tanto "sentido común" no sirvió para nada. Una jaula de monos inquietos jamás podrán erigir una civilización, pero entretanto se la viven de lujo... o dándose de topes, angustiados e irresolutos, listos para un grupo de Neuróticos Anónimos.
A pesar de todo no me doy por vencido, y sé que tarde o temprano alcanzaré ese estado mental de sencillez, y todas estas contiendas internas (quiero creer) habrán valido la pena.
Pero insisto, siempre trato de simplificar las cosas... ¿o no?
domingo, 26 de julio de 2009
Tiempo no vivido.
"No soy un completo inútil... por lo menos sirvo de mal ejemplo".
Albert Einstein.
Albert Einstein.
No puedo decir que estos últimos 6 meses han sido malos. La vida es muy generosa, tanto que dejo de valorar y percibir lo que me otorga a diario. Tampoco me propuse considerar el tiempo perdido. Desperté con esa idea en mente.
Yo no me preocupaba por el tiempo, pero siento que éste corre cada vez más rápido, sin misericordia. 6 meses vividos en la inconsciencia. ¿Dónde he estado yo? Temo sondear en ello. Pero soy capaz de predecir cómo me sentiré a fín de año: arrepentido y enfadado conmigo mismo por ceder a la desidia y al exceso de confianza. Parecería muy pronto para reflexionar al respecto, pero dada la fugacidad del tiempo, cuando menos cuenta me dé, este año habrá terminado. Y me encontraré invadido por sentimientos nostálgicos y listo para desperdiciar el siguiente, inmerso en el mismo patrón de comportamiento, repitiendo las mismas conductas aprendidas, tan cómodas y estériles, asesinas del tiempo.
Esta vez no tengo pretexto que justifique mi indolencia. Es muy cómodo culpar al entorno. Pero acepto que no he sido tan determinado como debería, porque aborrezco la idea de "abrirme camino" y porque no aspiro a mucho. Lo vital no me hace falta; lo demás es sólo ornamental. Ya ni siquiera le veo sentido, por ejemplo, al uso de un blog, porque es innecesario. ¿Qué necesidad tengo de expresarme, o de ser tomado en cuenta? Ninguna.
Aún tengo presente las promesas que me hice a principios de año: dejarme de complacencias y ponerme a prueba, atreverme a hacer lo que nunca he hecho, y ser completamente opuesto a lo que he sido. Sólo que no medité en el móvil de estos propósitos y ahora me parecen vanos. Pero entonces, ¿cómo evitar el arrepentimiento que me espera cuando este año termine? ¿De qué paliativo haré uso entonces? Tal es mi condición actual, de impotencia ante un estado desértico.
¿Consideraciones derrotistas? Puede ser. Pero acordes con el título de este agonizante blog.
sábado, 23 de mayo de 2009
Conmoción pasajera.
Ayer tembló nuevamente en la Ciudad de México. 5.9 grados. Estuvo un poco rudo. Nunca perdí la calma, pero debo aceptar que me asusté un poco. Al sentir el movimiento, ver la convulsión de los cables eléctricos y la agitación del entorno, me sentí amenazado, insignificante. Cuando se incrementó la intensidad, también se sacudió algo dentro de mí, y reflexioné súbitamente en el sentido de mi existencia, como si ese sismo quisiera despertarme de este letargo insensible que es mi vida rutinaria, y me instara en busca de cosas más esenciales.
Como si me exigiera aprovechar mi tiempo y retomar mis metas, mis planes, mis ideales, aferrarme a ellos y no abandonarlos jamás; a no hundirme más en la indiferencia y por el contrario, entregarme a la vida, asumiendo los riesgos y aprendiendo de ellos, y valorar cada error y cada acierto como enseñanzas, enseñanzas que nunca me darán los libros, la meditación ni la invariable rutina. Sentí un impulso de vivir intensamente que antaño no sentía, y en medio de la sacudida me sentí liberado, como si hubiera encontrado algo perdido hace tiempo: sed de vivencias, triunfos, fracasos, riesgos, aprendizaje...
entusiasmo por la vida, ganas de vivir.
Esas ganas de vivir que se han visto opacadas por falta de retos y una rutina predecible, en la que nunca pasa nada, y la elección más importante resulta ser vanal e intrascendente.
¿Por qué aferrarme a una lucha contra mis impulsos? ¿porqué sujetarme a un estricto auto-conocimiento? ¿por qué refugiarme en la seguridad de las constumbres programadas? En ese día gris me dí cuenta que negar la vida y darle la espalda es un crimen, casi pecado. Me pareció uno de los días más brillantes de mi vida.
Y experimenté las cosas habituales como si fueran nuevas, y recuperaron su brillo. Mi gato, mis vecinos, mi soledad, mi café negro de todas las noches; la oportunidad que la vida me otorga todos los días de elegir sobre cualquier aspecto; mi tiempo presente, que a cada momento me concede el privilegio de ser y hacer según mi elección y hasta donde mis ideas y circunstancias lo permitan.
Pero fue solo una impresión fugaz, y sé que dentro de poco perderé ese sentimiento. La rutina y sus insignificancias lo consumirán, volverán a atraparme y este torrente de impresiones no habrá sido mas que un lapsus producto de un evento tan mínimo como esas mismas impresiones que me provocó.
Reflexiones absurdas las mías.
Como si me exigiera aprovechar mi tiempo y retomar mis metas, mis planes, mis ideales, aferrarme a ellos y no abandonarlos jamás; a no hundirme más en la indiferencia y por el contrario, entregarme a la vida, asumiendo los riesgos y aprendiendo de ellos, y valorar cada error y cada acierto como enseñanzas, enseñanzas que nunca me darán los libros, la meditación ni la invariable rutina. Sentí un impulso de vivir intensamente que antaño no sentía, y en medio de la sacudida me sentí liberado, como si hubiera encontrado algo perdido hace tiempo: sed de vivencias, triunfos, fracasos, riesgos, aprendizaje...
entusiasmo por la vida, ganas de vivir.
Esas ganas de vivir que se han visto opacadas por falta de retos y una rutina predecible, en la que nunca pasa nada, y la elección más importante resulta ser vanal e intrascendente.
¿Por qué aferrarme a una lucha contra mis impulsos? ¿porqué sujetarme a un estricto auto-conocimiento? ¿por qué refugiarme en la seguridad de las constumbres programadas? En ese día gris me dí cuenta que negar la vida y darle la espalda es un crimen, casi pecado. Me pareció uno de los días más brillantes de mi vida.
Y experimenté las cosas habituales como si fueran nuevas, y recuperaron su brillo. Mi gato, mis vecinos, mi soledad, mi café negro de todas las noches; la oportunidad que la vida me otorga todos los días de elegir sobre cualquier aspecto; mi tiempo presente, que a cada momento me concede el privilegio de ser y hacer según mi elección y hasta donde mis ideas y circunstancias lo permitan.
Pero fue solo una impresión fugaz, y sé que dentro de poco perderé ese sentimiento. La rutina y sus insignificancias lo consumirán, volverán a atraparme y este torrente de impresiones no habrá sido mas que un lapsus producto de un evento tan mínimo como esas mismas impresiones que me provocó.
Reflexiones absurdas las mías.
viernes, 1 de mayo de 2009
Reflexión tardía.
Cumplir un año más en este mundo y pasar de un círculo generacional a otro es parte del ciclo de vida. Me fuí a dormir como un hombre de 29 y desperté como uno de 30. Me asomé por la ventana y todo seguía exactamente igual. Nada había cambiado, excepto yo, que no pude evitar reflexionar un poco.
Me gustaría decir que me siento mejor que nunca, que es la mejor etapa de mi vida, que he logrado todo lo que me he propuesto. No es así. Me siento inconforme. Creo que la insatisfacción es el peor estado que alguien puede sentir. Es horrible. Y lo es más cuando es demasiado tarde para corregir. No es que me queje de lo que ha sido mi vida, porque nada ha obstaculizado mi desarrollo, pero me gustaría que hubiera sido un poquito diferente. Nada extraordinario, solo una vida más plena, más realizada.
Siempre he intentado expander mi visión de la vida como un todo, pero ahora no puedo evitar contemplarla sin la constricción del tiempo, y esto se está convirtiendo en la norma. Tengo miedo de que la vida me rebase... sino es que ya lo está haciendo. ¿Y si llego a la vejez arrepentido? ¿Cómo sabré que lo he hecho bien? No podré engañarme al respecto. Y entre más pasa el tiempo más dudo de mí mismo. He tratado de compensar esta inquietud haciendo cosas que no van conmigo. Intenté ganarme el aprecio de una mujer 10 años menor. ¿A quién quiero engañar? Como si eso me fuera a devolver la juventud o a restaurar el pasado. Me traicioné a mí mismo. Yo no soy así.
Cada día me vuelvo más nostálgico. Mis referentes emocionales se ubican cada vez más en el pasado y sinceramente, no contemplo un futuro favorable para mí en ningún aspecto. Pero he construido una esperanza. Una esperanza de la que no me fío mucho, pero que conservo de todos modos: me concibo en el futuro mejor que nunca, y la madurez como mi mejor etapa, fruto de una bien aprovechada juventud ensayo-error ensayo-acierto. Pero vuelvo la mirada atrás cuando esta esperanza resulta insuficiente. ¿Por qué me aferro a un pasado que no me gusta del todo? Porque las oportunidades disminuyen en la medida en que la edad aumenta, así que entre más pasa el tiempo más idealizo el pasado.
Creo que comienzo a vivir de recuerdos y a añorar cómo era y me sentía entonces. El deterioro se hace sentir, y más que nada en lo físico. Los movimientos que antes realizaba con facilidad ahora representan un esfuerzo considerable. Reconozco que parte de mi confianza reside en mis fuerzas físicas, y ahora que las veo disminuir, me siento amenazado. ¿De qué sirve una longevidad sin facultades? No tiene sentido.
No soy de los que se auto-destruyen, sino de los que se abandonan. Y eso me ha perjudicado mucho. Pero tambien ha hecho resurgir en mí ese indefinible afán de perfección, de morir y renacer constantemente. Un haz de luz que atraviesa mi corazón y me pregunta:
Esta pregunta me reorienta y devuelve el ánimo.
Así que no hay más que seguir adelante, porque es lo mejor que se puede hacer. Siempre y ante todo. La vida no está diseñada para que las cosas sucedan exactamente como uno desea, y no hay mejor oportunidad para probarse como guerrero. Ya lo dijo Jesucristo:
"Si debe haber pruebas, que vengan; porque cada victoria que se obtiene sobre el ´YO´ inferior, se traduce en mayor fortaleza".
Me gustaría decir que me siento mejor que nunca, que es la mejor etapa de mi vida, que he logrado todo lo que me he propuesto. No es así. Me siento inconforme. Creo que la insatisfacción es el peor estado que alguien puede sentir. Es horrible. Y lo es más cuando es demasiado tarde para corregir. No es que me queje de lo que ha sido mi vida, porque nada ha obstaculizado mi desarrollo, pero me gustaría que hubiera sido un poquito diferente. Nada extraordinario, solo una vida más plena, más realizada.
Siempre he intentado expander mi visión de la vida como un todo, pero ahora no puedo evitar contemplarla sin la constricción del tiempo, y esto se está convirtiendo en la norma. Tengo miedo de que la vida me rebase... sino es que ya lo está haciendo. ¿Y si llego a la vejez arrepentido? ¿Cómo sabré que lo he hecho bien? No podré engañarme al respecto. Y entre más pasa el tiempo más dudo de mí mismo. He tratado de compensar esta inquietud haciendo cosas que no van conmigo. Intenté ganarme el aprecio de una mujer 10 años menor. ¿A quién quiero engañar? Como si eso me fuera a devolver la juventud o a restaurar el pasado. Me traicioné a mí mismo. Yo no soy así.
Cada día me vuelvo más nostálgico. Mis referentes emocionales se ubican cada vez más en el pasado y sinceramente, no contemplo un futuro favorable para mí en ningún aspecto. Pero he construido una esperanza. Una esperanza de la que no me fío mucho, pero que conservo de todos modos: me concibo en el futuro mejor que nunca, y la madurez como mi mejor etapa, fruto de una bien aprovechada juventud ensayo-error ensayo-acierto. Pero vuelvo la mirada atrás cuando esta esperanza resulta insuficiente. ¿Por qué me aferro a un pasado que no me gusta del todo? Porque las oportunidades disminuyen en la medida en que la edad aumenta, así que entre más pasa el tiempo más idealizo el pasado.
Creo que comienzo a vivir de recuerdos y a añorar cómo era y me sentía entonces. El deterioro se hace sentir, y más que nada en lo físico. Los movimientos que antes realizaba con facilidad ahora representan un esfuerzo considerable. Reconozco que parte de mi confianza reside en mis fuerzas físicas, y ahora que las veo disminuir, me siento amenazado. ¿De qué sirve una longevidad sin facultades? No tiene sentido.
No soy de los que se auto-destruyen, sino de los que se abandonan. Y eso me ha perjudicado mucho. Pero tambien ha hecho resurgir en mí ese indefinible afán de perfección, de morir y renacer constantemente. Un haz de luz que atraviesa mi corazón y me pregunta:
"¿Para qué estás aquí?".
Esta pregunta me reorienta y devuelve el ánimo.
Así que no hay más que seguir adelante, porque es lo mejor que se puede hacer. Siempre y ante todo. La vida no está diseñada para que las cosas sucedan exactamente como uno desea, y no hay mejor oportunidad para probarse como guerrero. Ya lo dijo Jesucristo:
"Si debe haber pruebas, que vengan; porque cada victoria que se obtiene sobre el ´YO´ inferior, se traduce en mayor fortaleza".
martes, 3 de marzo de 2009
Contra mí mismo.
De nuevo yo y mi diario: el único que soporta mis monólogos.
Soy un hombre de vicios. No es una gran observación, sino un hecho concreto que confronto todos los días. Éstos vicios o malos hábitos no serán siempre los mismos, ni serán los peores del mundo. Más bien son ambiguos; algunos son muy constructivos, otros neutrales; los que me perjudican son los menos, pero no dejan de ser insidiosos. Intercambio unos por otros, según me causan aburrimiento o me producen fastidio... como si cada uno tuviera su ciclo. Llega un día que tomo la determinación de vencer el mal hábito en turno, para retomarlo al día siguiente, y así le doy vida a un absurdo círculo vicioso. Ya le rendiré cuentas a Dios cuando me encuentre frente a Él, si es que existe. Por mi recurrente abandono, o mi proactividad fanática. Por no saber vivir. Pero qué le importa a Él. Es mi vida.
He llegado al punto de máxima austeridad, para lo cual tuve que reducir la medida, mi concepto de lo que es el tope. Y ya lo he alcanzado. En otro tiempo, darme cuenta de este hecho hubiera alimentado secretamente mi ego. Pero ya no tiene nada que ver conmigo. Ya no me identifico con tal postura para tratar con la vida, porque simplemente ya forma parte de mí, la he asimilado insensiblemente, y ya no la percibo si no le doy atención. Antes, saberme distinto a los demás me resultaría significativo. Ahora veo que si soy diferente a los demás o no, da lo mismo. No hay ningún mérito en ello.
En términos más mundanos, uno de mis vicios más arraigados, con el que estoy lidiando en este momento, es un simple trastorno de sueño. No puedo vencerlo, ni corregirlo. Yo se lo atribuyo (por no decir que es la causa directa) al Internet. Sí, este hombre rústico tiene vínculos con la tecnología. Es hasta incongruente verme aquí sentado. Pero esto no será por siempre (como todo). Ya dejaré esto de lado, si no es por voluntad o por fastidio, será entonces, como casi siempre, hasta que los movimientos de la Vida lo dispongan. No negaré que me ha sido útil. Talvés me hacía falta actualizarme un poco. Pero en definitiva no es lo mío. Quien me viera pensaría lo contrario, pues le dedico mucho tiempo.
Son las 11 de la noche y posiblemente me den las 2 de la mañana aquí sentado.
Soy un hombre de vicios. No es una gran observación, sino un hecho concreto que confronto todos los días. Éstos vicios o malos hábitos no serán siempre los mismos, ni serán los peores del mundo. Más bien son ambiguos; algunos son muy constructivos, otros neutrales; los que me perjudican son los menos, pero no dejan de ser insidiosos. Intercambio unos por otros, según me causan aburrimiento o me producen fastidio... como si cada uno tuviera su ciclo. Llega un día que tomo la determinación de vencer el mal hábito en turno, para retomarlo al día siguiente, y así le doy vida a un absurdo círculo vicioso. Ya le rendiré cuentas a Dios cuando me encuentre frente a Él, si es que existe. Por mi recurrente abandono, o mi proactividad fanática. Por no saber vivir. Pero qué le importa a Él. Es mi vida.
He llegado al punto de máxima austeridad, para lo cual tuve que reducir la medida, mi concepto de lo que es el tope. Y ya lo he alcanzado. En otro tiempo, darme cuenta de este hecho hubiera alimentado secretamente mi ego. Pero ya no tiene nada que ver conmigo. Ya no me identifico con tal postura para tratar con la vida, porque simplemente ya forma parte de mí, la he asimilado insensiblemente, y ya no la percibo si no le doy atención. Antes, saberme distinto a los demás me resultaría significativo. Ahora veo que si soy diferente a los demás o no, da lo mismo. No hay ningún mérito en ello.
En términos más mundanos, uno de mis vicios más arraigados, con el que estoy lidiando en este momento, es un simple trastorno de sueño. No puedo vencerlo, ni corregirlo. Yo se lo atribuyo (por no decir que es la causa directa) al Internet. Sí, este hombre rústico tiene vínculos con la tecnología. Es hasta incongruente verme aquí sentado. Pero esto no será por siempre (como todo). Ya dejaré esto de lado, si no es por voluntad o por fastidio, será entonces, como casi siempre, hasta que los movimientos de la Vida lo dispongan. No negaré que me ha sido útil. Talvés me hacía falta actualizarme un poco. Pero en definitiva no es lo mío. Quien me viera pensaría lo contrario, pues le dedico mucho tiempo.
Son las 11 de la noche y posiblemente me den las 2 de la mañana aquí sentado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Entradas más leídas
-
Ignoro quién sea su autor pero esta imagen (o texto sobre fondo negro) resume la actitud que a veces estamos obligados a asumir. Sop...
-
I. Estoy en mi cuarto, escribiendo naderías en un viejo cuaderno en espera de que la batería del celular se haya recargado al 100%. Es un ...
-
Desde abril se han ido postergando los trámites y audiencias que ya tendrían que haber ocurrido para inicios de este octubre. El abogado pre...
-
Esta entrada es una apostilla a la anterior. Quiero aclarar que mi catarsis no proviene directamente de la enfermedad que consum...
-
Por puro ocio se me ocurrió teclear en la búsqueda de FB mis propios apellidos. El buscador de esa red social muestra resultados variados de...