Feliz Año Nuevo...
A todo el género humano y a cualquier forma de vida existente... excepto a mis despreciables vecinos.
A toda la gente honesta y bienintencionada... excepto a los de Axtel.
A los que lucharon y perdieron pero sobrevivieron. Estoicos, guerreros, solitarios, fieles a sí mismos... como yo.
Al Universo entero, nuestro hogar. Que su infinita expansión conlleve una dicha igual de extensa.
Un afectuoso abrazo para todos.
sábado, 31 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Visión túnel.
No estoy hecho para la vida. A veces siento que mi existencia no tiene mucho sentido. Y no es que añore la felicidad o el bienestar. Simplemente esta existencia no parece ir a ningún lado. Marcha en línea recta, sí, empujada por el tiempo. Pero no produce ningún beneficio. No me espera nada bueno en el futuro y sinceramente me frustra un poco que no haya en él alguna pizca de realización. Simplemente viviré como lo he hecho hasta ahora, con la diferencia de que iré acumulando aún más complicaciones externas (sociales, físicas, económicas) y psíquicas.
Algo está incorrecto aquí y debe ser corregido.
''Nacimiento tras nacimiento, el hombre recibe muchas cosas. Luego, las leyes de la naturaleza lo despojan de ellas otra vez. Así continuamente hasta que aprende la lección y aspira a lo eterno.''
Algo está incorrecto aquí y debe ser corregido.
''Nacimiento tras nacimiento, el hombre recibe muchas cosas. Luego, las leyes de la naturaleza lo despojan de ellas otra vez. Así continuamente hasta que aprende la lección y aspira a lo eterno.''
Bhagavad-Guita.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Sociedad rozagante.
Antier se me presentó una serie de eventos que, por un lado, me desanimaron un poco y por otro, acentuaron esa sensación de individualidad. Llegué a sentirme anacrónico y fuera de lugar.
Mi valoración de las cosas ha cambiado. Lo que antes me hubiera sido indiferente ahora es objeto de atención y viceversa. Algunas cosas que antes les hubiera dado una importancia desmedida, comienzan a parecerme irrelevantes.
Pero mi perspectiva global sobre la vida y lo que me rodea sigue siendo poco favorable, y con razón. Es irónico que yo, el más anti-social, me apegue a las normas más básicas del respeto al prójimo y los que parecen acoplados a su entorno tengan visos irrespetuosos.
Hace dos días fui testigo de una falta de respeto a un adulto por un imberbe que no llegaría a los 17 años. Me sorprendió su cinismo; pienso en cómo será a los 20 o 25. Posiblemente con el tiempo madure y corrija su actitud. Pero también los he visto comenzar con faltas de respeto menores que con el tiempo se incrementan y empeoran.
Bien pudo tratarse de un incidente nimio. Pero es por consentir estas "nimias" faltas de respeto que la sociedad se encuentra cada vez más deteriorada. Me alegro de no estar completamente integrado a ella.
sábado, 10 de diciembre de 2011
Evaluando el presente y el pasado.
Ayer leía mi diario escrito entre 2006 y 2007. Realmente no recuerdo mucho de lo que entonces escribí. Más que analizar mis circunstancias, desde entonces mi intención primordial ha sido capturar la viveza de aquellos fenómenos psíquicos e intentar traducirlos en palabras.
Es imposible capturarlos fielmente. Sin embargo, lo que ayer leí me pudo transmitir algo de la desesperación, la desazón y desolación experimentada en esos días nefastos. Por otro lado, dos párrafos capturaron mi atención. Uno en el que tomo la decisión de limitarme a un estilo de vida básico (debido a mis inalterables circunstancias) y otro en que manifiesto mis deseos de «volver al mundo».
A pesar de la constricción externa e interna en que me hallaba, aún conservaba cierta esperanza. La de mejorar mi vida en todos aspectos: un sueño lejano entonces y ahora. La posibilidad de una vida mejor me parece remota, incluso más que antes.
No tengo una medida de comparación, pero creo que mi vida en general, aunque lúdica o serena en apariencia, es muy dura y violenta. Sólo que estos elementos no se perciben a simple vista, y quizá no se reflejen en mi actitud o comportamiento. Me gustaría saber si habrá otras personas con idéntico estilo de vida y cómo les ha afectado.
He sido huésped en otros lugares y he podido participar de su estilo de vida. También enfrentan sus dificultades, problemas familiares, etc. Pero esas estancias temporales me han parecido unas placenteras vacaciones. Mi hogar es un santuario a la soledad y el rigor, y por ende al cultivo de las facultades psíquicas sin descanso. Un campo de entrenamiento.
No tengo televisión ni radio, pero libros de sobra en formato físico y electrónico. No tengo pareja o descendientes, pero existen recuerdos de una vida familiar. No tengo un amigo o conocido con quién hablar abiertamente, pero tengo un diario y un gato, que no juzgan y son incondicionales. Si bien puede existir remotamente, alguien a quien mis condiciones le parezcan envidiables, la verdad a veces llegan a ser asfixiantes.
Se me podría acusar de perezoso, pero leer sostenidamente llega a aburrir. Creo que el cerebro requiere más estímulos de los que provee un libro, por bueno que éste sea. La soledad es una ventaja poco común en una ciudad atestada de gente, pero sí llega a extrañarse el ser importunado o invitado a comer. Callar los padecimientos y reservarlos para las noches de reflexión fortalece y modera el alma, pero esto no colma el deseo ocasional de compartirlos a viva voz con un interlocutor empático y racional.
Pero esas alternativas no son posibles.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Más incertidumbre.
Llevo días formulando en mi mente algún mensaje con motivo de Año Nuevo para mis contactos y conocidos, pero nada se me ocurre. No quiero ser el mensajero de las clásicas felicitaciones tipo «Feliz Año Nuevo, que todos tus sueños se cumplan». Ese es el tipo de mensaje vacío que todo mundo comparte y agradece por compromiso. Pocos se toman el tiempo de redactar algo sincero; prefieren emitir la felicitación de cada año de forma mecánica y no romper con la costumbre.
También estoy contabilizando los pros y contras de este año. En términos coloquiales sólo puedo decir que salí bien librado. No gané ni perdí, aunque siento que me he «ablandado» emocionalmente. Me volví más aprensivo y nostálgico; supongo que es la edad. Soporté muy bien las adversidades porque alguna resistencia he desarrollado con los años y ahí me anoto un triunfo. Pero sé que peores infortunios están por venir y no estoy listo.
Podría decir que la vida ha sido condescendiente conmigo, pero dejará de serlo pronto.
He pensado abandonar definitivamente mi «vida» en las redes sociales, pero aún no estoy seguro. Me fijé Diciembre como plazo, y no «sobrevivir» este año. Mucho de lo que comparto en ellas es insustancial, dado mi carácter poco expansivo. A su vez, he dejado entrever detalles personales que me colocan en una situación incómoda, y no me gustan las preguntas de ese índole, obligadas en un medio justamente diseñado para darse a conocer.
A veces coqueteo con la idea de dejar de escribir. Siempre he tenido la sensación de que lo que escribo es absurdo y ridículo. Es decir, hay en mi «estilo» un halo de imbecilidad. Impregna cada párrafo, por lo que ya no me satisface del todo escribir.
También estoy contabilizando los pros y contras de este año. En términos coloquiales sólo puedo decir que salí bien librado. No gané ni perdí, aunque siento que me he «ablandado» emocionalmente. Me volví más aprensivo y nostálgico; supongo que es la edad. Soporté muy bien las adversidades porque alguna resistencia he desarrollado con los años y ahí me anoto un triunfo. Pero sé que peores infortunios están por venir y no estoy listo.
Podría decir que la vida ha sido condescendiente conmigo, pero dejará de serlo pronto.
He pensado abandonar definitivamente mi «vida» en las redes sociales, pero aún no estoy seguro. Me fijé Diciembre como plazo, y no «sobrevivir» este año. Mucho de lo que comparto en ellas es insustancial, dado mi carácter poco expansivo. A su vez, he dejado entrever detalles personales que me colocan en una situación incómoda, y no me gustan las preguntas de ese índole, obligadas en un medio justamente diseñado para darse a conocer.
A veces coqueteo con la idea de dejar de escribir. Siempre he tenido la sensación de que lo que escribo es absurdo y ridículo. Es decir, hay en mi «estilo» un halo de imbecilidad. Impregna cada párrafo, por lo que ya no me satisface del todo escribir.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Lo que se ha perdido.
Hace algunos días sostuve una conversación en la que bordeamos el tema de la soledad. No suelo hablar de esto con casi nadie, pero me sirvió para verlo desde otro enfoque. Cierto es que los pocos con quienes de ella he hablado no la conocen como yo. No la han experimentado a profundidad. El término «soledad» se vuelve entonces relativo, porque cada quien la concibe en distintos grados.
He de admitir que las concepciones ajenas sobre la soledad me parecen superfluas, incluso risibles. Le llaman soledad a encontrarse en casa un fin de semana a falta de un evento social. Otros dicen sentirse solos siendo su círculo social amplio y ellos queridos y apreciados. Hace tiempo una persona me preguntó cuánto tiempo hacía yo sin pareja. Le inventé que tenía seis meses solo (para entonces jamás había tenido pareja). Se sorprendió y me dijo «eso es mucho tiempo, ¿no?»
Una ocasión (hará unos diez años), unos vecinos organizaron una fiesta de cumpleaños. Me enteré por terceros y por el ruido característico de ese tipo de eventos. Creo que esa vez mi soledad sí me causó cierta molestia. Pude experimentar el contraste entre ellos y yo: la gente que fluye con la vida y el que permanece rígido en el encierro. Acostado en cama boca arriba, ponía atención a la música y demás mezcla de sonidos. Intenté visualizar a los presentes y lo que hacían. Me pregunté si no me estaba perdiendo de algo.
Por esa misma época salí una vez a visitar a mis abuelos. Dos o tres vecinas se encontraban cerca de las escaleras, donde solían reunirse y platicar. Cuando pasé, silencio absoluto; parecían haber visto una aparición. Una de ellas dijo en voz baja, «hasta que sale». En primer lugar, me sentí hostilizado, ya que evito cualquier tipo de intervención social y como no me meto con nadie, espero a cambio lo mismo. En segundo, me incomodó que fueran conscientes de mi modo de ser. Y en tercero, me molestó que me juzgaran con tanta facilidad y ligereza, sin conocer las causas. Pero ahora lo entiendo. La soledad no es de su mundo; les sorprendió presenciarla.
Otra ocasión, en la acera de frente, solía detenerse una pareja de jóvenes a platicar y prodigarse afecto. Yo los observaba desde mi ventana, analizando su lenguaje corporal y comportamiento en general. No me causaba placer ver aquello, sino curiosidad. Eso es algo que yo jamás he hecho y también me generó bastantes interrogantes. ¿Serán importantes ese tipo de prácticas? ¿serán necesarias para el desarrollo psíquico o vitales para la felicidad? Si yo hubiese tenido la oportunidad de experimentar algo así, ¿sería diferente o mejor persona? ¿no acaso las relaciones traen consigo miles de conflictos?
En mi última conversación sobre el tema, mi interlocutor declaró cosas que yo sospechaba pero aún así me sorprendieron por la franqueza con que las expuso: «Yo soy de la idea de que, para qué nos hacemos pendejos si a todos nos gusta coger (en México, «coger» se usa como sinónimo de realizar el acto sexual)»; «para qué forzar o justificar relaciones amorosas si lo único que quieres es cogerte a la persona»; «insisto, si nos gusta coger, ¿cuál es el problema? No tiene nada de malo, no hay que ser hipócrita»; «digo, tampoco ando de cama en cama ni de hombre en hombre pero no veo mal que ejerzas su sexualidad como quieras, con quien quieras y con cuantos quieras mientras te cuides...»
Lo que me sorprende es la familiaridad con que otros hablan de algo que me es tan ajeno, tan lejano, extraño. Pero esto ellos no lo saben. Asumen que he tenido una vida sexual normal o constante, porque para ellos así es. No conciben una soledad casi absoluta y castrada. Desde el principio la razón me ha dictado que no me he perdido de mucho: no son mas que tonterías. Pero el ego aparece de repente y se siente incompleto y frustrado. Es un conflicto que enfrento regularmente. Ese descalabro emocional de saber que ya no soy joven y me perdí experiencias irrecuperables.
Recientemente tuve una extraña racha, en que varias personas me dieron a entender que no les era físicamente indiferente. En parte mi ego se sintió halagado. Por otro lado, mi reacción fue de rechazo. La soledad ha penetrado mi psique de tal modo que la posibilidad de resultarle atractivo a alguien me parece insoportable. Incluso es frustrante... ¿por qué llega esta racha hasta ahora? ¿por qué no cuando era joven y aún tenía cierta capacidad para disfrutar esta clase de cosas?
No quiero nada.
Toda esta gente no sabe qué es la soledad. Lo que es no hablar con nadie por meses. No recibir un abrazo en años. No ser valorado en poco o mucho. No tocar, no sentir. No ser olvidado siquiera, sino inexistente. Gente que en mi caso enloquecería, aunque a veces me cuestiono si la soledad no ha trastocado ya mi cordura. Posiblemente lo ha hecho en cierto grado, pero no tengo modo de darme cuenta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Entradas más leídas
-
Ignoro quién sea su autor pero esta imagen (o texto sobre fondo negro) resume la actitud que a veces estamos obligados a asumir. Sop...
-
I. Estoy en mi cuarto, escribiendo naderías en un viejo cuaderno en espera de que la batería del celular se haya recargado al 100%. Es un ...
-
Desde abril se han ido postergando los trámites y audiencias que ya tendrían que haber ocurrido para inicios de este octubre. El abogado pre...
-
Esta entrada es una apostilla a la anterior. Quiero aclarar que mi catarsis no proviene directamente de la enfermedad que consum...
-
Por puro ocio se me ocurrió teclear en la búsqueda de FB mis propios apellidos. El buscador de esa red social muestra resultados variados de...