Desde hace algunos años vengo coqueteando con la noción de adolecer yo mismo de personalidad esquizoide, pues cumplo con muchos de sus "atributos". Aunque me encuentro en un limbo entre esta y la fobia social. La diferencia básica entre ambas es que un esquizoide tiende al aislamiento porque ahí se siente más en su elemento. El socio fóbico desea integrarse al mundo pero le frena el miedo. Yo encuentro en la soledad un confortable refugio, aunque a veces me gustaría formar parte de un círculo social, lo cual no puedo hacer por timidez y falta de habilidades sociales.
Ayer mi amiga "S" (sí, tengo algunas amistades después de todo) me invitó al cine. Me tomó por sorpresa, no supe qué responder. Su invitación fue demasiado directa y creo que lo hizo para medirme. Quiso colocarme deliberadamente en una situación comprometida. Ella sabía que mi respuesta más probable sería un "no" disfrazado de cualquier pretexto absurdo. Sabe de mi timidez, pero ignora su profundidad. Nunca he ido al cine con una amiga o grupo de amigos. Las pocas veces que he entrado a una sala de cine lo he hecho solo. Es un poco penoso admitirlo. Y creo que también triste. Disfruté esas escapadas al cine pero siempre me acompañó esa sutil auto-compasión por saberme solo, como una pieza aparte del engranaje social en el cual no tengo lugar. Mi consuelo en esos intervalos era ver que no era el único ermitaño en la sala. Así no me sentía tan incómodo.
Así que la soledad es un bálsamo que reconforta el alma en ciertos momentos, pero resulta hiriente cuando se contrasta en un parque, una cafetería, una sala de cine o cualquier otro lugar destinado a la convivencia. Es hybris o némesis. Aliada o verdugo. Otorga libertad pero restringe el calor: el calor de una palabra dulce al oído, de un abrazo, de la confirmación de nuestra existencia, digna de tomarse en cuenta. Gentil ahora, atroz mañana. La dieta espartana del espíritu.
¿Cuánto tiempo se puede estar solo? Toda una vida, quizá. Hay personas que no soportan un momento de soledad. Apenas esta se hace presente comienza a torturarles. Les invade como una fiebre de la cual hay que aliviarse pronto, cuanto antes. Amenaza con asfixiarles si no hallan el remedio de inmediato en alguna improvisada reunión social, algo, lo que sea. En mi caso, no intenté evadirla cuando la vi aproximarse. Me asustó un poco, como asusta todo lo extraño, pero con el tiempo me acoplé a ella. Ahora me siento fuera de lugar si tengo que exponerme a la masa humana. No resulta placentero; es un enfrentamiento. Y volteo atrás en busca de mi soledad, donde no existen la traición o el desamor, pero tampoco sus contrarios.

Disculpa el desaire, "S". Créeme, me habría gustado aceptar tu invitación.
Hola.
ResponderEliminarEs cierto que algunos ni siquiera están solo, sino desolados. No se tienen ni a sí mismos y yo contemplo la idea de que me encuentre en ese lugar, en la desolación.
Precisamente ayer mi hermano me sorprendió mucho cuando le pregunté el por qué hablaba demasiado... me dijo: "es para no sentirme solo..." Me sacó de onda, pero de alguna manera lo comprendí.
Un saludo.
Así es, Eremita. La desolación pesa y llega a fastidiar. Por eso buscamos o anhelamos cierto "feedback" externo que nos enriquezca o nos haga sentir parte de algo.
EliminarQuizá el gesto de tu hermano sea un reflejo de eso.
Saludos, Eremita. Espero te encuentres bien y gracias por comentar. :)