domingo, 17 de septiembre de 2017

Ocaso.

Llevo arrastrando una especie de agotamiento crónico desde hace un año o más. Quien observara mi cuadro concluiría que soy perezoso. ¿Cómo podría disuadir a ese hipotético observador de tal conclusión? La distinción entre pereza y agotamiento es sencilla. El perezoso tiene energía disponible, pero no le apetece aplicarla. El agotado reposa esperando reponerse de un esfuerzo previo. El agotamiento tiene una causa externa. La pereza es placer derivado de la inacción.

Lo peculiar de este agotamiento es que se prolonga demasiado en relación al esfuerzo realizado. Lo que hago es poco, pero rutinario y arduo. Considero que tardo en recuperarme. Me siento cansado todo el tiempo. Solía atribuirlo al calzado pero no importa qué par de tenis use, me canso igual al caminar. Aunque me procure un par de días de inactividad, no me siento restaurado, no al cien por ciento.

No me engaño con respecto a la edad como factor clave. Aún recuerdo los paseos maratónicos en solitario de hace diez o cinco años. Bien podría repetirlos o volver a ellos pero, ¿cuánto tiempo me tomará reponerme? Pienso que es inútil combatir la vejez, oponerse a ella como si eso la postergara. Apuesto por la adaptación: aceptar que mis capacidades irán a menos y ajustar mis esfuerzos al inevitable deterioro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más leídas