miércoles, 30 de noviembre de 2011

Saltar al vacío.

Últimamente no me ha sido tan difícil abrirme con personas que apenas conozco. Pero no bajo la guardia. He aprendido a vivir a la defensiva y me conservo así incluso ante quienes, después de haber sopesado, han resultado sinceros.

Se dice que hay que ser en extremo receloso con lo que en este medio decimos sobre nosotros. Tenemos que acorazarnos tras un «nick» que sugiera poco o nada sobre lo que somos y debemos ser reservados con nuestros datos personales. Lo cual a su vez, nos aísla.

Y sin embargo, si fuésemos del todo honestos, nos pondríamos en peligro y no necesariamente físico. Confesar alguna vulnerabilidad nos expone a ataques emocionales, malogrando nuestro ejercicio de sinceridad y confirmando que «ser uno mismo» es imposible y ni siquiera debe intentarse.

Entonces nos volvemos selectivos. Escogemos algunos fragmentos de nosotros, los menos valiosos, y los ofrecemos con indiferencia, porque no dicen mucho, y esperamos que quien los recibe se conforme con eso. Pero, ¿qué pasa cuando la otra persona es abierta? ¿no nos compromete eso a serlo también?

Porque siempre que alguien tiene intención de conocerme, se sincera como para demostrar que no es peligroso y porque espera la misma actitud a cambio. El triunfo de la comunicación es que dos personas permitan conocerse mutuamente, a fondo. Pero eso también las estrecha, las hace amigas. Y eso atenta contra su individualidad.

No sé si valga la pena el riesgo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El sentir inoportuno.

No puede ser que haya pasado un mes sin haber escrito aquí, donde se supone que me siento más libre. Hace quince días quería hacer un resumen de una semana relativamente pesada, que soporté muy bien e incluso me sirvió de acicate (suscitó meditaciones importantes). Es mi costumbre documentar mis procesos internos en momentos difíciles pero esa semana y la siguiente me evadí en un proyecto fallido, aquél intento de novela.

Ayer Domingo 27 desperté bastante inquieto. No sé por qué, pero de repente sentí una intensa nostalgia por C. Sybil, y un deseo asfixiante por saber de ella y contactarla. Estuve hundido en la cama, recordándola durante una hora. Pensé que lo primero que haría al levantarme sería enviarle un correo, pero fue una idea producto de la oleada de nostalgía que me invadía y no la llevé a cabo.

¿Qué podría decirle después de un año sin comunicarnos? Sería muy bajo y cínico de mi parte escribirle «Hola» como si nada hubiese pasado. Mi última respuesta fue despreciable... producto de sentirme un poco agredido, pero despreciable. No estuve a la altura y debí aceptar sus justas y merecidas reclamaciones. Excepto por una cosa: en el último mail que recibí de ella (de Diciembre del 2010), me acusaba de andar por ahí con el «cuento» de ser virgen, y que ella sabía que esto no era así.

Ya confesé que mi pérdida de la virginidad fue demasiado tardía, en Marzo del presente año (2011). Por eso me sentí calumniado cuando ella, tres meses antes, me acusó de mentir diciendo que era virgen. Y jamás mentí.

Pero mi sentir con respecto a ella no tiene relación con esto, sino con que este Domingo pasado, súbitamente desperté extrañándola. Y aunque no le envié ese correo, todavía ronda en mi mente hacerlo.

Pero al sentarme aquí e intentar escribirle unas líneas, me quedo en blanco. Me siento estúpido y culpable. También me refrena el pensar que no sería sano ni benéfico para ella. A estas alturas ya me habrá superado y olvidado, e intervenir de nuevo en su vida sólo le causaría estragos. Tal vez sólo pretendo colmar egoístamente mi propia nostalgia.

A veces pensábamos muy distinto; las más parecíamos almas gemelas. Pero ella ha sido la única mujer que realmente me ha amado.


jueves, 17 de noviembre de 2011

NaNoWriMo.

Miércoles, 5 de Octubre, 2011.

Desconectarse es buen estimulante para despertar la creatividad. El tiempo libre que hubiese ocupado navegando una y otra vez por las redes sociales, lo he invertido en pensar, hacer ejercicio y ahora escribir.

El próximo mes podría invertir mejor mi tiempo libre. Estoy pensando en participar en Nanowrimo (National Novel Writing Month, traducido como el Mes Nacional de Escribir una Novela). Ignoraba que esto existía hasta que lo leí en un twitter de alguien que sigo y también piensa participar. Ahí voy de borrego.

Es un concurso que se realiza anualmente en el que los participantes tienen el plazo de un mes para escribir una novela. No importa el tema ni la estructura. El objetivo es dedicarle tiempo y cumplir de una vez por todas, una de esas metas que siempre decimos que lograremos algún día pero siempre dejamos para después. La recompensa es la mera satisfacción de haberla logrado.

Realmente me entusiasmó saber que había algo como esto. Quizá es la motivación que necesitaba para embarcarme en un proyecto que siempre he tenido en mente y jamás he realizado. Durante un tiempo me propuse la posibilidad de ser escritor. Pero pensándolo bien se requieren cualidades que no tengo y que jamás podría desarrollar: cultura, buena redacción, amplio conocimiento del idioma y sobre todo, imaginación.

La virtud de Nanowrimo es que no exige rigor, así que hay lugar para todos. La idea es cumplir una meta y divertirse durante el proceso, así que no hay motivos para presionarse por el estilo o lo buena que nuestra novela pueda llegar a ser. El único requisito es que el escrito debe estar compuesto de al menos 50, 000 palabras, lo que sería en promedio unas 1667 palabras diarias. Otra regla es que la novela debe iniciarse justo el 1ro de Noviembre (y entregar la obra el 30 del mismo mes), pero es válido realizar esquemas previos.

Parece fácil, pero la verdad no tengo ni idea de cómo escribiría a ese ritmo durante un mes. Ni siquiera en este diario puedo hacerlo, ¡ni siquiera divagando podría hacerlo! Para colmo, no he elegido un tema. Se me ocurren un par de ideas, ambas muy convencionales. Sin embargo, el escritor frustrado que llevo dentro se siente entusiasmado ante la idea de embarcarse en este proyecto. Y si lo hiciera, no tendría una novela formal ni decente, pero sí un buen manuscrito de 50, 000 palabras.

No al Nanowrimo. 

Lunes, 17 de Octubre, 2011.

Ya lo he pensado bien. No voy a participar en NaNoWriMo. Mis condiciones actuales me lo impiden. Será un mero ejercicio libre cuya única regla demanda cierto número de palabras, pero no tengo la concentración para llevar a cabo siquiera ese requerimiento. No es que me falte el ánimo, pero no me siento apto para escribir sostenidamente durante un mes.

 Resulta un tanto patético desistir de un proyecto que no ha sido comenzado. Pero así son las cosas a veces. Uno se entusiasma ante la idea de emprender algo, le da vueltas en la cabeza un tiempo, comienza a vislumbrar los obstáculos, éstos comienzan a hacerse presentes. Sopesa uno sus posibilidades y después de tanto mareo mental, se renuncia.

Oh, pero seguiré al pendiente de lo que surja en NaNoWriMo, como mero observador.

Mi fallida incursión en NaNoWriMo.

Jueves, 17 de Noviembre, 2011.

Finalmente decidí participar.

Empecé con mucho ánimo (ya me veía restregándole en la cara a todo mundo mi novela publicada) pero el impulso creativo duró poco: menos de quince días. Este tipo de empresas requieren tiempo e inspiración, y yo no tengo lo uno ni lo otro. Además violé una recomendación importante que es divertirse escribiendo. Hice lo contrario: presionarme a lo tonto y tomármelo demasiado en serio. Pero cuando menos lo intenté, y no es un consuelo vano. Ahí dice en el FAQ de NaNoWriMo, «Win or lose, you rock for even trying».

Cuando inicié no tenía en mente nada interesante pero confiaba en que algo bueno surgiese en el proceso. Se me ocurrió una historia muy básica que se desarrolla en la actual Ciudad de México. Trata de un individuo de veintisiete años con severas dificultades para relacionarse con quienes le rodean, que vive más en sus pensamientos que en el mundo real y tiene una profunda a aversión a nuevas experiencias. Sí, es ligeramente auto-biográfico. Y digo «ligeramente» por que el personaje es como yo pero elevado a la millonésima potencia.

Tenía ganas de colocarlo en situaciones insólitas, pero todas involucraban zombies, abducciones extraterrestres y duelos mentales (tipo Scanners), cuestiones que se salían del cauce que las primeras líneas habían tomado. Lo que alcancé a escribir (poco más de 10,000 palabras en tres capítulos) antes de que la imaginación se agotara obviamente no es muy bueno, ni siquiera aceptable. Pero me sirvió como práctica y fue un interesante experimento.

Tal vez lo retome después. Por lo pronto ahí queda un borrador que gracias a NaNoWriMo ha brotado. El resultado obviamente es mediocre, solo una tentativa de alguien que está lejos de ser escritor.

"Epílogo de un Alma Inconclusa".

Capítulo 1: La cita esquizoide.

Capítulo 2: El rumbo incierto.

Capítulo 3: Hombre insignificante.

Capítulo 4 (incompleto): Demonios del parque.

La última vez que lloré.

Cuando murió mi gatito. Esa vez lloré como nunca lo había hecho desde hacía años. Creo que el contener el llanto hace que éste se acumule. Aquella vez lloré no solo por su pérdida, sino también por lo miserable que consideré toda mi vida en ese momento. Más de 10 años de virtual aislamiento en los que sólo tenía a ese compañero, que me acompañó mientras leía en en ese cuarto con muebles viejos; mientras escribía para sobrellevar las preocupaciones; mientras contemplaba planes imaginarios que nunca se realizarían; etcétera.

Trece años que vinieron a mi memoria de golpe, en los que mi único sostén emocional fue él. Pensaba haberme ya embrutecido con la soledad, y que ya nada podía afligirme, pero siempre subyacía el temor a su muerte. Cuando ésta se dio, me di cuenta que ese pequeño ser mantuvo con vida mi capacidad de demostrar afecto, la cual murió con él.

Esa fue la última vez que lloré, hace casi dos años. A veces creo que lo merezco. En la vida he sido bastante mezquino, y tomo su pérdida (a la cual, en un acto de inconsciencia, contribuí) como un castigo.

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