Trece años que vinieron a mi memoria de golpe, en los que mi único sostén emocional fue él. Pensaba haberme ya embrutecido con la soledad, y que ya nada podía afligirme, pero siempre subyacía el temor a su muerte. Cuando ésta se dio, me di cuenta que ese pequeño ser mantuvo con vida mi capacidad de demostrar afecto, la cual murió con él.
Esa fue la última vez que lloré, hace casi dos años. A veces creo que lo merezco. En la vida he sido bastante mezquino, y tomo su pérdida (a la cual, en un acto de inconsciencia, contribuí) como un castigo.

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