martes, 31 de julio de 2012
Efecto inesperado.
Jamás pensé que ese improvisado cuento semi-erótico le haya gustado. Será porque los personajes principales éramos nosotros. "A", la mujer sola en casa que viste solo un baby doll. Y Daniel, el amable fontanero que le ofrece sus habilidades con la "herramienta".
domingo, 29 de julio de 2012
Valores.
En una charla reciente se me cuestionó si era sincero.
Respondí que me considero sincero pero no completamente abierto. Hay muchas cosas que me reservo y nunca he estado en una situación en que deba demostrar sinceridad contundente a fin de satisfacer a terceros; tampoco permito que se me presione en ese sentido. Realmente no me importa mucho si se me llega a considerar honesto o deshonesto.
La verdad no creo mucho en los valores. Me parecen algo muy relativo y en base a mi experiencia, las personas que más insisten en ser honradas, íntegras, etc, resultan ser más corruptas que quienes no pensamos en esos términos.
Pero sí trato de seguir un lineamiento y es no perjudicar a nadie.
Hay quienes tienen sus principios bien definidos y rigen su vida con ellos, lo que los hace respetados y admirables ante la mayoría. Pero creen que eso les da derecho a juzgar a quienes no proceden igual. Eso me parece mezquino: conducirse con congruencia para, desde esa posición, acusar a otros ventajosamente cual autoridades morales. Ejercer tiranía a partir de los valores me parece despreciable.
Respondí que me considero sincero pero no completamente abierto. Hay muchas cosas que me reservo y nunca he estado en una situación en que deba demostrar sinceridad contundente a fin de satisfacer a terceros; tampoco permito que se me presione en ese sentido. Realmente no me importa mucho si se me llega a considerar honesto o deshonesto.
La verdad no creo mucho en los valores. Me parecen algo muy relativo y en base a mi experiencia, las personas que más insisten en ser honradas, íntegras, etc, resultan ser más corruptas que quienes no pensamos en esos términos.
Pero sí trato de seguir un lineamiento y es no perjudicar a nadie.
Hay quienes tienen sus principios bien definidos y rigen su vida con ellos, lo que los hace respetados y admirables ante la mayoría. Pero creen que eso les da derecho a juzgar a quienes no proceden igual. Eso me parece mezquino: conducirse con congruencia para, desde esa posición, acusar a otros ventajosamente cual autoridades morales. Ejercer tiranía a partir de los valores me parece despreciable.
sábado, 28 de julio de 2012
Dilema.
Me desvelé viendo una pésima película de terror que no entendí del todo y platicando con un par de amigas vía Internet. Le gusto a ambas y ellas me gustan a mi, aunque no nos conocemos físicamente. En un principio desprecié este medio por su naturaleza fría y artificial. Pero los humanos ya hemos aprendido a derivar sentimientos de aprecio o apego a través de un dispositivo electrónico y sentiría perder parte de mi alma si dejara de estar en contacto con ellas.
Una de mis amigas (S) no me atrae mucho físicamente, pero con ella puedo platicar abiertamente y de casi todo. Coincidimos en gustos y siempre sabe cómo hacerme plática. Tiene el don de la conversación. Hay personas capaces de hacer salir de su coraza al más introvertido. Pero tiene ciertos arrebatos y de repente comienza a despotricar a diestra y siniestra contra todo mundo, lo cual es tanto una virtud como un defecto, según la circunstancia. A veces conviene decir las cosas como son, otras conviene callar. Ella no se guarda nada, nunca.
Mi otra amiga (A) es efusiva, alegre y muy bella. Su mirada traviesa y coqueta me fascina. Desde un principio me hizo claras insinuaciones de sentirse atraída por mi ("mi cama te sigue esperando"), y yo jamás supe qué responder a sus confesiones tan directas, hasta recientemente. Pero siempre que platicamos siento una barrera. No logro conectar emocionalmente con ella. Nuestras conversaciones son tangenciales. Para que una plática sea satisfactoria debe tener profundidad, clímax, complicidad. Con ella no consigo ir más allá del halago, la reiterada confirmación de nuestra mutua atracción y lo que haríamos si estuviéramos juntos.
Si me decidiera, podría entablar una relación seria con cualquiera de las dos. Por cierto, ellas se conocen pero debido a un conflicto concluyeron su amistad. Cuando platico con una siento traicionar a la otra y viceversa, pues ambas tienen la esperanza de andar conmigo. Yo me pregunto por qué querrían andar con alguien que es tan poca cosa.
Cuando hay mutua atracción ya no es simple amistad, es algo más. Así que me he introducido en terreno peligroso, donde ambas pueden resultar lastimadas.
Una de mis amigas (S) no me atrae mucho físicamente, pero con ella puedo platicar abiertamente y de casi todo. Coincidimos en gustos y siempre sabe cómo hacerme plática. Tiene el don de la conversación. Hay personas capaces de hacer salir de su coraza al más introvertido. Pero tiene ciertos arrebatos y de repente comienza a despotricar a diestra y siniestra contra todo mundo, lo cual es tanto una virtud como un defecto, según la circunstancia. A veces conviene decir las cosas como son, otras conviene callar. Ella no se guarda nada, nunca.
Mi otra amiga (A) es efusiva, alegre y muy bella. Su mirada traviesa y coqueta me fascina. Desde un principio me hizo claras insinuaciones de sentirse atraída por mi ("mi cama te sigue esperando"), y yo jamás supe qué responder a sus confesiones tan directas, hasta recientemente. Pero siempre que platicamos siento una barrera. No logro conectar emocionalmente con ella. Nuestras conversaciones son tangenciales. Para que una plática sea satisfactoria debe tener profundidad, clímax, complicidad. Con ella no consigo ir más allá del halago, la reiterada confirmación de nuestra mutua atracción y lo que haríamos si estuviéramos juntos.
Si me decidiera, podría entablar una relación seria con cualquiera de las dos. Por cierto, ellas se conocen pero debido a un conflicto concluyeron su amistad. Cuando platico con una siento traicionar a la otra y viceversa, pues ambas tienen la esperanza de andar conmigo. Yo me pregunto por qué querrían andar con alguien que es tan poca cosa.
Cuando hay mutua atracción ya no es simple amistad, es algo más. Así que me he introducido en terreno peligroso, donde ambas pueden resultar lastimadas.
sábado, 7 de julio de 2012
Días de aplomo Pte 4.
Sábado, 7 de Julio de 2012.
12:14 PM.
Salí a las 10 AM a depositar $20 pesos de crédito a mi celular, para enviar algunos mensajes. En la puerta de entrada a la unidad me topé con unos vecinos. Les dio gusto verme. Me saludaron como si fuera un gran amigo para ellos, lo cual me sorprendió mucho y me agradó. Creo que no son tan fríos. Yo siempre he sido el distante. Me hicieron la plática y no me costó trabajo conversar con ellos mientras caminábamos. Se despidieron y cada quien partió por caminos distintos.
Ya habiendo regresado le envié un mensaje a una amiga que cumple años hoy ("S"), y me invitó a su cumpleaños con anticipación (antes de quedarme sin Internet) pero por obvias razones no podré asistir, aunque me habría gustado hacerlo si no fuera por mis condiciones de austeridad y timidez. Yo le gusto y me dijo que de cumpleaños querría un beso mío.
Quizá mañana se lo cumpla.
En cambio me cité con otra amiga ("M") a la que también le gusto, pero ella me intimida menos y además se lo debo porque la conozco desde hace tres años pero no en persona. Desde entonces ha querido conocerme. Y hoy estoy en vena. Solo tengo dinero para mis pasajes. No podré invitarle un helado siquiera. Pero ya era justo dejarme ver. Además le hará bien. Ella me ha dicho que soy el amor de su vida, que no quiere andar con nadie mas que yo, etc. Creo que hoy se desengañará y verá lo común y gris que soy. Quiero que eso pase; quiero perder valía ante ella para que deje de atormentarse por mi. A ella le pasa conmigo lo que a mi me ocurre con «Y»; no merece eso. Quedamos de vernos a las 4 de la tarde cerca de su casa.
Voy a ducharme y a comer algo. Mi dieta de hoy consistirá en huevo con arroz y ensalada.
Al regresar, usaré el crédito restante de mi celular para dedicarle una breve y explosiva llamada a la señorita «Y». Le diré que, aunque ella ya no me quiera, yo la quiero, la extraño y es el amor de mi vida. No ganaré nada con ello pero tampoco tengo qué perder. Después de estar tanto tiempo fuera de la vida, exponerme y volver a cometer errores hasta me da gusto.
Es hora de salir.
10:50 PM.
Regresé hace casi dos horas. Estuve con "M" desde las cuatro hasta las ocho en una plaza cerca de su casa. En cuando me vio, me abrazó. Estuvimos platicando y recorriendo la plaza, aunque la mayor parte del tiempo ella conversaba y yo escuchaba (siempre he sido pésimo para sostener conversaciones). Me habría gustado comprarle al menos un helado pero fue ella quien me lo invitó a mi. Sentados en una banca me abrazó, y buscaba mi ojos, pero me intimidaba y me hacía reír nerviosamente.
Sin embargo disfruté mucho su cercanía física y su cariño. "Ya hacía tiempo que nadie me abrazaba; ya me hacía falta", le dije. Del modo en que me abrazó, su cuello quedaba cerca de mi boca y no sé por qué, sentí el impulso de besarlo. A ella le gustó tanto como a mi. Nos dimos mucho cariño, pero yo me refrenaba por la gente alrededor. Me habría gustado estar con ella en un lugar más solitario, donde hubiera más intimidad. En un momento dado, me robó un beso. Pero fue tal mi nerviosismo que no le correspondí bien. Hacía tanto que no sentía otros labios tocar los míos.
Cuando la acompañe a tomar su pesero, le dije:
- Te dije que era como un robot. Ya ves que no mentí.
- Un robot no se pone nervioso; un robot no sonríe - me respondió.
Nos dimos un gran abrazo y me plantó un intenso y fugaz beso en la boca.A pesar de mi cortedad la traté bien, le correspondí lo más que pude y aunque no pudo disimular su aburrimiento, ya satisfizo su deseo de verme y besarme.
Basta un mínimo de confianza; solo eso. Y la vida comienza a tomar un cauce distinto.
Creo que ya me he demostrado tener el valor para hacer y lograr cosas que creía inaccesibles. Mi confianza ha sido parcialmente restaurada. A partir de ahora las cosas irán mejor.
12:14 PM.
Salí a las 10 AM a depositar $20 pesos de crédito a mi celular, para enviar algunos mensajes. En la puerta de entrada a la unidad me topé con unos vecinos. Les dio gusto verme. Me saludaron como si fuera un gran amigo para ellos, lo cual me sorprendió mucho y me agradó. Creo que no son tan fríos. Yo siempre he sido el distante. Me hicieron la plática y no me costó trabajo conversar con ellos mientras caminábamos. Se despidieron y cada quien partió por caminos distintos.
Ya habiendo regresado le envié un mensaje a una amiga que cumple años hoy ("S"), y me invitó a su cumpleaños con anticipación (antes de quedarme sin Internet) pero por obvias razones no podré asistir, aunque me habría gustado hacerlo si no fuera por mis condiciones de austeridad y timidez. Yo le gusto y me dijo que de cumpleaños querría un beso mío.
Quizá mañana se lo cumpla.
En cambio me cité con otra amiga ("M") a la que también le gusto, pero ella me intimida menos y además se lo debo porque la conozco desde hace tres años pero no en persona. Desde entonces ha querido conocerme. Y hoy estoy en vena. Solo tengo dinero para mis pasajes. No podré invitarle un helado siquiera. Pero ya era justo dejarme ver. Además le hará bien. Ella me ha dicho que soy el amor de su vida, que no quiere andar con nadie mas que yo, etc. Creo que hoy se desengañará y verá lo común y gris que soy. Quiero que eso pase; quiero perder valía ante ella para que deje de atormentarse por mi. A ella le pasa conmigo lo que a mi me ocurre con «Y»; no merece eso. Quedamos de vernos a las 4 de la tarde cerca de su casa.
Voy a ducharme y a comer algo. Mi dieta de hoy consistirá en huevo con arroz y ensalada.
Al regresar, usaré el crédito restante de mi celular para dedicarle una breve y explosiva llamada a la señorita «Y». Le diré que, aunque ella ya no me quiera, yo la quiero, la extraño y es el amor de mi vida. No ganaré nada con ello pero tampoco tengo qué perder. Después de estar tanto tiempo fuera de la vida, exponerme y volver a cometer errores hasta me da gusto.
Es hora de salir.
10:50 PM.
Regresé hace casi dos horas. Estuve con "M" desde las cuatro hasta las ocho en una plaza cerca de su casa. En cuando me vio, me abrazó. Estuvimos platicando y recorriendo la plaza, aunque la mayor parte del tiempo ella conversaba y yo escuchaba (siempre he sido pésimo para sostener conversaciones). Me habría gustado comprarle al menos un helado pero fue ella quien me lo invitó a mi. Sentados en una banca me abrazó, y buscaba mi ojos, pero me intimidaba y me hacía reír nerviosamente.
Sin embargo disfruté mucho su cercanía física y su cariño. "Ya hacía tiempo que nadie me abrazaba; ya me hacía falta", le dije. Del modo en que me abrazó, su cuello quedaba cerca de mi boca y no sé por qué, sentí el impulso de besarlo. A ella le gustó tanto como a mi. Nos dimos mucho cariño, pero yo me refrenaba por la gente alrededor. Me habría gustado estar con ella en un lugar más solitario, donde hubiera más intimidad. En un momento dado, me robó un beso. Pero fue tal mi nerviosismo que no le correspondí bien. Hacía tanto que no sentía otros labios tocar los míos.
Cuando la acompañe a tomar su pesero, le dije:
- Te dije que era como un robot. Ya ves que no mentí.
- Un robot no se pone nervioso; un robot no sonríe - me respondió.
Nos dimos un gran abrazo y me plantó un intenso y fugaz beso en la boca.A pesar de mi cortedad la traté bien, le correspondí lo más que pude y aunque no pudo disimular su aburrimiento, ya satisfizo su deseo de verme y besarme.
Basta un mínimo de confianza; solo eso. Y la vida comienza a tomar un cauce distinto.
Creo que ya me he demostrado tener el valor para hacer y lograr cosas que creía inaccesibles. Mi confianza ha sido parcialmente restaurada. A partir de ahora las cosas irán mejor.

viernes, 6 de julio de 2012
Días de aplomo Pte 3.
Viernes 6 de Julio, 2012.
8:33 AM.
Me dispongo a salir dentro de unas horas de nuevo a Insurgentes. Voy a entregar una solicitud al local donde vi la vacante ayer. Estoy levemente nervioso pero ya no es una angustia tremenda como la que experimentaba hace tres, cinco o siete años.
Pero tampoco me hago muchas ilusiones. Si bien para mi es todo un logro lo que he hecho estos tres días, es apenas el inicio del proceso de volver al mundo. Además, no es el gran empleo y quizá no lo obtenga. Quizá no paguen lo suficiente o el horario no me convenga (si hay qué salir demasiado tardé no tendría modo de regresar a casa). Pero lo menos que puedo hacer es entregar esa solicitud y ver qué pasa.
Hasta ahora todo me ha resultado más o menos sencillo. Incluso esa maldita cerradura me importa poco (sigo teniendo problemas con ella). La mayor dificultad que he enfrentado ha sido llenar la solicitud de empleo. Dejé pasar mucho tiempo entre un empleo y otro, y me avergüenza admitir mi problema. Lo que hice fue modificar las fechas. Quizá esta mal, pero creo que también se vale y en todo caso, no sería una gran tragedia si me descubren. Nadie puede juzgarme por tan nimio detalle.
No tengo Internet desde el Martes y no tengo con qué pagarlo, así que escribo estas líneas «offline». Extraño mi «dosis» de redes sociales. Odio esos locales por su falta de intimidad y mi desconfianza a los «keyloggers» pero si me es posible iré a un café Internet a actualizarme de lo que ha ocurrido y responder y enviar mensajes. «Toques» para todos, para que sepan que aún existo. Está de más decir qué muro es el que realmente me interesa. Acceder a su muro me hará bien; leer su interacción con su «aven» me destrozará. Prefiero eso a no saber nada de ella.
12:45 PM.
Regresé hace 20 minutos. De ida hice un pequeño cambio de ruta. Me bajé en otra estación para ubicar mi módulo IFE y tramitar mi credencial de elector. Sentí un poco de nervio al acercarme al encargado y pedirle informes. Me dijo muy amablemente que regresara el Lunes. No tengo ningún problema en ir el Lunes, excepto porque me estoy quedando sin dinero y quizá no pueda costear los pasajes. Pero iré de todos modos. No quiero que una credencial represente un obstáculo para obtener empleo.
Y ya he confesado que no obtuve el empleo, pero aún así quiero detallar el evento. Al salir de la estación busqué un lugar para sentarme y calmar mis nervios. Desde ayer noté que, aunque la presencia de extraños no me perturba, hablar con o dirigirme a ellos sí. Me embargó esa sensación de «estar como en un sueño» que se produce cuando mi cerebro no digiere la cantidad de estímulos alrededor. Después experimenté esa electricidad que recorre la boca del estómago, tragué saliva varias veces y me sentí paralizado. Ataque de pánico. Mi viejo amigo.
Pero no neutralizó mi voluntad. Intenté contrarrestarlo con la idea de que estaba ahí por voluntad propia y que podía regresar en cualquier momento si quisiera, pues nadie me estaba obligando a ese evento. Pensé que preguntar por un empleo es lo más normal del mundo y no debería convertirlo en un incidente terrible. Después de diez minutos recuperé la calma y me encaminé al local.
Le presenté mi solicitud al dueño que por fin me dio más datos. Infortunadamente la hora de salida era a las 12 de la noche. Hice un poco de plática (no sé de dónde me surgió); finalmente le di las gracias, estreché su mano y salí. Me sentí nervioso pero también me anoté un pequeño triunfo.
Recorrí calles aledañas en busca de otra vacante y di con ella en otro restaurante, muy elegante. Salió el cheff a entrevistarme y me sorprendió. Le calculé 25 años cuando mucho. Un joven muy amable. Tenía un elaborado tatuaje en el antebrazo izquierdo. Siempre he tenido el concepto de un cheff como una persona mayor, absorta en su trabajo y carente de personalidad. Hoy descubrí que se puede ser cheff y «cool» al mismo tiempo. Tampoco tomé el empleo por el horario, que era de 4 PM a 12 AM. Me devolvió mi solicitud, nos despedimos y seguí mi camino de vuelta a casa.
Inmediatamente caí en cuenta de mi error. Todos los locales de esa zona cierran tarde. No importa a dónde preguntara, no podría tomar la oportunidad por lo mismo. Pero estos eventos me sirvieron mucho para re-acostumbrarme al trato con la gente. Lo que me pesa es que, de no ser por la distancia, ya tendría trabajo.
Este revés me hizo ver algo. Antes hubiera culpado a la vida por este "fracaso". Pero no fue la vida, sino la complejidad de circunstancias que los seres humanos creamos. Contra ellas me he estrellado y eso es la causa de las cosas malas que suelen ocurrirme. La vida no es un ente oscuro, ni está en mi contra.
De regreso estaba atento a los café Internet pero por algún proceso interno que aún no logro detectar, mi resolución de la mañana cedió a cierto desgano. Creo que han sido demasiadas emociones por hoy, y no soportaría ver un nuevo post entre ella y su "aven". En cambio tomé la súbita decisión de cambiarle la correa a mi reloj. Un gasto necesario, mas no prioritario. Estoy acostumbrado a usar reloj. No soy supersticioso pero es como un «amuleto». Me pone en un «mood» de «estar preparado para la acción» y sin él me siento desarmado, desnudo.
Mi última reflexión se enfoca en cuán sugestionable puedo llegar a ser. Es increíble que lo más normal como dirigirme a un desconocido o ser abordado por uno, o exponerme a entornos nuevos, altere tanto mi estado interno. Creo que además de la falta de costumbre, mi nerviosismo se debe a que no he comido bien; eso afecta las redes neuronales y disminuye las facultades intelectuales.
Y vuelven a escasear mis recursos. Apenas tengo para comer y no será una dieta precisamente adecuada. Estoy desempleado, con pocas oportunidades de obtener empleo, solo, incomunicado, lidiando con mis temores. Pero nada de eso se compara con la tristeza de extrañar a «Y».
A pesar de mi miseria, me he planteado un propósito: deshacerme por completo de la timidez. No quedará en mi psique ni rastro de ella.
8:33 AM.
Me dispongo a salir dentro de unas horas de nuevo a Insurgentes. Voy a entregar una solicitud al local donde vi la vacante ayer. Estoy levemente nervioso pero ya no es una angustia tremenda como la que experimentaba hace tres, cinco o siete años.
Pero tampoco me hago muchas ilusiones. Si bien para mi es todo un logro lo que he hecho estos tres días, es apenas el inicio del proceso de volver al mundo. Además, no es el gran empleo y quizá no lo obtenga. Quizá no paguen lo suficiente o el horario no me convenga (si hay qué salir demasiado tardé no tendría modo de regresar a casa). Pero lo menos que puedo hacer es entregar esa solicitud y ver qué pasa.
Hasta ahora todo me ha resultado más o menos sencillo. Incluso esa maldita cerradura me importa poco (sigo teniendo problemas con ella). La mayor dificultad que he enfrentado ha sido llenar la solicitud de empleo. Dejé pasar mucho tiempo entre un empleo y otro, y me avergüenza admitir mi problema. Lo que hice fue modificar las fechas. Quizá esta mal, pero creo que también se vale y en todo caso, no sería una gran tragedia si me descubren. Nadie puede juzgarme por tan nimio detalle.
No tengo Internet desde el Martes y no tengo con qué pagarlo, así que escribo estas líneas «offline». Extraño mi «dosis» de redes sociales. Odio esos locales por su falta de intimidad y mi desconfianza a los «keyloggers» pero si me es posible iré a un café Internet a actualizarme de lo que ha ocurrido y responder y enviar mensajes. «Toques» para todos, para que sepan que aún existo. Está de más decir qué muro es el que realmente me interesa. Acceder a su muro me hará bien; leer su interacción con su «aven» me destrozará. Prefiero eso a no saber nada de ella.
12:45 PM.
Regresé hace 20 minutos. De ida hice un pequeño cambio de ruta. Me bajé en otra estación para ubicar mi módulo IFE y tramitar mi credencial de elector. Sentí un poco de nervio al acercarme al encargado y pedirle informes. Me dijo muy amablemente que regresara el Lunes. No tengo ningún problema en ir el Lunes, excepto porque me estoy quedando sin dinero y quizá no pueda costear los pasajes. Pero iré de todos modos. No quiero que una credencial represente un obstáculo para obtener empleo.
Y ya he confesado que no obtuve el empleo, pero aún así quiero detallar el evento. Al salir de la estación busqué un lugar para sentarme y calmar mis nervios. Desde ayer noté que, aunque la presencia de extraños no me perturba, hablar con o dirigirme a ellos sí. Me embargó esa sensación de «estar como en un sueño» que se produce cuando mi cerebro no digiere la cantidad de estímulos alrededor. Después experimenté esa electricidad que recorre la boca del estómago, tragué saliva varias veces y me sentí paralizado. Ataque de pánico. Mi viejo amigo.
Pero no neutralizó mi voluntad. Intenté contrarrestarlo con la idea de que estaba ahí por voluntad propia y que podía regresar en cualquier momento si quisiera, pues nadie me estaba obligando a ese evento. Pensé que preguntar por un empleo es lo más normal del mundo y no debería convertirlo en un incidente terrible. Después de diez minutos recuperé la calma y me encaminé al local.
Le presenté mi solicitud al dueño que por fin me dio más datos. Infortunadamente la hora de salida era a las 12 de la noche. Hice un poco de plática (no sé de dónde me surgió); finalmente le di las gracias, estreché su mano y salí. Me sentí nervioso pero también me anoté un pequeño triunfo.
Recorrí calles aledañas en busca de otra vacante y di con ella en otro restaurante, muy elegante. Salió el cheff a entrevistarme y me sorprendió. Le calculé 25 años cuando mucho. Un joven muy amable. Tenía un elaborado tatuaje en el antebrazo izquierdo. Siempre he tenido el concepto de un cheff como una persona mayor, absorta en su trabajo y carente de personalidad. Hoy descubrí que se puede ser cheff y «cool» al mismo tiempo. Tampoco tomé el empleo por el horario, que era de 4 PM a 12 AM. Me devolvió mi solicitud, nos despedimos y seguí mi camino de vuelta a casa.
Inmediatamente caí en cuenta de mi error. Todos los locales de esa zona cierran tarde. No importa a dónde preguntara, no podría tomar la oportunidad por lo mismo. Pero estos eventos me sirvieron mucho para re-acostumbrarme al trato con la gente. Lo que me pesa es que, de no ser por la distancia, ya tendría trabajo.
Este revés me hizo ver algo. Antes hubiera culpado a la vida por este "fracaso". Pero no fue la vida, sino la complejidad de circunstancias que los seres humanos creamos. Contra ellas me he estrellado y eso es la causa de las cosas malas que suelen ocurrirme. La vida no es un ente oscuro, ni está en mi contra.
De regreso estaba atento a los café Internet pero por algún proceso interno que aún no logro detectar, mi resolución de la mañana cedió a cierto desgano. Creo que han sido demasiadas emociones por hoy, y no soportaría ver un nuevo post entre ella y su "aven". En cambio tomé la súbita decisión de cambiarle la correa a mi reloj. Un gasto necesario, mas no prioritario. Estoy acostumbrado a usar reloj. No soy supersticioso pero es como un «amuleto». Me pone en un «mood» de «estar preparado para la acción» y sin él me siento desarmado, desnudo.
Mi última reflexión se enfoca en cuán sugestionable puedo llegar a ser. Es increíble que lo más normal como dirigirme a un desconocido o ser abordado por uno, o exponerme a entornos nuevos, altere tanto mi estado interno. Creo que además de la falta de costumbre, mi nerviosismo se debe a que no he comido bien; eso afecta las redes neuronales y disminuye las facultades intelectuales.
Y vuelven a escasear mis recursos. Apenas tengo para comer y no será una dieta precisamente adecuada. Estoy desempleado, con pocas oportunidades de obtener empleo, solo, incomunicado, lidiando con mis temores. Pero nada de eso se compara con la tristeza de extrañar a «Y».
A pesar de mi miseria, me he planteado un propósito: deshacerme por completo de la timidez. No quedará en mi psique ni rastro de ella.

jueves, 5 de julio de 2012
Días de aplomo Pte 2.
Jueves 5 de Julio, 2012.
Salí de casa poco después de las 10 AM. Tomé el metro después de más de un año de no hacerlo. La última vez que lo hice fue el día de mi único y hermoso encuentro con la señorita «Y». Pero hoy fui a las calles que conocí en mi infancia, en la colonia Roma. Mi madre trabajó ahí, y nos apuntó en la escuela primaria que se ubicaba a la vuelta en la misma cuadra; distancia que entonces me parecía inmensa.
Al subir al Metro pensé que el contacto inmediato con otros me pondría tenso. Antes me sentía observado por todo mundo. Ahora me doy cuenta que solo eran complejos míos: soy solo uno de tantos, y lo que haga o cómo luzca carece por completo de importancia. No soy un «bicho raro». Incluso tuve varios roces con algunos pasajeros y caí en cuenta de algo: la gente en su mayoría no es mala.
Me sentí un poco desubicado al salir del metro pues no reconocí de inmediato el entorno, que por cierto estaba un poco cambiado. Pero me ubiqué rápidamente y comencé mi largo recorrido desde el Metro Chilpancingo hasta el metro Insurgentes. Siempre me ha gustado esa caminata. La aprendí de un viejo amigo a quien ya no veo. Hacíamos esa caminata hace seis años, cuando buscábamos trabajo. Él insistía en que en esa zona encontraríamos algo.
Llegué a la avenida Álvaro Obregón, que recorrí hasta la calle de Orizaba. No ha cambiado mucho y conserva su magia. Pero las calles me parecen más pequeñas. Pasé por mi escuela. Pasé por el lugar donde mi madre trabajaba; nostalgia. Anduve por calles aledañas hasta llegar al Parque Río de Janeiro. No recordaba lo magnífica que era su fuente. Me senté en una banca a disfrutar el ambiente. Estuve ahí durante 20 minutos, quizá más. Entretanto surgieron algunas reflexiones. Pensé con más intensidad en «Y». ¿Qué pasaría si supiera de mi lamentable estado? La imaginé nuevamente con su «aven» veinteañero y sentí una contracción en el estómago. Recordé a mi madre en ese parque con mi hermano y conmigo hace más de veinte años. Sentí que parte de nuestras almas permanecen ahí.
Abrumado por los estímulos (que no asustado ni angustiado) cerré los ojos por un momento y el agua de la fuente, las voces de la gente y demás sonidos me fueron muy gratos. Abrí los ojos y sentí recuperar lucidez. Repetí el ejercicio dos veces más y la experiencia de estar ahí fue más gratificante. Era como si me hubiera reconciliado con la vida.
Entonces caí en cuenta que lo había logrado. Logré salir otra vez. Rompí con mi oscuro encierro de meses. Y de mi corazón surgió un anhelo profundo y violento: no quiero estar encerrado más. Quiero estar afuera, no importa qué pase. Quiero que la vida me sorprenda, quiero lograr cosas. Quiero equivocarme, permitirme ser humano. Me prometí que no volvería a pasar un solo día sin salir de casa, aunque fuera a dar la vuelta por ahí, como solía hacer antes. Y tener siempre las cortinas abiertas para que entre la luz.
Me levanté.
A veces las cosas son más fáciles de lo que uno se imagina.
Me encaminé al Metro Insurgentes, para regresar a casa. Y al recorrer el contorno de la glorieta recordé una calle donde había restaurantes. Fui hacia allá por curiosidad. Vi que en uno de ellos había vacantes.
Quiero que se comprenda algo. A los socio-fóbicos nos supone un reto terrible lo que una persona sana realiza casi sin darle importancia, como hablar con extraños o buscar empleo. Nos es insoportable acercarnos a un desconocido y preguntarle cualquier cosa.
Pues esta vez no titubeé. No dudé en acercarme al empleado que se encontraba afuera y pedirle informes.
Buenos días -le dije-. Disculpa, ¿todavía están solicitando personal?
-Sí, todavía.
-¿Cuánto están pagando?
-Necesitas traer una solicitud y te damos informes.
-Muchas gracias, hasta luego - concluí amablemente y me fui.
Me pregunto por qué antes me costaba trabajo lo que en verdad es tan sencillo. Si bien aquél empleado tenía un semblante severo, no me intimidó. La gente hosca solía intimidarme pero por lo general es inofensiva. Y finalmente, la actitud que otros adopten en realidad no me afecta ni tiene por qué afectarme. Pero no me hice consciente de eso hasta hoy.
Así que mañana iré con una solicitud de empleo. Y si acaso la vacante ya está ocupada, ¡qué importa! Por mí no quedó. Hice mi parte. Y así como di casualmente con esa oportunidad, se me presentarán otras y no tendré problema en tomarlas.
Pero sigo pensando en la causa de esta inusual seguridad. Y sigue siendo lo abrumador que me resulta la distancia e indiferencia de «Y». Ante la melancolía que eso me produce, toda dificultad palidece. Y parece que estoy buscando estímulos que me liberen o distraigan de esa tortura.
Al menos ese sufrimiento ha desencadenado algo bueno.
Una vez más: gracias mi querida señorita «Y».
Salí de casa poco después de las 10 AM. Tomé el metro después de más de un año de no hacerlo. La última vez que lo hice fue el día de mi único y hermoso encuentro con la señorita «Y». Pero hoy fui a las calles que conocí en mi infancia, en la colonia Roma. Mi madre trabajó ahí, y nos apuntó en la escuela primaria que se ubicaba a la vuelta en la misma cuadra; distancia que entonces me parecía inmensa.
Al subir al Metro pensé que el contacto inmediato con otros me pondría tenso. Antes me sentía observado por todo mundo. Ahora me doy cuenta que solo eran complejos míos: soy solo uno de tantos, y lo que haga o cómo luzca carece por completo de importancia. No soy un «bicho raro». Incluso tuve varios roces con algunos pasajeros y caí en cuenta de algo: la gente en su mayoría no es mala.
Me sentí un poco desubicado al salir del metro pues no reconocí de inmediato el entorno, que por cierto estaba un poco cambiado. Pero me ubiqué rápidamente y comencé mi largo recorrido desde el Metro Chilpancingo hasta el metro Insurgentes. Siempre me ha gustado esa caminata. La aprendí de un viejo amigo a quien ya no veo. Hacíamos esa caminata hace seis años, cuando buscábamos trabajo. Él insistía en que en esa zona encontraríamos algo.
Llegué a la avenida Álvaro Obregón, que recorrí hasta la calle de Orizaba. No ha cambiado mucho y conserva su magia. Pero las calles me parecen más pequeñas. Pasé por mi escuela. Pasé por el lugar donde mi madre trabajaba; nostalgia. Anduve por calles aledañas hasta llegar al Parque Río de Janeiro. No recordaba lo magnífica que era su fuente. Me senté en una banca a disfrutar el ambiente. Estuve ahí durante 20 minutos, quizá más. Entretanto surgieron algunas reflexiones. Pensé con más intensidad en «Y». ¿Qué pasaría si supiera de mi lamentable estado? La imaginé nuevamente con su «aven» veinteañero y sentí una contracción en el estómago. Recordé a mi madre en ese parque con mi hermano y conmigo hace más de veinte años. Sentí que parte de nuestras almas permanecen ahí.

Abrumado por los estímulos (que no asustado ni angustiado) cerré los ojos por un momento y el agua de la fuente, las voces de la gente y demás sonidos me fueron muy gratos. Abrí los ojos y sentí recuperar lucidez. Repetí el ejercicio dos veces más y la experiencia de estar ahí fue más gratificante. Era como si me hubiera reconciliado con la vida.
Entonces caí en cuenta que lo había logrado. Logré salir otra vez. Rompí con mi oscuro encierro de meses. Y de mi corazón surgió un anhelo profundo y violento: no quiero estar encerrado más. Quiero estar afuera, no importa qué pase. Quiero que la vida me sorprenda, quiero lograr cosas. Quiero equivocarme, permitirme ser humano. Me prometí que no volvería a pasar un solo día sin salir de casa, aunque fuera a dar la vuelta por ahí, como solía hacer antes. Y tener siempre las cortinas abiertas para que entre la luz.
Me levanté.
A veces las cosas son más fáciles de lo que uno se imagina.
Me encaminé al Metro Insurgentes, para regresar a casa. Y al recorrer el contorno de la glorieta recordé una calle donde había restaurantes. Fui hacia allá por curiosidad. Vi que en uno de ellos había vacantes.
Quiero que se comprenda algo. A los socio-fóbicos nos supone un reto terrible lo que una persona sana realiza casi sin darle importancia, como hablar con extraños o buscar empleo. Nos es insoportable acercarnos a un desconocido y preguntarle cualquier cosa.
Pues esta vez no titubeé. No dudé en acercarme al empleado que se encontraba afuera y pedirle informes.
Buenos días -le dije-. Disculpa, ¿todavía están solicitando personal?
-Sí, todavía.
-¿Cuánto están pagando?
-Necesitas traer una solicitud y te damos informes.
-Muchas gracias, hasta luego - concluí amablemente y me fui.
Me pregunto por qué antes me costaba trabajo lo que en verdad es tan sencillo. Si bien aquél empleado tenía un semblante severo, no me intimidó. La gente hosca solía intimidarme pero por lo general es inofensiva. Y finalmente, la actitud que otros adopten en realidad no me afecta ni tiene por qué afectarme. Pero no me hice consciente de eso hasta hoy.
Así que mañana iré con una solicitud de empleo. Y si acaso la vacante ya está ocupada, ¡qué importa! Por mí no quedó. Hice mi parte. Y así como di casualmente con esa oportunidad, se me presentarán otras y no tendré problema en tomarlas.
Pero sigo pensando en la causa de esta inusual seguridad. Y sigue siendo lo abrumador que me resulta la distancia e indiferencia de «Y». Ante la melancolía que eso me produce, toda dificultad palidece. Y parece que estoy buscando estímulos que me liberen o distraigan de esa tortura.
Al menos ese sufrimiento ha desencadenado algo bueno.
Una vez más: gracias mi querida señorita «Y».
miércoles, 4 de julio de 2012
Días de aplomo.
Miércoles 4 de Julio, 2012.
Fue el 27 de Abril la última vez que salí de casa. Hasta hoy. En la unidad habitacional donde vivo instalaron una cerradura de seguridad que me era complicada de abrir. La última vez luché con ella durante tres o cinco minutos. Aquella vez me sentí ridículo pero no me afectó, debido a ciertas cosas que tenía en mente, las cuales me preocupaban más que mi incapacidad para salir o entrar de la unidad en que vivo. Después volví a mi habitual inseguridad. Sé que es una estupidez pero la sola idea de enfrentar nuevamente esa cerradura me mantuvo encerrado tres meses.
Pero las mismas adversidades que aquella vez convirtieron la cerradura en algo insignificante, se hicieron presentes esta semana, modificando otra vez mi estado psicológico. Es un fenómeno muy extraño. Parece que un modo de superar un estimulo adverso es padecer otro más adverso aún. Eso le resta valor al primero, y así es más fácil de superar.
Ahora viene lo absurdo: aquél estímulo más adverso que intentar abrir una cerradura es un amor no correspondido (siento machacar tanto con el tema). Pensar obsesivamente en aquella persona que me ha reemplazado por otra (¿qué puede hacer un torpe y patético socio-fóbico contra un carismático y experimentado «aven» diez años menor?). Saber y presenciar la «tensión sexual», la familiaridad o la complicidad entre ambos, y las señales que se envían (esas palabras comunes pero cuyo significado solo ellos entienden) produce una desazón asfixiante, un hueco en el estómago. Y pensar en ellos entregándose mutuamente, amándose, me resulta insoportable. A veces, cuando me dispongo a dormir, esas ideas vienen de súbito y me brinca el corazón, malogrando mi sueño. Esta situación resulta una magna adversidad para mi, y una simple cerradura o el trato con vecinos o desconocidos, son eventos pueriles en comparación con aquello que ha consumido mi mundo interior entero.
Salí. Cosa extraña, no me costó trabajo abrir la cerradura. Y me regalé una larga caminata por las calles que me gustan. Disfruté estar afuera; necesitaba despejar mi mente. Me gustó ver cuántas cosas han cambiado y cuántas otras siguen igual. Vi a un par de chicos llenando solicitudes de empleo y pensé que tengo qué hacer lo mismo. Entré a un mini-super y compré una botella de agua. Me enorgullecí de mi condición física por caminar sin problema las mismas distancias que hace 7 años. Veía a la gente y no me acomplejó ser observado, como de ordinario me ocurre desde hace 20 años. Pero hoy fue diferente porque mi obsesión con ella, la mujer de mi vida, a quien solo vi y amé una vez, me pesa más que todos los complejos arraigados.
Todo es relativo.
¡Qué horrible es la pesadilla del desamor que estoy viviendo! Pero qué satisfactorio liberarse al menos temporalmente de casi todos los miedos gracias a ella. Al menos por ahora, ya no tengo miedo a salir.
Fue el 27 de Abril la última vez que salí de casa. Hasta hoy. En la unidad habitacional donde vivo instalaron una cerradura de seguridad que me era complicada de abrir. La última vez luché con ella durante tres o cinco minutos. Aquella vez me sentí ridículo pero no me afectó, debido a ciertas cosas que tenía en mente, las cuales me preocupaban más que mi incapacidad para salir o entrar de la unidad en que vivo. Después volví a mi habitual inseguridad. Sé que es una estupidez pero la sola idea de enfrentar nuevamente esa cerradura me mantuvo encerrado tres meses.
Pero las mismas adversidades que aquella vez convirtieron la cerradura en algo insignificante, se hicieron presentes esta semana, modificando otra vez mi estado psicológico. Es un fenómeno muy extraño. Parece que un modo de superar un estimulo adverso es padecer otro más adverso aún. Eso le resta valor al primero, y así es más fácil de superar.
Ahora viene lo absurdo: aquél estímulo más adverso que intentar abrir una cerradura es un amor no correspondido (siento machacar tanto con el tema). Pensar obsesivamente en aquella persona que me ha reemplazado por otra (¿qué puede hacer un torpe y patético socio-fóbico contra un carismático y experimentado «aven» diez años menor?). Saber y presenciar la «tensión sexual», la familiaridad o la complicidad entre ambos, y las señales que se envían (esas palabras comunes pero cuyo significado solo ellos entienden) produce una desazón asfixiante, un hueco en el estómago. Y pensar en ellos entregándose mutuamente, amándose, me resulta insoportable. A veces, cuando me dispongo a dormir, esas ideas vienen de súbito y me brinca el corazón, malogrando mi sueño. Esta situación resulta una magna adversidad para mi, y una simple cerradura o el trato con vecinos o desconocidos, son eventos pueriles en comparación con aquello que ha consumido mi mundo interior entero.
Salí. Cosa extraña, no me costó trabajo abrir la cerradura. Y me regalé una larga caminata por las calles que me gustan. Disfruté estar afuera; necesitaba despejar mi mente. Me gustó ver cuántas cosas han cambiado y cuántas otras siguen igual. Vi a un par de chicos llenando solicitudes de empleo y pensé que tengo qué hacer lo mismo. Entré a un mini-super y compré una botella de agua. Me enorgullecí de mi condición física por caminar sin problema las mismas distancias que hace 7 años. Veía a la gente y no me acomplejó ser observado, como de ordinario me ocurre desde hace 20 años. Pero hoy fue diferente porque mi obsesión con ella, la mujer de mi vida, a quien solo vi y amé una vez, me pesa más que todos los complejos arraigados.
Todo es relativo.

¡Qué horrible es la pesadilla del desamor que estoy viviendo! Pero qué satisfactorio liberarse al menos temporalmente de casi todos los miedos gracias a ella. Al menos por ahora, ya no tengo miedo a salir.
martes, 3 de julio de 2012
"Wings of Despair". Kamelot.
Abajo en la base de la montaña
De vez en cuando soy débil y temeroso
Cansado y harto de todo
No creo que mi historia esté escrita
Nada está destinado o definido
Ligado a este cuerpo, un mundo lleno de odio
Nadie hará caso si caigo
Nadie puede verlo pero tú sabes que está ahí
Guiando los pasos de tu alma
Sosteniendo la verdad que llevas en la cruz
Morir con un corazón intrépido
Vuela en las alas de la desesperación
Nadie te está sosteniendo
El llamado de la naturaleza es interno
Oh, después conquista el silencio al que temes
Mañana no oscurecerá
Un nuevo día está amaneciendo, recuerda
Nadie puede salvarte hoy
Las preguntas son más que las respuestas que conozco
Eso no significa que estés solo
En busca de más metas consecutivas
Haciendo que valga la pena seguir
Nadie puede verlo pero tú sabes que está ahí
Guiando los pasos de tu alma
Sosteniendo la verdad que llevas en la cruz
Morir con un corazón intrépido
Vuela en las alas de la desesperación
Nadie te está sosteniendo
El llamado de la naturaleza es interno
Oh, después conquista el silencio al que temes
Mañana no oscurecerá
Un nuevo día está amaneciendo, recuerda
Nadie puede salvarte hoy
Tú, y sólo tú, estás forjando el camino
Deja tus penas con el pasado
Nunca creas que la historia está escrita
Nada está destinado o definido
Ligado a este cuerpo, un mundo lleno de odio
Nadie hará caso si caes
Nadie puede verlo pero tú sabes que está ahí
Guiando los pasos de tu alma
Sosteniendo la verdad que llevas en la cruz
Morir con un corazón intrépido
Vuela en las alas de la desesperación
Nadie te está sosteniendo
El llamado de la naturaleza es interno
Oh, después conquista el silencio al que temes
Mañana no oscurecerá
Un nuevo día está amaneciendo, recuerda
Nadie puede salvarte hoy
Vuela en las alas de la desesperación
Nadie te está sosteniendo
El llamado de la naturaleza es interno
Oh, después conquista el silencio al que temes
Mañana no oscurecerá
Un nuevo día está amaneciendo, recuerda
domingo, 1 de julio de 2012
Recuerdos incómodos.
No sé por qué me vino esto a la mente.
Una de las más extrañas confesiones que he escuchado fue el día posterior a la muerte de mi hermano. Mi padre me invitó a comer a un restaurante. Sentados a la mesa comenzó a repasar las pérdidas en la familia y dijo extrañar a mi madre. En algún momento soltó la frase «sí he tenido otras viejas pero...» acompañada de un llanto fingido.
Habrá pensado que la tragedia reciente me haría empatizar con él. Pero me pareció una confesión de mal gusto. En primer lugar, su vida no me interesa mucho. En segundo, el chantaje mediante falsas lágrimas me parece reprobable y más aún en medio de un duelo por una pérdida. Y en tercero, odio que alguien se refiera despectivamente a las mujeres como «viejas».
Una de las más extrañas confesiones que he escuchado fue el día posterior a la muerte de mi hermano. Mi padre me invitó a comer a un restaurante. Sentados a la mesa comenzó a repasar las pérdidas en la familia y dijo extrañar a mi madre. En algún momento soltó la frase «sí he tenido otras viejas pero...» acompañada de un llanto fingido.
Habrá pensado que la tragedia reciente me haría empatizar con él. Pero me pareció una confesión de mal gusto. En primer lugar, su vida no me interesa mucho. En segundo, el chantaje mediante falsas lágrimas me parece reprobable y más aún en medio de un duelo por una pérdida. Y en tercero, odio que alguien se refiera despectivamente a las mujeres como «viejas».
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