8:33 AM.
Me dispongo a salir dentro de unas horas de nuevo a Insurgentes. Voy a entregar una solicitud al local donde vi la vacante ayer. Estoy levemente nervioso pero ya no es una angustia tremenda como la que experimentaba hace tres, cinco o siete años.
Pero tampoco me hago muchas ilusiones. Si bien para mi es todo un logro lo que he hecho estos tres días, es apenas el inicio del proceso de volver al mundo. Además, no es el gran empleo y quizá no lo obtenga. Quizá no paguen lo suficiente o el horario no me convenga (si hay qué salir demasiado tardé no tendría modo de regresar a casa). Pero lo menos que puedo hacer es entregar esa solicitud y ver qué pasa.
Hasta ahora todo me ha resultado más o menos sencillo. Incluso esa maldita cerradura me importa poco (sigo teniendo problemas con ella). La mayor dificultad que he enfrentado ha sido llenar la solicitud de empleo. Dejé pasar mucho tiempo entre un empleo y otro, y me avergüenza admitir mi problema. Lo que hice fue modificar las fechas. Quizá esta mal, pero creo que también se vale y en todo caso, no sería una gran tragedia si me descubren. Nadie puede juzgarme por tan nimio detalle.
No tengo Internet desde el Martes y no tengo con qué pagarlo, así que escribo estas líneas «offline». Extraño mi «dosis» de redes sociales. Odio esos locales por su falta de intimidad y mi desconfianza a los «keyloggers» pero si me es posible iré a un café Internet a actualizarme de lo que ha ocurrido y responder y enviar mensajes. «Toques» para todos, para que sepan que aún existo. Está de más decir qué muro es el que realmente me interesa. Acceder a su muro me hará bien; leer su interacción con su «aven» me destrozará. Prefiero eso a no saber nada de ella.
12:45 PM.
Regresé hace 20 minutos. De ida hice un pequeño cambio de ruta. Me bajé en otra estación para ubicar mi módulo IFE y tramitar mi credencial de elector. Sentí un poco de nervio al acercarme al encargado y pedirle informes. Me dijo muy amablemente que regresara el Lunes. No tengo ningún problema en ir el Lunes, excepto porque me estoy quedando sin dinero y quizá no pueda costear los pasajes. Pero iré de todos modos. No quiero que una credencial represente un obstáculo para obtener empleo.
Y ya he confesado que no obtuve el empleo, pero aún así quiero detallar el evento. Al salir de la estación busqué un lugar para sentarme y calmar mis nervios. Desde ayer noté que, aunque la presencia de extraños no me perturba, hablar con o dirigirme a ellos sí. Me embargó esa sensación de «estar como en un sueño» que se produce cuando mi cerebro no digiere la cantidad de estímulos alrededor. Después experimenté esa electricidad que recorre la boca del estómago, tragué saliva varias veces y me sentí paralizado. Ataque de pánico. Mi viejo amigo.
Pero no neutralizó mi voluntad. Intenté contrarrestarlo con la idea de que estaba ahí por voluntad propia y que podía regresar en cualquier momento si quisiera, pues nadie me estaba obligando a ese evento. Pensé que preguntar por un empleo es lo más normal del mundo y no debería convertirlo en un incidente terrible. Después de diez minutos recuperé la calma y me encaminé al local.
Le presenté mi solicitud al dueño que por fin me dio más datos. Infortunadamente la hora de salida era a las 12 de la noche. Hice un poco de plática (no sé de dónde me surgió); finalmente le di las gracias, estreché su mano y salí. Me sentí nervioso pero también me anoté un pequeño triunfo.
Recorrí calles aledañas en busca de otra vacante y di con ella en otro restaurante, muy elegante. Salió el cheff a entrevistarme y me sorprendió. Le calculé 25 años cuando mucho. Un joven muy amable. Tenía un elaborado tatuaje en el antebrazo izquierdo. Siempre he tenido el concepto de un cheff como una persona mayor, absorta en su trabajo y carente de personalidad. Hoy descubrí que se puede ser cheff y «cool» al mismo tiempo. Tampoco tomé el empleo por el horario, que era de 4 PM a 12 AM. Me devolvió mi solicitud, nos despedimos y seguí mi camino de vuelta a casa.
Inmediatamente caí en cuenta de mi error. Todos los locales de esa zona cierran tarde. No importa a dónde preguntara, no podría tomar la oportunidad por lo mismo. Pero estos eventos me sirvieron mucho para re-acostumbrarme al trato con la gente. Lo que me pesa es que, de no ser por la distancia, ya tendría trabajo.
Este revés me hizo ver algo. Antes hubiera culpado a la vida por este "fracaso". Pero no fue la vida, sino la complejidad de circunstancias que los seres humanos creamos. Contra ellas me he estrellado y eso es la causa de las cosas malas que suelen ocurrirme. La vida no es un ente oscuro, ni está en mi contra.
De regreso estaba atento a los café Internet pero por algún proceso interno que aún no logro detectar, mi resolución de la mañana cedió a cierto desgano. Creo que han sido demasiadas emociones por hoy, y no soportaría ver un nuevo post entre ella y su "aven". En cambio tomé la súbita decisión de cambiarle la correa a mi reloj. Un gasto necesario, mas no prioritario. Estoy acostumbrado a usar reloj. No soy supersticioso pero es como un «amuleto». Me pone en un «mood» de «estar preparado para la acción» y sin él me siento desarmado, desnudo.
Mi última reflexión se enfoca en cuán sugestionable puedo llegar a ser. Es increíble que lo más normal como dirigirme a un desconocido o ser abordado por uno, o exponerme a entornos nuevos, altere tanto mi estado interno. Creo que además de la falta de costumbre, mi nerviosismo se debe a que no he comido bien; eso afecta las redes neuronales y disminuye las facultades intelectuales.
Y vuelven a escasear mis recursos. Apenas tengo para comer y no será una dieta precisamente adecuada. Estoy desempleado, con pocas oportunidades de obtener empleo, solo, incomunicado, lidiando con mis temores. Pero nada de eso se compara con la tristeza de extrañar a «Y».
A pesar de mi miseria, me he planteado un propósito: deshacerme por completo de la timidez. No quedará en mi psique ni rastro de ella.

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