lunes, 20 de agosto de 2012

Tan solo un abrazo...

Antier le confesé a una amiga ("S") haberle dedicado unas arrebatadas líneas en mi diario personal. Se mostró conmovida aunque no le referí textualmente lo escrito por vergüenza, sino apenas un esbozo.

En él le reprochaba no haber aparecido en mi vida diez años antes cuando mi vida comenzó a desmoronarse y no hubo nadie que me ofreciera un apoyo. Estaba rodeado de mucha gente, pero esta solo presenciaba mi caída sin tenderme la mano.

Cómo me hubiera gustado que tan solo una persona notara mi pánico y desolación, e irrumpiese en el silencioso dolor que me ahogaba. Peleaba solo contra un adversario imbatible: la vida. La vida descarnada, intensa, que agotaba inmisericorde mi voluntad hasta consumirla.

¿Por qué no hubo nadie ahí para salvarme? Los libros y la soledad no sustituyen un cálido abrazo, y quizá este último hubiera hecho más por mi que aquellos inertes compañeros que sostenían mi espíritu, pero no lo reconfortaban. Si hubiese sido así, actualmente sería distinto. Mi aplomo se encontraría intacto y no me sentiría fuera de la vida. Estaría deseoso de entregarme y compartir.

Pero ya no hay casi nada dentro. Mi ímpetu fue anulado hace diez años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más leídas