martes, 27 de octubre de 2020

Nómada.

Es difícil aceptar que algo puede realizarse cuando lo hemos rumiado tanto. Porque lo hemos colocado más en el plano mental que el material, precisamente de tanto meditar en cuándo y cómo iba a concretarse.  

En poco recupero mi casa, pero no estoy satisfecho ni eufórico. De hecho ya no viviré ahí. Tengo que arreglarlo para arrendarlo después. Y el ingreso no será para mi sino para saldar deudas. Ni siquiera tengo cuenta de banco.

Extrañaré mi soledad, mi gatita, no así el entorno. Desde mi adolescencia odié ese lugar, la interacción con los vecinos. Pánico y agorafobia cada día que tenía que salir. Días y semanas que ni siquiera me atreví a abrir la puerta.

El departamento, un lugar sucio, arruinado sistemáticamente por mi padre y hermano, par de negligentes. Imposible hacerse de bienes materiales y mejorar el lugar, lidiando con dos personas que boicoteaban cada atisbo de progreso.

No reniego del todo de mi vida en ese lugar. Pero, por lo menos los últimos trece años ahí fueron duros. Ahora entiendo que no fueron cualquier cosa. Y si a eso añadimos el pánico, la ansiedad y el permanente "modo supervivencia" a que estaba sometido, quizá lo mejor que me ha pasado es ser forzado a abandonar ese sitio.

jueves, 8 de octubre de 2020

Último esfuerzo.

Mi nuevo abogado es resuelto y determinado, como un T-1000. Le calculo entre la transición de los veinte a los treinta, joven con sed de justicia, sin rastro de apatía. Cuando tengo trato con gente tan dinámica resiento más mi desgano y supongo que las personas experimentan lo mismo pero a la inversa: les agobia mi abulia. 

Estos últimos tres meses han sido (al menos para mi) desbocados. En una semana tuve dos audiencias y de no ser por los ansiolíticos no habría estado a la altura. A fin de cuentas qué es acudir a un juzgado. Un juzgado es un puñado de gente que atiende y realiza trámites, mortales que padecen la vida como cualquiera.

La inmersión en entornos nuevos siempre me parecerá amenazante, aún después de un tiempo en que una persona normal se familiarizaría con ellos. La parte del proceso en que me encuentro ya no es contenciosa sino meramente burocrática. ¿Por qué siento esa contracción en la boca del estómago ante situaciones mucho menos adversas?

A estas alturas ya tendría que haber desarrollado cierta adaptación pero ante lo que debería serme rutinario sigo reaccionando igual o peor: angustia, temor, etc. De repente entro en un ánimo más favorable en que me siento casi imperturbable pero suele durar muy poco. Impera el pavor ante la siguiente audiencia, la llamada del abogado, etc.

No quiero aventurarme pero si las cosas resultan favorables, antes que termine el año o a inicios del entrante, recuperaré mi departamento, sitio del que ya me siento emocionalmente desvinculado. Pero aún guardo cierto temor de que las emociones me traicionen y me gane un llanto incontrolable una vez que vuelva a poner un pie en ese lugar.

No puedo acobardarme ahora. Si la mayoría del proceso lo viví con miedo, y a pesar de este me atreví a actuar, si los ataques de pánico no me detuvieron y ya pasé por la fase más difícil, debería acopiar un poco más de entereza. Se lo debo a mi madre y en parte a mi hermano. A mi gatita. A mi novia que tanto me ha apoyado.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Paroxetina.

Como nota al margen, el domingo tuve acceso a una tira de paroxetina. Produce somnolencia, pesadez y un ligero mareo a los veinte minutos de haberla tomado. Curioso, porque la mayoría de los artículos dicen que toma por lo menos dos semanas en hacer efecto. Una dosis diaria es un exceso.

1:22 pm. Segunda toma de paroxetina a la 1:10, solo 10 miligramos. Siento cierto efecto sedante, aunque también podría ser sugestión. Veré si con eso es suficiente y si la ansiedad no desaparece, tomaré la otra mitad alrededor de las 7 pm.

2:17 pm. Ya tomé la segunda mitad. Decepcionante. No siento nada. Supongo que la dosis inicial suele ser la más potente. 

miércoles, 26 de agosto de 2020

Sueños fracturados.

 Tuve un sueño incómodo, melancólico y desconcertante. El inicio tiene algo chusco. Estaba en casa de mi abuela, pero no iba a visitarla a ella. En su casa vivía Devon Larratt ( el armwrestler ¿¿??) y su familia. Resulta que la estaban rentando y eran buenos anfitriones. Mi hermano y yo fuimos bien recibidos, tanto, que la amabilidad de los Larratt le resultó asfixiante a mi hermano. Así que cuando salieron de paseo (insistieron en que nos quedáramos y cerraron por fuera) mi hermano decidió escapar y me dijo "yo ya me voy", saliendo por la puerta trasera. Antes de irse le pregunté "los Larratt ¿a quién le rentan?" Mi hermano respondió que a mi abuelo.

Decidí entrar al baño pero la ventana abierta me hizo sentir expuesto por el edificio que fue construido al frente. De pronto algunos familiares irrumpieron en la casa, incluso el baño. Hablaban alrededor de mi pero no interactuábamos. Aproveché para salir de la casa y toda la familia estaba en el patio. Toda, no faltaba nadie. Tíos, primos y nuevos miembros a los que ya no conozco. Tuve que recorrer el largo patio de camino a la puerta principal. En el trayecto solo intercambié un diálogo (no recuerdo sobre qué) con mi primo Iván, el único que no me ignoró.

Pero yo tampoco tenía disposición a hablar con nadie, de hecho asumí una actitud displicente y evasiva. Fue emocionalmente doloroso caminar entre todos mis familiares, porque por un lado sé que hay cariño mutuo pero de algún modo me siento marginado y la relación parece irreparable por mi distanciamiento de años. Finalmente llegué a la salida ignorando a una prima y un tío (su padre). Al abrir ella puso cara de asombro y mi tío solo me observó mientras platicaba con alguien más. Salí.

Ya en la calle decidí caminar al metro pero me sentía muy pesado y lento, como es común en los sueños justo cuando quieres huir. Mi tío me alcanzó y traba de hablar conmigo sobre mi actitud pero sin reprocharme nada sino tratando de entenderme. Caminaba al parejo a pesar de su edad mientras yo trataba de ganar distancia pero era imposible. Su intento de charla comprensiva estuvo a punto de persuadirme y a punto de bajar la guardia, desperté.

* * *

Desde que comencé a tomar el ansiolítico he tenido sueños desagradables que me dejan una impresión amarga. El que no sean nada reconfortantes me hace cuestionar si debo etiquetarlos más bien como pesadillas. Excepto por el detalle chusco de Devon Larratt (he visto varios de sus combates, de ahí que haya aparecido) estos sueños son tortuosos. Lo que más me martiriza es que incorporan a vivos y muertos. Al inicio del sueño estoy con mi hermano, que murió hace doce años. Luego hablamos de la abuela, fallecida hace diez años, y mi abuelo también, pero en el sueño lo mencionamos como si siguiera vivo, aunque murió hace dieciséis años. Me queda suponer que esto es reflejo de duelos inconclusos.

Luego, la ventana. Es real que frente a la casa de mi abuela construyeron un edificio hace más de veinte años. Pero después de la muerte de mi hermano no volví a esa casa. El caso es que ese edificio significó para mi una irrupción al ambiente en casa de mi abuela, al ser de repente observados casualmente por extraños de un edificio que vino a romper con el equilibrio del entorno. El patio, otrora un espacio en el que me sentía seguro, se arruinó. Y afuera, como la calle es pequeña, en poco tiempo se generó un caos de autos estacionados y una pugna surrealista por un lugar dónde estacionarlos. 

La reunión en el patio requiere poca explicación. Es obvio que refleja mi auto marginación de la familia. Mi fracaso me hizo alejarme porque cada reunión ya era insoportable. Aunque nadie me dijera nada, yo me sabía roto, y el trato condescendiente, lejos de confortarme, evidenciaba que ya no formaba parte de ellos. Desde entonces me siento menos. A la fecha vivo con temor de toparme casualmente con algún familiar. A veces esas cosas pasan. ¿Y qué le diría? Me acorralaría enseguida y no podría fugarme como en el sueño. Mi actitud defensiva, efectiva en el sueño, en la vida real sería idiota. El único que nunca me juzgó con dureza fue mi primo Iván, quien jamás aludió a mi estado enjuto en una época en que apenas tenía dinero para comer. Por ende, con él me sentía más a gusto, o menos cohibido.

Mi tío es al que más le temo, porque tiene una visión estricta de cómo deben ser las cosas: debes superarte y tener un título, de otro modo eres un fracasado. Alguna vez (hace veinte años) lo escuché expresarse mal de mi, pero también se expresó mal de otros familiares, ostentando superioridad moral o "profesional" según el caso. Su charla siempre tendió a lo grandilocuente y a una dinámica petulante en la que se ponía a dar consejos no pedidos. Ya lo mencioné en otra entrada. Si quiero evitar un encuentro familiar, es con él.

Toda mi impotencia, mi incapacidad, se magnifican en esos sueños. Me arrojan todos los estados negativos y los amplifican tanto, que despierto abatido y roto. Ya bastante tengo con la realidad para ahora lidiar con un infierno onírico.

lunes, 24 de agosto de 2020

Estar en paz.

El solo comenzar la semana ya contiene la amenaza velada de algún incidente incómodo. Esa sola posibilidad me predispuso a un estado ansioso, no a la ansiedad en si, sino a, reitero, una mera predisposición. Sabía que dentro de poco la ansiedad llegaría, así que me adelanté tomando el cochino ansiolítico. No me equivoqué. Quizá veinte o treinta minutos después habló el abogado y, no debería extrañarme, ya exhibe modos hostiles (qué rápido se desvaneció la cordialidad inicial). Analizando mi caso se dio cuenta que era más complicado de lo que supuso, lo cual (conjetura mía) le molestó. Fue una conversación breve pero incómoda. 

Para colmo mi novia (no falla nunca) me hizo una observación acotando que, tanto anteriormente como en lo sucesivo, todo mal resultado ha sido y será por mi causa. Total que este maldito día no inició nada bien, y eso que para cuando la llamada se dio el ansiolítico ya había hecho efecto. De otro modo me habría sentido mucho peor. No debí confiar tanto en él, y no puedo aumentar la dosis porque mi reserva es limitada y más de 5 mg solo producen somnolencia.

Me cuesta un trabajo increíble, de verdad pesado, fingir sosiego. Intento que no se me note el mal humor. Cada vez que mi novia voltea a verme o entra al cuarto trato de poner buen semblante y responder en buen tono sus comentarios y ocurrencias casuales sobre temas random. Como que después de estos pequeños roces intenta compensarlos con amabilidad, actitud que me resulta chocante. Que una persona te tire mierda para después animarte y después volver a tirar mierda es fastidioso. Pienso que una persona antagónica debería serlo de forma sostenida, y no alternar sus episodios de inquina con otros de cordialidad.

Maldito inmueble que solo me ha causado descalabros y pérdidas. Maldita mi cobardía que me frena a cercenarme la aorta, arrojarme a las vías del metro, qué se yo. A estas alturas que mierda importa el método mientras se consiga la paz y la libertad. Estar en paz. No es una aspiración fantasiosa ni una ambición desmedida. Me parece una búsqueda legítima.

jueves, 20 de agosto de 2020

El derecho a estar roto.

Siempre seremos objeto de escarnio.
Siempre se nos verá como bichos raros.
Siempre causaremos extrañeza.
Siempre sentiremos que no encajamos en ningún sitio.
Siempre mostraremos torpeza donde los demás se desenvuelven con facilidad.
Siempre viviremos parcialmente desconectados, fuera del juego.

lunes, 17 de agosto de 2020

5 mg.

He de confesar algo que posiblemente merece la censura porque es una imprudencia de mi parte, aunque en mi favor debo decir que la desesperación me movió a ello, y cómo iba dejar pasar la oportunidad. Una persona muy cercana me ha facilitado un ansiolítico. Esta persona no es psiquiatra, pero me ofreció discretamente una tira de este medicamento. Sé de los peligros que conlleva el auto medicarse, y aún más tratándose de este tipo de fármacos. En primer lugar generan adicción fácilmente y en segundo pueden generar efectos secundarios terribles. Aprovecho para disuadir a quien lea esto, de hacer lo que un servidor.

Pero, la primera vez que la tomé... guau. Hacía años que no me sentía así de bien. El sistema nervioso necesitaba ya un estate-quieto importante. Si he estado más o menos a la altura de los acontecimientos estas últimas dos semanas ha sido por eso. Sé que está mal, pero por eso sólo la tomo para eventos específicos. No es mi desayuno. Espero evitar así la dependencia porque además debo reservar algunas dosis de esta tira para las audiencias que tarde o temprano he de enfrentar. Por ahora sólo la tomo como medida de emergencia, solo para frenar los ataques de pánico.

PD: añado el testimonio de alguien que se ha sumergido en la ansiedad y ponderado sobre ella desde un enfoque humano, añadiendo algunas pautas para combatirla. Aunque no todo ha de tomarse a  pie de letra (no abandonemos jamás el sentido crítico), creo que lo empírico a veces tiene más valor que el frío análisis clínico.

domingo, 16 de agosto de 2020

Ahí vamos...

Es oportuno un resumen de ciertos cambios ocurridos a principios de este mes. Hice un cambio abrupto de asesores que por tres años me ayudaron con el intestado que se requiere para solicitar el desalojo de los inquilinos que ahora habitan mi inmueble. Resulta que todo se pudo hacer más rápido pero estos abogados parecían prolongar deliberadamente el proceso. Tengo que reconocerle a mi novia la resolución de cambiar de abogados y fue ella quien dio con unos que tienen más ánimo de trabajar.

Despedir a los abogados anteriores fue algo incómodo y reconozco que no lo hice de la mejor forma, de hecho fue algo cobarde, amputando nuestra relación mediante un correo electrónico en el que les agradecía por su ayuda estos años, omitiendo las verdaderas razones de mi decisión: su apatía para llevar mi caso, a la vez que su exigencia puntual de su iguala (que yo sepa, el que paga es el que tiene derecho a exigir, no al revés). Me ofrecieron una alternativa, que ya no respondí porque sólo conducía de nuevo al bucle de desesperanza, estancamiento y sobre todo, pérdida de dinero. Me costó trabajo escribir ese correo por querer plantear el despido en buenos términos, pero mi novia (evidentemente ella es la de los cojones en esta relación) me dijo que no debía tener consideración para con ellos ante su indolencia.

En fin, nuevos abogados, nueva etapa. Las primeras dos entrevistas en su despacho duraron una hora. Cosa curiosa, siento que en esas dos sesiones ya habíamos charlado más con ellos que con los abogados anteriores. Aquellos básicamente sólo nos citaban para estirar la mano esperando recibir su iguala. Bastaron esos encuentros para comenzar a detectar los focos rojos que no vimos en los asesores que contratamos primero. Como los que escapan de una secta y no veían todos los atropellos mientras eran cautivos.

Me siento más optimista pero sin dejarme llevar por el entusiasmo. De hecho, se viene, otra vez, una serie de audiencias espantosas como las de hace tres años. Mi perspectiva es hallarme más entero para enfrentarlas. Creo que entonces debí ahondar más en todo lo que fue ese proceso, pero era muy penoso narrarlo, era algo en lo que no quería pensar y decidí llevármela relax en vez de analizar todo lo ocurrido. Pero de haberlo descrito creo que habría sido de ayuda para cualquiera que, como un servidor, se halla de repente en terreno desconocido, en completo estado de indefensión. Por lo menos ya tengo detectada mi propensión a los ataques de pánico. Tengo que comenzar a atacar eso.

miércoles, 10 de junio de 2020

Salir de la cabaña.

A pesar de mi natural introversión, intuyo que seré víctima del Síndrome de la Cabaña. La idea de regresar a la normalidad me pone alerta, lo cual no es forzosamente malo, pero no me estoy predisponiendo adecuadamente. Intuyo que presentaré más resistencias de las habituales cuando el aislamiento concluya.

Para los de mi tipo, este escenario ha tenido aspectos utópicos: distanciamiento y reducción de toda actividad social. Lo mejor ha sido la imposibilidad de comer en locales (odio comer afuera, no me gusta comer en medio de la gente ni que me vean hacerlo). 

A riesgo de parecer frívolo, es como si el mundo se hubiera alineado a favor de los introvertidos, al menos de forma temporal. Calles semi vacías, pocos autos circulando, locales cerrados. El mundo ideal de los introvertidos es un poco siniestro. Soñamos con un mundo casi sin vida de tan tranquilo.

Lo que me vino mejor fue que ya no me acompleja “estar encerrado” porque ahora casi todos lo están. Muchos están desempleados o sin ingresos a pesar de contar con estudios y un título. Los que se jactaban de estar por encima mío devinieron marginados como yo. No me alegra la desdicha ajena, pero este gran evento nos vino a nivelar a todos. 

Claro que ha sido un evento demoledor, no hablemos ya de las pérdidas humanas. Todos nos fuimos enterando de personas enfermas allá en lugares lejanos, hasta ver cómo la enfermedad se acercaba hasta alcanzar a algún pariente, compañero o vecino. Tengo el infortunio de contar una pérdida cercana.

No era amigo mio sino de mi novia, y jamás platicamos pero siempre fue muy amable con nosotros. Tenía sesenta años y enfermó. Pasó sus últimos doce días en aislamiento en el hospital. No es forma de terminar... en total incertidumbre, incomunicado y sin ya haber podido hablar con su familia.

La mayoría de la gente lo ha resentido hasta bordear estados depresivos y por ello enfrentará el fin del aislamiento en dos aspectos: primero, levantarse otra vez, recuperar el ritmo de vida. Segundo, reconstruir su mundo emocional. La ofuscación por el confinamiento también será pandemia.

viernes, 15 de mayo de 2020

Calidad de vida.

'Trees covered by fog'. @aows
Del estilo de vida de mi hermano y mi padre...

Noté que comenzaron a destruirse deliberada y excesivamente. Todos somos negligentes en cierto grado y una cosa es fumar un cigarro cada tres días. Otra muy distinta fumar dos cajetillas a la semana o más. En sus últimos días, mi padre fumaba y tosía, tosía y fumaba, sin parar. Mi hermano no se quedaba atrás en cuanto al vicio, pero lo suyo era abusar de la comida chatarra.

No logro descifrar su conducta. Podríamos interpretarla como depresión pero ¿no acaso la depresión hunde a la persona en la inactividad? Una persona deprimida no derrocha tanta energía en aniquilarse, por el contrario, simplemente se abandona. O reserva sus energías esperando que la depresión aminore un poco y le de un respiro para medio vivir un día relativamente tranquilo.

Incluso los hay que priorizan su salud, como fue mi caso en los momentos más duros, a la vez que me aferré a los libros. Pero lo suyo fue básicamente una carrera suicida. Parecían competir por ver quién se arruinaba más pronto. Lo más siniestro era que se mostraban casi orgullosos, como si compartieran el torcido propósito común de atentar contra su salud y el triunfo de ver en qué momento se rompían.

Puedo entenderlo de un infrahumano como mi padre, pero mi hermano no tenía motivos para arruinarse voluntariamente. Entendí que el dinero no proporciona por default calidad de vida y que incluso puede significar un mal. Cuando te faltan recursos intentas calcular lo mejor posible su uso para obtener el mayor beneficio. No digo que la pobreza sea mejor (padecer hambre es un infierno) sino que la austeridad obliga a la mesura: cuando estás quebrado no puedes darte el lujo de perjudicarte.

jueves, 14 de mayo de 2020

Asesinato.

Para ayudar a una persona se requiere que ésta acepte la ayuda. Y para eso la persona debe admitir que su situación está mal y le ha rebasado. Si la persona se aferra a que "se encuentra perfectamente bien", no hay mucho qué hacer porque no se le puede obligar a recibir una ayuda que según ella no necesita.

Por esta idea necia del "postulado", popular en cienciología, que consiste en afirmar algo hasta que se vuelva realidad (como si las palabras pudieran imponerse a los hechos), inculcada por su madre, mi padre no aceptó ayuda en momentos críticos. Todo por un dogma bobo que jamás se atrevió a poner en duda.

Básicamente, su madre lo mató.

sábado, 4 de enero de 2020

Gratitud.

"Two gray canoes on misty body of water".
Andrew Montgomery.
En la entrada anterior me jactaba de no pasarlo tan mal a pesar de la catástrofe. Aún quisiera añadir una especulación: posiblemente 2018 y 2019 han sido los mejores años de mi vida después de años de indefensión y hambruna. No pudo irme mejor, y los años que vienen jamás serán tan benévolos. Es por eso que abandoné parcialmente este blog. No había mucho qué comentar, y las desazones del diario no tenían relevancia. Un punto en contra válido fue que no conté con la soledad requerida para entregarme a los libros.

Las quejas que pudiera hacerle a estos dos años serían minucias, molestias menores. Por lo demás, gocé de un generoso rancho diario que diría fue hasta excesivo, pero equilibrado en carbohidratos y proteínas. Subí quince kilos de peso, no sólo en grasa corporal. Me di al entrenamiento con pesas y al salto de cuerda. Con la dieta tan buena me atreví a variar y aumentar los pesos. Aprender a saltar la cuerda fue un reto y los primeros días fueron tortuosos, pero amé ese dolor. Siempre he hecho ejercicio pero de forma moderada, acorde a mi pobre alimentación. Ahora, podía someterme a pesas y cardio extenuantes con el alimento asegurado.

Una persona se dijo sorprendida de mi complexión a pesar de mi edad. Me permití complacerme por el halago. No luzco "marcado", por el contrario, hice volumen. Estoy contento con haber logrado tal aspecto. Como ectomorfo, me parecía imposible verme así de robusto. Todas mis previsiones se han limitado siempre a rutinas austeras para mantener algo de condición, sin expectativas de subir de peso. Lo que logré estos dos años fue un dichoso intervalo que no se volverá a repetir.

Eso ha terminado. Ahora debo regresar al usual modo supervivencia.

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