martes, 13 de septiembre de 2011

El mentalista.

Desde hace unos días le doy seguimiento a una persona que dice ser "mentalista". Tiene su canal en línea donde charla con otros usuarios. A pesar de que incurre en muchas (desde mi punto de vista) falacias, lo noto sincero.  Realmente cree en lo que dice y parece expresarse de corazón. Hacía tiempo que una persona no me causaba tal impresión positiva.

Aunque recurro mucho a apoyarme sicológicamente en grandes mentes como Sócrates o René Descartes, también intento soportarme en mi mismo. Sin llegar a idolatrarlo (nadie merece tal honor; y como dije, incurre en falacias del New Age y su discurso está limitado a su "materia"), el Mentalista me cae bien. Sus consejos y modo de hablar reconfortan; tiene "buena vibra".

En verdad resulta un alivio escucharlo hablar.

Creo que, si algo me hizo falta en la vida fue confiar en alguien. Supongo que esta necesidad es peligrosa: hace que la gente adopte un gurú, se identifique con él y lo defienda ciegamente, como mis otrora amigos del Cuarto Camino le rinden culto a su líder. El punto es que la ausencia de alguien en quién confiar tiene pros y contras. Por un lado se desarrolla la auto-suficiencia. Por otro siembra la impresión general de que la gente no es digna de confianza.

Bastantes veces me he encontrado en la situación de escuchar y ayudar a otros. Es contradictorio: se supone que la soledad debió volverme egoísta, pero quizá me ha vuelto más empático. El problema es que aquellas personas que conocen ese aspecto mio me consideren buen sujeto y erróneamente piensen que soy alguien en quien se puede confiar.


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