jueves, 7 de octubre de 2010

Los vecinos.

Una detestable entrada que nunca publiqué en mi blog "oficial". Estaba "cabreado" cuando la escribí. Data de Febrero del 2010, según recuerdo. Soliloquio incómodo para mí, pero que no me atrevo a eliminar, no sé por qué. Quizá porque contiene algo de verdad. En mi soberbia hasta me atreví a citar a Wilde.

"Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo."
Oscar Wilde.

Los vecinos. Esos seres reptantes que rompen sistemáticamente con cada norma de convivencia; que irrumpen en tu casa sin entrar en ella, gritándose los unos a los otros por no haber aprendido a hablar, gruñendo cual cerdos en rastro. Te enteras de todas sus problemáticas sin salir de tu casa.

Que observan a otros con desdén, convencidos de su superioridad (o tal vés fingiéndola), basada posiblemente en algun bien adquirido recientemente, como un auto o un otro bien; o talvés en una gran hazaña como haber tenido sexo, disparado un arma o matado a alguien. Seres determinados por el entorno, incapaces de contener una sola pasión. Obtienen su mayor realización en robar un auto o cualquier otra indignidad.

Se tornan hostiles a quien perciben distinto, e intentan parecer altivos ante él, como marcando su territorio, lo que parece un esfuerzo por hacerse notar, quizá porque en el fondo se saben insignificantes. Gente sin poder, inferiorizada.

Vacíos, carentes de humanidad y nobleza, viven como animales. Guiados por su instinto, por supervivencia, por placer; criados por la inercia de las circunstancias, sin ningún tipo de influencia que los refinara. ¿Libros, música, arte? No existen en su mundo. Ellos idiotizan su cerebro con televisión.

Él, un obrero agobiado por las deudas y el trabajo, incapaz de vislumbrar el mínimo aspecto del verdadero sentido de la vida. Su esposa, o la p****e perra, como él le llama a gritos, se dedica a cocinar y cuidar a los hijos. Éstos, pequeños sub-humanos que no respetan a nadie por imitación de sus padres. Una prole miserable que se reproducirá infinitamente, socavando a la sociedad.

Sus fines de semana, definidos por los estímulos de siempre: alcohol, música y una "conversación" que siempre girará en torno a la defensa de un equipo de futbol o un partido político, y que finalmente degenerará aún más en misoginia y albures. Reuniones que siempre terminan en golpes. Su "música", primitiva. Reggaetón, duranguense, norteña, rancheras, cumbias, narco-corridos. Música para aturdir los sentidos, la favorita del populacho. Sus días de descanso, prestos para ver "el fut", comiendo tacos y bebiendo cerveza o una michelada "pa' la cruda".

Tal es su modus vivendi, embrutecedor. Tales son ellos, seres innecesarios. Hijos de la masa que reducen todo a su medida.

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