viernes, 16 de octubre de 2015

Crónica de un selfie amargo (2).

El asunto hubiera quedado ahí. Pero la madre de "S" debía intervenir. Actuando como es su costumbre, cada vez me es más difícil expresarme sobre esta persona en términos decentes. Y es que me sorprende, porque creí ya saber qué tan vulgar y corriente podría ser. Uno podría pensar que, dado el tipo de gente que convoca un evento de esos, su conducta fue más que acorde. Pero el grueso de los asistentes se comportó de forma civilizada a pesar del alcohol que consumían.

Al regresar "S" a su lugar, lo que esta señora hizo fue encararse con el elemento de seguridad próximo a nuestros asientos (el que varias veces le impidió a "S" acercarse al escenario), en actitud agresiva, como a punto de tirarle un golpe, lo que seguramente habría hecho de tener una fuerza y estatura mínimamente aceptables. La escena se antoja absurda si consideramos que esta señora apenas mide 1 metro 40 centímetros (un mísero tapón de acuerdo a los estándares que la ubicarían como "enana") y el tipo de seguridad, poco más de 1.70. Aquella, de complexión obesa; este, delgado atlético.

Por supuesto, el tipo casi se echó a reir y la ignoró por completo. Yo, absorto en mi asiento, jamás creí que llegaría a ver semejante escena. Si una actitud altanera es una actitud inmadura... ¿qué ha aprendido esta persona en 59 años? ¿en qué ayudó a su hija con ese berrinche? ¿está su sentido de la persuación tan torcido que creyó que así apelaría a la condescendencia del personal de seguridad?
¿es esa su idea de "solución"?

Lo peor es que la troglodita lo menciona con orgullo. Dentro de su corteza mono-neural, ella cree que se vió bien, que impresionó a los que atestiguamos su drama. Una persona mínimamente honorable se avergonzaría de sí misma; no así ella, que cree haberse dado a respetar al "dar la cara" por su hija. Todo lo contrario: semejante comportamiento es deleznable.

Regresó a su asiento, empujando con el hombro al elemento de seguridad, que estuvo ahí un rato. Luego llegaron otras personas de su equipo. Querían sacar a la enana ("¿nos acompaña a la salida, por favor?") pero se hizo la sorda. Imaginé cómo se la llevaban y la echaban cual bulto, lo cual no ocurrió. El personal desistió, pero tenía constante ojo sobre ella, que empezó a lloriquear pretendiendo victimismo por mal trato.

A este punto ya no tenía ánimo para estar ahí, así que le dije a "S" que debía ir al baño. La verdad quería estar solo. Me sentía rebasado por la insistencia de "S" con respecto al selfie y sus consecuencias y hastiado de la reprobable reacción de su madre. Encontré una silla por ahí y me senté un rato. Ese momento fue lo único que disfruté del evento. Pude rumiar algunas maldiciones a gusto: pensé que la situación ya no podría devenir peor. Me irritó cómo "S" y su madre tienden a arruinar las cosas, hacer de inocentes víctimas, culpar a otros y seguir tan contentas. Pero sobre todo lamenté mi pasividad... ¿por qué tengo que tolerarlas, por qué sigo en contacto con ellas, por qué no retomo mi vida, mi paz, mi libertad?

Al volver a mi asiento, un elemento de seguridad del artista (no del lugar) me echó luz en la cara con una pequeña lámpara. Mediante señas nos invitó a "S" y a mí a pasar al escenario. Yo negué con la cabeza a la vez que hice un ademán de "gracias" pero insistió. Finalmente "S" se acercó al escenario y obtuvo la mentada selfie con el artista, que el mismo hombre de seguridad tomó, lo cual la anula como selfie, pero fue una buena foto, cabe decir. Y sobre todo ¡qué gran tipo! Evidentemente vio todo lo que pasó y se compadeció de "S". Al volver ella a su asiento, nuevamente le agradecí. La verdad me conmovió su gesto. No tenía por qué hacerlo; consentir un capricho no era parte de su trabajo. El tipo tenía corazón.

Terminó el evento, y ya dentro del taxi la señora me preguntó qué tal lo había pasado. "¿Qué tal un auto-exámen?", pensé. Respondí que más o menos, sin referirme a su comportamiento. No iba a decirle que lo malo residió en ellas, así que divagué en boberías sobre la calidad del sonido, el desempeño del artista, etc.

No puedo cambiar lo que son, tan solo puedo observar su comportamiento, como un explorador ante una tribu salvaje... a riesgo de ser devorado.

Crónica de un selfie amargo.

No estaba seguro de escribir sobre esto. Pensaba dejarlo pasar, hacer como si no hubiera ocurrido. Llegué a pensar que tal vez exagero algo poco relevante. El idioma inglés tiene términos para esto: overreact, drama queen. Pero no hacer alguna anotación sería como consentir conductas que veo inadecuadas, no porque me considere moralmente superior sino por el simple hecho de que son perniciosas.

Me invitaron a un concierto de música para el populacho, evento más o menos masivo, pero no de mi agrado ya por el género musical, ya por la aglomeración de gente. Nuestros asientos se ubicaban a unos metros del escenario y podíamos ver al artista muy cerca sin estar en primera fila. "S" tenía intención de tomarse un "selfie" con él en cuanto hubiera oportunidad. De repente noté que "S" ya no atendía tanto a la música, como a la proximidad del cantante, sosteniendo ansiosa su iphone. Se levantaba y se sentaba, alentada por su madre que le insistía en aproximarse. Otras fans comenzaron a hacer lo mismo. Aquello se convirtió en un asedio. Mucha gente dejó de atender el espectáculo para rondar el contorno del escenario, esquivando al personal de seguridad o rogándole por un momento con el artista.

"S" lo intentó varias veces pero fue interceptada o devuelta a su asiento, otras obstaculizada por el resto de fans amotinadas. Algunas de ellas lograban colarse, recibiendo preferencia por la gente de seguridad, debido a su apariencia. El artista también las discriminaba, permitiendo "selfies" con las escotadas, las de mini-falda. Cuando por fin "S" pudo abrazarlo, este no le hizo mucho caso, y muchas más se abalanzaron. La gente de seguridad intervino regresando a la mayoría, incluyendo a "S" que no logró la anhelada foto.

Regresó llorando a su asiento. No pude mas que intentar consolarla con abrazos y estrechando su mano, pero no paraba de llorar. Pasados unos minutos se calmó un poco y me dijo que su llanto era de coraje y decepción: le enojó que tanto el equipo de seguridad como la masa fanática le hayan frustrado su intento, y le dolió sentirse despreciada por el artista, que la ignoró por otras fans.

Es preciso aclarar tres puntos para hacer entendible lo que pasó, y espero tener el tacto suficiente con el último, porque es una cuestión delicada.

En primer lugar, hemos de entender que la finalidad de un concierto es ver al artista en turno desplegar el talento que lo ha encumbrado como tal. Se presenta para cantar, como el público para escucharlo. No va a tomarse "selfies" con ellos; de ahí que se le denomine "concierto" y no "sesión fotográfica multitudinaria". El fan paga un boleto para escuchar al artista en vivo, no para que haga de adorno en su narcisista "selfie". Si bien el artista se debe al público, NO le pertenece ni es su esclavo al capricho de aquél solo porque ha pagado un boleto. Si así fuera, cada concierto sería caótico y por ende, irrealizable.

En segundo, el personal de seguridad no está ahí para delicadezas sino para aplacar conductas inapropiadas o que comprometan la integridad del artista y el público: la rudeza con que se manejan es intrínseca a su trabajo y en ese tipo de eventos populacheros es más que necesaria.

Tercero (aquí lo delicado): que una persona que admiramos nos desprecie abiertamente debido a nuestro aspecto, supone un golpe fundamental a la auto-estima. "S" se sintió desairada, e hizo que se sintiera fea. Aquél artista le hizo sentirse poco atractiva. Y ninguna mujer merece experimentar eso jamás. Pero... entendamos que el artista también es humano. "S" no es fea, tiene cierto encanto... pero en ese contexto, en ese momento, habiendo rubias, chicas escotadas o en mini-falda, era lógico que la atención del artista se volcara a ellas y no a una chica promedio, de aspecto común. Está en su derecho, no está obligado a nada. El instinto no opera en patrones justos o injustos, tan solo se entrega a la satisfacción, ciego de herir a nadie, sin considerar sentimientos. La discriminación no tiene piedad, pero es parte de la vida y hemos de coincidir con ella alguna vez.

Claro que no le dije nada de esto a "S" ni lo haré nunca. Sería una segunda crueldad contra ella. Espero que con el tiempo se dé cuenta que lo ocurrido esa noche fue un conjunto de factores y reacciones que no definen su valor como mujer y ser humano. Para ella fue una experiencia humillante que me dolió también a mí. Y se me rompe el corazón al recordarla tratando de abrirse paso entre el resto de fans y el personal de seguridad para regresar a su asiento completamente desmoralizada. Pero nunca debió intentarlo. Debió quedarse en su asiento, disfrutar el evento y no forzar una situación que solo nos causó pesar.

sábado, 26 de septiembre de 2015

David Bowie.

A principios de mes platicaba con 'S' en su casa sobre música. La charla cobraba buen tono y me permití hablar con mayor libertad. Llegamos a David Bowie. Se me ocurrió mencionar a una amiga de redes sociales, fan el artista y apasionada de la cultura pop en general. Hice un comentario elogioso sobre su amplitud en el tema. De inmediato 'S' frenó mi entusiasmo en seco con una 'nacada' (en México el término describe un acto vulgar o de mal gusto que rompe una dinámica social): sacó a comparación una amiga suya, en tono hostil. "Pues mi amiga sabe más de David Bowie que ella; hasta ha escrito sobre él. ¿Tu amiga qué ha escrito?"

A casi tres años de relación algo se aprende, así que le devolví la hostilidad. "¿A qué viene la comparación? ¿Por qué pretendes hacer menos a mi amiga? ¿Qué, te hace sentir inferior?"

'S' quedó pasmada. Y en silencio se recostó en su cama dándome la espalda. No lo vio venir.

Reaccionó así porque no esperaba que fuera a responder su agresión. Y porque supo muy bien de la nacada que cometió. Arruinó sin motivo justificable una conversación casual, con una comparación despectiva hacia una persona que aprecio y ni siquiera conoce. Luego, y una vez más, la traición a la confianza. Aprovechó mi lapsus de extroversión (cegado por el entusiasmo uno habla de más) para esgrimir una descalificación.

Tal parece que a 'S' le molesta mi libertad para tener amistades y reconocer en ellas alguna cualidad. Lo suyo es vilipendiar a todo mundo. Herencia materna.

lunes, 31 de agosto de 2015

Letargo.

He intentado poner un poco de orden en el espacio vital de 'S', que me recuerda ese programa de televisión, 'Acumuladores' (gente con la manía de llenar su casa entera con infinidad de cosas hasta volverla inhabitable). Pero cuando logro un atisbo de orden 'S' o su madre subsanan de inmediato el caos. Pareciera que le temen a los espacios vacíos o coordinados. No pueden ver algo de armonía; les ofende, como a mí visualmente semejante desconcierto. He imaginado señalarle todo el desastre recorriéndolo con el dedo índice y diciéndole que todo eso no puede provenir de una mente sana... lo que sería agresivo y descortés. Además ¿de qué serviría? ¿quién soy para emitir cualquier crítica? ¿y con qué derecho les sugeriría algún cambio?

Me atrofio en ese lugar. No puedo ser fiel a una rutina de ejercicio. Excepto una caminadora sepultada en una esquina bajo mil objetos que no pienso mover, no hay nada que propicie la salud. Debo diseñar una rutina que no dependa de pesas o aparatos. Lo poco que hago apenas mantiene la atrofia a raya, pero no me desarrolla.

Ni qué decir de los impedimentos para el desarrollo intelectual. No puedo leer un párrafo de un artículo o libro sin ser interrumpido. En serio, abundan las distracciones y ni siquiera puedo 'calentar los motores' de la concentración, lo cual es en verdad frustrante.

Que no ahonde en el abandono a mi gatita (que ya es una especie de maltrato) no quiere decir que no me mortifique. Me pesa durante mis días en esa casa.

Es tanto el letargo de estos días, de esta época de mi 'vida'.

domingo, 9 de agosto de 2015

Algo distinto.

Mis estados internos en soledad han cambiado un poco. Antes se apoderaba de mí una nostalgia a veces insoportable, un sentirme encerrado y aislado. Esta nostalgia y el sentirme 'fuera de la vida' han perdido fuerza con la simple observación del mundo. Tales sentimientos los genera mi mente, no se encuentran en él.

Ahora lo sé: esa melancolía no se debía al pasado, sino al presente que se me escapaba. No es que esté logrando cosas, tan solo he ganado cierto desenvolvimiento. Me siento menos restringido.

Y debo reconocer que ha sido gracias a este par de años con 'S': le he agarrado un poco de maña al entorno y eso me hace sentir mejor. No es una confianza eufórica que orilla a lanzarse ciegamente al mundo sino algo más estable que apenas germina.

A pesar de los tantos sinsabores narrados aquí, esta experiencia tiene aspectos constructivos: aunque mis momentos de soledad son menos, los disfruto más, tanto por la libertad que conllevan, como por la ausencia de patetismo que los definía. Y comienzo a sentirme algo más confiado para tantear el mundo, pero nada más...

que ya significa algo.

miércoles, 15 de julio de 2015

Miedo a trabajar (o buscar empleo).

Es increíble cómo algo que la mayoría desempeña con facilidad para nosotros los socio-fóbicos sea una tortura.

He descubierto que por más razonamientos que uno use para disolver el miedo, éste sigue anclado en nuestra mente, listo para detonarse en cuanto detecte la situación con que nos agobia.

Algunos sugieren apoyarse en un psicólogo o psiquiatra pero, ¿qué hacer si ninguno está a nuestro alcance, ya sea por vergüenza a confesar nuestros temores o por simple impedimento económico?

La verdad es que no hay solución inmediata que nos arranque ese temor incapacitante. En el borde de la impotencia solo nos queda tantear la situación poco a poco, lo que implica presionarse uno mismo.

Es duro, como lanzarse a un vacío.

Vale acompañarse de un pensamiento que aligere la presión: "Voy por propia voluntad, nadie me obliga. En cualquier momento puedo dar media vuelta e irme". Es un recurso poco brillante, es burdo. Pero hay qué comenzar por algo, asumiendo de antemano que nada resultará perfecto.

martes, 14 de julio de 2015

Viajero.

Creo que este diario es un cúmulo de temas tan personales que no hacen contacto con nadie. Da la penosa impresión de que me encuentro imbuído en un mundo de dos dimensiones, ajeno a un mundo tridimensional.

En el fondo intenté un 'diario de espera', algo así como los pensamientos que repasaría un viajero mientras llega el transporte que lo llevará a su destino. Siempre escribí con la vaga fantasía de que algo especial o importante habría de ocurrirme y dignificaría mi existencia. Algún reto u oportunidad llegarían, encaminándome a la 'ruta del héroe' que, o no existe o es privilegio de pocos.

La realidad es que la propia realización no debe concebirse desde la imaginación, sino el reconocimiento y aceptación de lo que está a nuestro alcance y lo que no. Porque los errantes no estamos destinados a nada noble. Tan solo vagamos aquí y allá, o permanecemos estancados con mínimas variaciones que no siempre son para bien.

El único viaje es hacia un futuro infrahumano, con un pasado insatisfactorio.

lunes, 13 de julio de 2015

Un respiro.

'S' y su madre han salido de viaje a ver un pariente enfermo; yo volví a casa días antes a recuperar mis bríos.

Nada mejor que el silencio y la compañía de mi gato que por ahora duerme. Solo suena el tic tac del viejo reloj de cuerda y como he comido bien, me siento lúcido, aunque he perdido soltura e inspiración para relatar mis cuitas. Pero ya siento cómo la claridad gana terreno a la brutal ofuscación enquistada por la convivencia con 'S' y la charla de su madre.

A veces me siento combatiendo un proceso de 'reforma del pensamiento' propio de toda secta, donde asedian de forma sostenida el intelecto del incauto. Pero, oh sorpresa, tanto asedio no ha hecho más que agudizar mi escepticismo, y por ello he sobrevivido. Además no ceso de leer artículos sobre manipulación y gente tóxica con los cuales blindarme.

Marcar límites supone una lucha constante: ganar terreno en cierta área un día, perderlo en otra al siguiente, lo que implica ejercer cierta crueldad lastimera. No estoy acostumbrado a ser así, pero la situación me ha obligado a desarrollar indolencia. La compasión lo hace a uno ceder hasta el sacrificio. Los reproches (recurso habitual en un manipulador) me importan cada vez menos: ya no me inducen culpa sino enfado o irritación.

Mi punto débil sigue siendo el beneficio material (comida, básicamente) que aunque compenso haciendo de peón, aún me arroja a la vergüenza y la humillación.

¿Por qué atribularme pensando en ello ahora? Este momento es perfecto. Y podría mejorar si escucho Clannad en mi arcaico e infalible cacharro de CD. Siempre preferiré la austeridad a las comodidades que resultan falsas pues conllevan constantes molestias.

lunes, 15 de junio de 2015

¿Hablabas conmigo?

Mi rechazo a sostener una charla con la madre de "S" devino en ignorarla con poco disimulo. Antes por lo menos intentaba ponerle atención. Ahora mi mente no está dispuesta a darle importancia a toda esa basura, y ni siquiera me siento mal por despreciar su charla, que siempre se compone de quejas, indirectas, críticas mordaces y anécdotas irrelevantes. En cuanto esa persona se pone a hablar, me concentro en cualquier otro asunto particular. Una vez por ejemplo, repasé un programa de radio que suelo escuchar y evocando una nota graciosa reí, al mismo tiempo que la "suegra" se explayaba en algo según ella chusco que le había pasado años atrás. Creyó que su historia había dado en el blanco haciéndome reír. La verdad es que ni la recuerdo. Mi memoria es un privilegio que sus charlas jamás tendrán.

Por cierto, un par de veces intenté un diálogo con ese espécimen y dada su reticencia a la variación de ideas y puntos de vista, volví a la sana práctica de abandonarla a sus tediosos monólogos. Ese tipo de gente no busca realmente una conversación, ni siquiera la confirmación de sus ideas. Tan solo busca atención o repasar su propio discurso atosigando a otros. Un buen conversador tiene empatía y sabe que una plática demasiado extensa se torna aburrida, así que la mantiene dentro de límites razonables. También es capaz de detectar el hastío en su interlocutor, y concluir sin preguntar estúpidamente lo obvio ("¿ya te aburrí?"). Lo peor es que esta señora
cree tener dones de oradora, que su plática es interesante y que todo lo que emana de su boca es pura inteligencia y gracia. Pero qué insoportable.

En ese esquema, mis fugas al interior no solo son necesarias, sino hasta la respuesta más sana ante un estímulo negativo y soporífero.

domingo, 19 de abril de 2015

Brecha de plenitud.

Qué bien me siento. Habría qué analizar por qué. Sé que obedece a ciertas variaciones en mis circunstancias. Pero no quiero pensar, solo quiero disfrutarlo. La vida no será mejor después de este instante.

viernes, 17 de abril de 2015

Paracetamol: un aliado inesperado.

Hallé interesante este artículo (http://www.rinconpsicologia.com/2015/04/paracetamol-alivia-el-dolor-pero-te.html). No pensé que tuviera un efecto en las emociones.

Confieso que lo tomo ocasionalmente por las migrañas que me asaltan de repente. También por los 'dolores del hambre' (extraños dolores en el cuerpo por falta de alimento) que, junto con el hambre mismo, menguan la concentración y el intelecto.

Ya había notado que en tales circunstancias, el paracetamol (una cápsula de 500mg) alivia esos dolores y restaura la lucidez durante su efecto. Pero el 'aplanamiento' emocional jamás lo he percibido. En mi caso, al librarme de los síntomas antes mencionados, podría decirse que me produce bienestar.

Me basta con eso; no necesito más. Y si la pastilla anula emociones negativas y positivas por igual, para mi es un bien prescindir de ambas, aunque sea de vez en cuando.

miércoles, 15 de abril de 2015

La suave brisa de la discreción.

Discreción: cualidad de una persona que se caracteriza por su moderación, prudencia y sensatez.

En todo este tiempo interactuando con "S" y su madre, casi podría deducir una suerte de fórmula, no ya para granjearse amigos o aprobación, sino para no resultar desagradable, que ya es mucho, y tener la conciencia tranquila. Simplemente, no estar jodiendo a la gente.

Me sorprende que este par no lo vea. ¿Es tan difícil? Si lo entendiera no experimentaría tal rechazo. Pero creerse "carismático" y asumir ese rol de "mira cómo te caigo bien a fuerza" son actitudes chocantes.

En cambio, es refrescante estar cerca de alguien contrario a eso; con la certeza de que no hará comentarios ni insinuaciones maliciosas; que no difama siempre que puede, en ciega rabia por una vida insatisfecha; que no se empeña en forzar un diálogo que solo le satisfará a él; que no intenta manipular disfrazando órdenes de peticiones; que no se cree mejor que los que le rodean; que no se queja constantemente; que no interroga sobre cuestiones íntimas; que no usa chantajes materiales para amordazar al obsequiado ante posteriores abusos; que no critica ni juzga presumiendo honestidad; que guarda sus distancias y se conduce con reserva.

Querida "S" y compañía:

No regalen objetos materiales; la gente no necesita regalos sino respeto. La gente toma lo que le dan y se va, por que no le ofrecen lo esencial.

No se empeñen en "caer bien" pretendiendo ser de "mente abierta" aludiendo al sexo con morbo y vulgaridad; es de mal gusto y desagradable.

No se metan en lo que no les incumbe. Supriman su curiosidad simiesca y aprendan que abordar cuestiones personales requiere respeto y tacto. No realicen preguntas que incomoden y no insistan en obtener una respuesta. No sean bestias.

No se jacten de ser educadas. No lo son. Una carrera trunca y un oficio no hacen una educación. Saber algo sobre un par de temas y recurrir a ellos hasta el cansancio no implica educación. La educación también comprende buenos modales, algo de lo que carecen en absoluto. Pueden civilizarse si se reconocen obtusas e innobles; la honesta auto-observación les conducirá a un cambio real.

No presuman virtud. Si fueran virtuosas sus vidas serían distintas y no se estarían quedando solas. Más bien confronten lo que realmente son y dejarán de ser ejemplo de algunos de los peores defectos de la humanidad.

No acusen sin fundamento. No excusen su ruina en que les han hecho "brujería", "mal de ojo" o son víctimas de la envidia (¿de qué?). Reconozcan que gran parte del "mal" en torno a ustedes proviene de ustedes.

Simplemente, no estén jodiendo a la gente.

martes, 14 de abril de 2015

Idolatría.

'S' comentó una noche reciente a raíz de un documental sobre narcotráfico que se emitía ese momento, de la 'inteligencia' que requiere ese negocio para 'ser un grande como el Chapo' (burlar, corromper o desafiar autoridades, ganar terreno a cárteles rivales, etc). Si bien alguna vez los reconoció como criminales, es evidente que su actitud hacia estos personajes y sus 'hazañas' es más de admiración que de condena. Una actitud a mi juicio, asquerosa.

Habría que verla, tan animada al tocar precisamente ese tema, y notar el brillo en sus ojos en cada oportunidad que los medios le brindan para contribuir a la noticia en turno con algún dato que en ella no se haya incluído. Nada hay de malo en informarse. El punto es que 'S' intenta enmascarar su idolatría por el mundo del narco, como interés por estar al tanto. Si fuera así, reflejaría idéntico interés por ampliar su conocimiento sobre diversos temas y comunicaría sus hallazgos con la misma pasión que exhibe sobre ese tema en particular (cuando se escatimó el número de cuerpos 'cocinados' por 'el Pozolero', 'S' se refirió a la cifra como una persona normal se refiere al récord o logro de su deportista favorito; ni un viso de horror o desprecio).

'S' usa a este respecto un curioso subterfugio: desplazar el juicio reprobatorio de quien vende la droga, al que la consume. Según ella, el deterioro social no proviene del narco (ni contribuye a él), sino de una generación sin educación ni ideales que adquiere su producto. Así, el primero está libre de culpa, pues no daña a la sociedad: tan solo capitaliza el deterioro social que generó el segundo, y es éste último el que merece condena (??). A mi modo de ver, tanto uno como otro surgen del mismo conjunto de factores y uno no existe sin el otro. Siendo así, la admiración de 'S' por el narcotraficante también debería alcanzar al comprador, pues éste patrocina los elementos que ella tanto admira en aquél. Pero no es el caso. Para ella, un 'Chapo' Guzmán es un tipo inteligente al burlar leyes y autoridades en favor de un negocio ilegal y violento. Además fue considerado en Forbes como multi-millonario... ¡qué importa si es un criminal! No cualquiera logra lo que él (???).

Antes la hubiera, si no secundado, al menos seguido el juego con alguna pregunta ingenua o un vago asentir, para que su entusiasmo no se desvaneciera en el aire. Pero esa noche, mientras cenábamos y se emitía el documental, ya no tuve ánimo de hacerlo. Tan solo guardé silenció, bajé la mirada y me abstraje en disfrutar mi café, sin conceder atención a necedades.

viernes, 6 de marzo de 2015

Auto-exterminio.

I.
Estoy en mi cuarto, escribiendo naderías en un viejo cuaderno en espera de que la batería del celular se haya recargado al 100%. Es un problema porque tanto el cargador como el mismo teléfono son más que obsoletos y alguno de ellos presenta un falso que interrumpe la recarga. Mi centro de entretenimiento se reduce a una pantalla de 5x4 cms. Lamentable.

Me he acostumbrado a la pobreza, a la ausencia de recursos. Creo que he sobrellevado eso relativamente bien, sobre todo por no pertenecer a ningún círculo social. La pobreza pesa más dentro de un grupo que en solitario. La soledad no juzga; la sociedad condena. Afortunado soy, provisto de un carácter antisocial, de otro modo sería tortuoso y frustrante desear integrarme a un grupo y no poder hacerlo. Aún si tuviera un alcance monetario decente o no vergonzoso, tendería a preservar o incluso reforzar mi precioso aislamiento.

Por ahora me conforta no dar cuenta a nadie de mi cortina rota, mi habitación sin muebles o mi austero apartamento. Mi principal fuente de stress es mi novia, que ya entreve mi pobreza, aunque no en toda su escabrosa magnitud. Ocasionalmente señala el aspecto gastado de mis tenis, más seguido apunta a mis ojeras.

Me dan ganas de darle la espalda y volver a casa.

II.
A veces he pensado en dejarme morir de hambre, pero el proceso es lento y tortuoso, además de humillante. ¿Qué tal si por x razón debo salir del apartamento en avanzado estado de inanición? Qué pena dejarme ver así por vecinos y demás gente. Sentiría la necesidad de justificarme y peor aún, fingir buen semblante, decir que todo va bien... ¿que he perdido peso? ¿en verdad? Bueno, me siento excelente, me alimento bien, no sé de que hablan, je je je. Si yo siempre he sido delgado.

III.
Conseguir empleo formal, difícil en este país, a mi edad, con tan pocos recursos para alimento y transporte mientras busco vacantes, me contratan y me pagan. Casi imposible con mi suma torpeza, poca adaptación y habilidades. La entrevista de trabajo, un reto con pocas posibilidades de superar si se padece socio-fobia.

Muy seguido pienso que de torcerle la mano a la situación (obteniendo empleo y perdurando lo más posible) me enfocaría en ahorrar lo suficiente para adquirir un arma. La que sea, pero que funcione: un pase de salida. Fantaseo que un día las circunstancias me favorecerán colocándome en un accidente mortal, ahorrándome el mancharme las manos con mi propia sangre. Así quedaría oculto mi desgano de vivir y en vez de sufrir el obligado estigma de suicida, tan solo se diría "lo atropellaron", "lo asesinaron en un asalto" y al día siguiente se olvidaría el asunto.

Pero he esperado y eso no ocurre.

IV.
Aún Tengo prejuicios relacionados a terminar con la propia vida. El primero: es un acto liberador, sí, pero también un tanto indigno. Implica insuficiencia y derrota.

Otro prejuicio, el "qué dirán". De lo más absurdo, pues quien lo ejecuta ya no tiene conciencia ni presencia, es libre en la nada. El vituperio no le alcanzará donde sea que se encuentre. Y si la conciencia la crea el cerebro, muere con él.

Un tercer prejuicio corresponde al método en sí. Opto por el tiro en la cabeza por ser práctico e inmediato, además de ser el menos doloroso y dramático. Esos que se arrojan desde un puente o lo más alto de un edificio aún buscan atención. Yo prefiero la soledad y confidencialidad de mi recámara, donde podría dedicar mis últimos pensamientos a lo que me plazca, sin importunar ni ser importunado, antes de abandonar este mundo con relativa discreción. Lo que tiene de grotesco el tiro en la cabeza es el desparramiento de sesos. Es de mal gusto mencionarlo pero hay que ser realistas y encararlo: si bien no resulta tan aparatoso como el cuerpo destrozado en el asfalto o en las vías del metro, reconozcamos que tiene su dosis de "gore", por decirlo así.

Aunque también depende del calibre del arma, la trayectoria de la bala, etc. No es lo mismo el acosador de Björk que Kurt Cobain.

V.
En contraste con aquel par de personajes antes mencionado, el suicidio algunas veces alcanza lo sublime o por lo menos indulta a su ejecutor por entendible. Sócrates bebió sereno la cicuta, consolidando así su filosofía. Stefan Zweig, el escritor austríaco, eligió la muerte a vivir en un mundo que sería, creía él, gobernado por el nazismo. ¿Se les recuerda como enfermos suicidas? No, se les admira por ilustres. Perspectiva lejos de aplicarse a cualquiera de nosotros, porque el paradigma del suicidio ha cambiado (era un acto de dignidad y reafirmación) y porque ningún motivo loable antecede al suicidio actual. Subyace, más bien, un poderoso componente emocional: depresión, ruptura amorosa, desesperación. El ciudadano de a pie que se auto-extermina pasa a ser mera estadística, la tragedia del momento, local o mediática, siempre efímera.

El suicidio promedio jamás tendrá nada de ejemplar o heroico.

VI.
Yo simplemente estoy cansado. La vida no me parece triste, pero sí monótona y en mis condiciones, innecesaria. Vivir con hambre, pendiente de la opinión ajena, en la mediocridad y la pobreza es estéril. Ya sé qué esperar de la gente, el mundo lo tengo más o menos visto (o leído). Tengo noción de lo mejor y lo peor de mi tiempo. Así que el móvil de mi exterminio es simple hartazgo.

Quien lea esto deducirá falta de sentido en mi vida. Ya enumeré y validé mis cualidades, ya evalué mis opciones. Engañoso paliativo, mero lavado de cerebro que impide explorar la médula de la propia inclinación al Hades o al olvido. La "búsqueda de sentido" tan popularizada por Viktor Frankl, se reduce a darle prioridad a algo. Yo solo he podido priorizar la supervivencia más básica, y eso no tiene sentido alguno.

VII.
El lector casual pensará "este escrito es su forma de pedir ayuda". ¿Ayuda? No necesito ser "salvado". ¿De qué, de la muerte? No busco palabras de aliento, ni ser persuadido.

Escribo porque es un tema tabú. El solo término ensombrece el ánimo, interrumpe el aliento. Si un suicida aborda el tema, el resto calla o censura. Otra razón por la que escribo es que el discurso del suicida común es visceral, mal estructurado, vacío y hasta aburrido. Un cliché que se limita al "ya no quiero vivir", "nadie me quiere", "mi pareja me abandonó"; tonterías infantiles que ni conmueven, ni inspiran ayuda, ni suscitan reflexión, nada aportan. Solo quise esbozar un testimonio más o menos racional de una mente que ha asumido la muerte como escape. Una mente que ya dejó atrás el chantaje, el deseo de atención, el orgullo alimentado por el falso valor que implica pegarse un tiro en la sien, y a la que quizá le tome años consumar su proyecto de muerte (se puede vivir toda una vida sin esperanza). Para que algún terapeuta o curioso del tema tenga una pieza honesta y directa, sin apología ni lamentación.

jueves, 5 de marzo de 2015

No alimente al troll.

Son ya dos veces que escucho a la madre de 'S' decir de parientes y compañeros de trabajo que "no saben convivir". Esta afirmación es una joya de ironía proviniendo de una persona prácticamente insoportable. Por supuesto, toda esa familia carece de educación o modales y resulta más bien tosca y salvaje, incluidos sus miembros más civilizados. Pero de repente logran entenderse y a su modo, socializan. La nota discordante es esta señora, y no porque sea mejor que ellos. Su invitación a la "convivencia" lleva trampa. Lo que parece buena intención termina siendo invariablemente, montaje para emitir una "crítica sincera", filtrar una serie de reproches u originar un altercado verbal. Es lógico por qué evitan tratar con ella.

Con sus compañeros de trabajo, lo mismo. Según entiendo, ya nadie la quiere cerca, y sin embargo, presume desempeñarse mejor que todos ahí. ¿Quién querría intercambiar el mínimo diálogo con una persona así? Es ella quien en ningún contexto encaja. Pero según su torcida visión, son los demás los amargados o inadaptados que evitan o se pierden su "amena" compañía. Incluso se atreve a interpretar ese obvio y natural rechazo como acoso laboral o violencia familiar.

Hay personas que por sus cualidades destacan del resto y ocasionalmente friccionan con su entorno, pero este no es el caso. Esta persona, o realmente ignora lo desagradable que es, o planea a conciencia una manipulación que consiste en disponer de los demás a su antojo, premeditando un escenario donde pueda imponerse: dictando el orden en que deben sentarse los invitados y qué hora deben comer; orientando la charla a temas incómodos, emitiendo bromas de mal gusto, obligando al resto a posar para las fotos, interviniendo en cada plática.

Lo que evidencia que es esa señora quién no sabe convivir. Habría qué ser ciego para no notar cómo malogra las pocas reuniones a que asiste. Y por su forma de ser, jamás conocerá ni será partícipe de una convivencia sana, espontánea y feliz. Su fallida pero constante manipulación solo ha logrado que se le trate con pinzas. Ese aislamiento que tanto le duele, a pulso se lo ha forjado.

miércoles, 4 de marzo de 2015

El mal a distancia.

Me encanta desconectarme de 'S' y las complicaciones de su vida. Cada vez me pesa más la frase 'más vale solo...' Se me hace más patente sobre todo en estos momentos de soledad. No es que mi vida esté libre de complicaciones, pero éstas no son nada en comparación con el simulacro de vida compartida con 'S'. Al pensar en ello no puedo sino evocar cosas grotescas: el comportamiento y forma de ser de su madre, su familia y ella misma. Viven para el conflicto sostenido, con todos, por cualquier cosa. No hay nada que no transmuten en crítica, pleito, indirecta, calumnia (indios ladinos, ni más ni menos; y no me importa lo cliché o peyorativo que se lea). Esa es su dinámica de vida. La mia, estar solo, tranquilo, sin fastidiar ni ser fastidiado.

'S' cuenta sin falta nuestros meses juntos. Hace unas horas me envió un mensaje para felicitarme por cumplir ayer 3 de marzo, 25 meses. Yo no logro aprehender todos los sinsabores, rabias secretas e incomodidades que esa cifra comprende. No quiero ni podría hacerlo; supondría una revelación abrumadora cómo y por qué he soportado tanto.

Hace tiempo decidí moderarme en el tema, y en verdad me he contenido, omitiendo numerosos incidentes a detalle ya sea por no redundar, ya por la pereza de escribir. Pero es inevitable anotar, echar fuera, aquello que molesta, con el alivio que otorga la distancia: saberse lejos, intocable, a salvo.

domingo, 25 de enero de 2015

Tirar la basura.

Anotar esto puede parecer ridículo pero debe quedar registrado: hoy a las 8 AM salí a tirar la basura. Es digno de mención porque hacía años que, literalmente, no me atrevía a hacerlo. Simplemente no me sentía capaz, me parecía algo 'prohibido'. He ahí los terribles estragos de la ansiedad social y las malas experiencias. Uno queda inhabilitado para las tareas más sencillas.

Lo insólito estriba en que llevo cerca de dos años socializando (dentro de los límites de mi introversión) y realizando tareas más complejas. Vamos, he tenido sexo hasta el hartazgo (en verdad, estoy harto, literalmente), ¡estuve a punto de ser padre! Y con todo ese nuevo bagage sicológico no había superado el temor de ejecutar algo tan simple.

El cerebro (al menos el de un socio-fóbico) se delimita a cierto rango de acción, y contra toda lógica, a veces logra romper con sus rígidas reglas para lanzarse a 'grandes hazañas', permaneciendo incapaz de tareas de menor o nula complejidad.

Tan absurdo como si un hombre arrojado temiera pisar un insecto después de haber enfrentado una fiera.

sábado, 24 de enero de 2015

Vicio vs antídoto.

Si algo ha "nutrido" mi diario estos últimos dos años ha sido mi experiencia con "S". Puede ser patológico porque actualmente consume la mayoría de mi tiempo y energía. Creo que polarizar la vida entera a un hecho particular es poco sano; se supone (y es posible) que la vida tenga múltiples aspectos que la enriquezcan.

Me sirve de espejo, lamento la redundancia, una prima de "S" que se dedica cien por ciento a su trabajo. Solo habla de los triunfos y complicaciones de su profesión, y aunque tiene algún "hobby" interesante, poco habla de él (quizá sea algo para ella muy vital que prefiere reservarse), hablando con pasión monótona de sus faenas de oficina. El resultado, un ser hueco y mono-temático con el cual no se puede hablar de otra cosa que no sea su ocupación.

Desde un enfoque mundano, esto es la norma. Por lo general es nuestro oficio (o su ausencia) lo que nos define y se espera de nosotros que todo nuestro ser sea absorbido por él. Para mí equivale a convertirse en un organismo autómata que se dedica por completo a una sola actividad (que no un propósito, que otorga vida a quien se consagra a él). En este caso, no digo que trabajar afanosamente sea malo; finalmente otorga una vida digna y productiva. Lo que me parece inadecuado es abandonar inquietudes e ideas diversas por ello.

Lo terrible es que todos incurrimos en lo mismo. Yo no dejo de diseccionar mi relación con "S" a modo de antídoto para blindarme de ella; ejercicio insano teniendo la opción de disolverla. Estrechar la atención a un solo punto no se le puede llamar "actividad". Más preciso es nombrarlo vicio, que envenena y corroe. La diferencia es que estas constantes anotaciones aquí resultan algo terapéutico y por ende necesario: evitar que mi mente se arruine al contacto de influencias groseras y pobres. Contrario a la práctica de "S" y su madre de criticar compulsivamente a propios y extraños, por matar el tiempo y alimentar una ilusión de superioridad. Jamás se cuestionaran lo que hacen; de hecho se regodean en ello, y sin ello nada tienen. Al menos, desde mi declive aún aspiro a mejorar lo más posible, consciente de que no lograré mucho.

viernes, 23 de enero de 2015

La experiencia agobiante.

Hoy salí a caminar un rato por ahí. Pero no resultó del todo bien. Tantos días de convivencia sostenida con 'S' y su madre han sido abrumadores y esta vez un simple paseo ha sido insuficiente para desintoxicarme y recuperar lucidez. Estuve casi 20 días ahí, y el dúo madre e hija, más insoportable a cada momento. El idioma inglés resume mi estado estado actual con el término 'annoying' (irritante, fastidioso). Mi tiempo con ellas es una experiencia irritante.

'Nuevas' hostilidades: 'S' comparte información personal con su madre frente a mí, o intenta despuntar cada plática dirigiéndome alguna crítica; lo de siempre, pero con más descaro que antes. No sé si para ponerme a prueba, sabiendo que no puedo ponerle un alto en presencia de su madre, para incomodarme, o para echar a andar la convivencia. Pero dudo que sea un acto inocente. Lo irónico es que me encomendó una 'carta cursi'. Parece que aún no entiende que mis días de libertad son para descansar de ella. Pero aún estoy tentado a escribirla, por compromiso.

Por que cada vez confirmo lo lejanos que somos. Tanto le he insistido sobre mi cariño por mi gato, mi preocupación por su bienestar y nada de eso le importa; lo que revela su nula empatía hacia mí. Tan solo le importa acomodar a la poca gente en torno suyo como piezas en el tablero de su vida, configurando su propia felicidad, indiferente a la ajena.

Cuando una persona te separa de lo que amas, a sabiendas de la aflicción que te causa, solo busca su felicidad y no le importa la tuya. El quid es cuándo tendré la determinación para darle fin a este escenario.

Asimov, afortunado.

"Soy tan afortunado de vivir en una pequeña isla en paz y serenidad, que nunca la abandono voluntariamente, salvo en casos de emergencia, por distancias cortas y durante breves períodos de tiempo". Isaac Asimov respondiendo en una carta, una invitación para comentar parte de una serie de 'Arte y Lecturas' en Portland (16 de febrero, 1989).

martes, 6 de enero de 2015

Lo imprevisto.

El Viernes 19 de Diciembre del año pasado, 'S' me pidió que fuera a verle pues se sentía mal. Cuando llegué estaba recostada; venía de ver a un doctor que le recetó hormonas para evitar el desprendimiento del bebé. Tenía amenaza de aborto.

Al día siguiente fuimos a otro hospital. 'S' pasó a consulta. El médico en turno le dijo que permaneciera en cama, pero nada le dijo sobre el estado del bebé, una negligencia de su parte. Ya en la noche, 'S' sufría hemorragias y fuertes dolores. Después de medianoche ocurrió lo que temíamos: aborto espontáneo.

Para qué narrar a detalle el posterior sufrimiento, para qué ahondar en los pormenores de la pérdida. Fueron días amargos. Cuando menos 'S' se recuperó rápidamente en lo físico, lo que aminoró la preocupación, no así la pena.

Confieso que la idea de ser padre me pesaba bastante. Cuando 'S' me informó del embarazo, no lo tome con la mejor actitud que digamos. Pero ella se había forjado muchas ilusiones y de algún modo también yo me estaba mentalizando. Pero, a riesgo de parecer insensible, pienso que no habría sido del todo idóneo la llegada de un niño, no por el niño en sí, sino por factores en torno a él con los que habría sido difícil lidiar.

En primer lugar (y no por materialista sino por poner 'pies en tierra'), su manutención. Siendo franco, si a la fecha no puedo conmigo mismo, ¿cómo iba a ser proveedor para el niño? En segundo, la aberrante situación de formar una familia con 'S': a la fecha no sabe con exactitud mi domicilio ni la he invitado a visitarlo, ya sea por vergüenza de mi precario estilo de vida, ya sea por mantener una barrera. No hay qué engañarse. ¿No es acaso, a dos años de relación y con o sin un niño de por medio, una circunstancia anormal? (sin ir tan lejos, qué dirá 'S' actualmente a sus amigos: que en dos años de relación conmigo aún la tengo en ese aspecto marginada).

Tercero, lo que más me hacía 'corto circuito': la cuestionable influencia de la madre de 'S' en el niño. Tan solo visualizarlo bajo su tutela me revolvía el estómago. En este punto podría extenderme bastante y espero no se me malentienda, pero por dicha razón esta tragedia se me figura a veces como un mal que se evitó: ese inocente niño no padecerá la nociva influencia de una mente manipuladora y enferma.

Por último menciono lo obvio. ¿Qué clase de niño habría sido conmigo por padre? ¿cuál habría sido su destino como hijo de un socio-fóbico esquizoide?

Así que todo vuelve a como era; la relación regresa al viejo 'estira y afloja'.

Creo que es la mujer quien padece con mayor intensidad este tipo de pérdidas, porque es ella quien gesta en su interior ese nuevo ser, entablando un lazo más profundo. Es la mujer quien más se ilusiona y sueña. Para un hombre es, por lo general, más fácil desentenderse o por lo menos enfocarse en lo 'técnico': la manutención, la planeación de gastos, etc. Especulo solamente, pues no pude hacer la experiencia y a fin de cuentas no estoy capacitado para ella, pese a la creencia de que el 'chip' de padre se 'activa' ante el nacimiento del niño. Es lo que se dice. ¡Qué sabré yo!

Entretanto 'S' se consuela pensando que, al menos por tres meses, fuimos padres, una familia nuclear. Consuelo que a veces comparto a pesar de mi escepticismo ante mi rol como posible padre. Y entiendo su insistencia en presionarme, en comprometerme con intentar la concepción de otro hijo en un par de años... pero de eso no estoy seguro y nada debo prometer.

Entradas más leídas