Feliz Año Nuevo...
A todo el género humano y a cualquier forma de vida existente... excepto a mis despreciables vecinos.
A toda la gente honesta y bienintencionada... excepto a los de Axtel.
A los que lucharon y perdieron pero sobrevivieron. Estoicos, guerreros, solitarios, fieles a sí mismos... como yo.
Al Universo entero, nuestro hogar. Que su infinita expansión conlleve una dicha igual de extensa.
Un afectuoso abrazo para todos.
sábado, 31 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Visión túnel.
No estoy hecho para la vida. A veces siento que mi existencia no tiene mucho sentido. Y no es que añore la felicidad o el bienestar. Simplemente esta existencia no parece ir a ningún lado. Marcha en línea recta, sí, empujada por el tiempo. Pero no produce ningún beneficio. No me espera nada bueno en el futuro y sinceramente me frustra un poco que no haya en él alguna pizca de realización. Simplemente viviré como lo he hecho hasta ahora, con la diferencia de que iré acumulando aún más complicaciones externas (sociales, físicas, económicas) y psíquicas.
Algo está incorrecto aquí y debe ser corregido.
''Nacimiento tras nacimiento, el hombre recibe muchas cosas. Luego, las leyes de la naturaleza lo despojan de ellas otra vez. Así continuamente hasta que aprende la lección y aspira a lo eterno.''
Algo está incorrecto aquí y debe ser corregido.
''Nacimiento tras nacimiento, el hombre recibe muchas cosas. Luego, las leyes de la naturaleza lo despojan de ellas otra vez. Así continuamente hasta que aprende la lección y aspira a lo eterno.''
Bhagavad-Guita.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Sociedad rozagante.
Antier se me presentó una serie de eventos que, por un lado, me desanimaron un poco y por otro, acentuaron esa sensación de individualidad. Llegué a sentirme anacrónico y fuera de lugar.
Mi valoración de las cosas ha cambiado. Lo que antes me hubiera sido indiferente ahora es objeto de atención y viceversa. Algunas cosas que antes les hubiera dado una importancia desmedida, comienzan a parecerme irrelevantes.
Pero mi perspectiva global sobre la vida y lo que me rodea sigue siendo poco favorable, y con razón. Es irónico que yo, el más anti-social, me apegue a las normas más básicas del respeto al prójimo y los que parecen acoplados a su entorno tengan visos irrespetuosos.
Hace dos días fui testigo de una falta de respeto a un adulto por un imberbe que no llegaría a los 17 años. Me sorprendió su cinismo; pienso en cómo será a los 20 o 25. Posiblemente con el tiempo madure y corrija su actitud. Pero también los he visto comenzar con faltas de respeto menores que con el tiempo se incrementan y empeoran.
Bien pudo tratarse de un incidente nimio. Pero es por consentir estas "nimias" faltas de respeto que la sociedad se encuentra cada vez más deteriorada. Me alegro de no estar completamente integrado a ella.
sábado, 10 de diciembre de 2011
Evaluando el presente y el pasado.
Ayer leía mi diario escrito entre 2006 y 2007. Realmente no recuerdo mucho de lo que entonces escribí. Más que analizar mis circunstancias, desde entonces mi intención primordial ha sido capturar la viveza de aquellos fenómenos psíquicos e intentar traducirlos en palabras.
Es imposible capturarlos fielmente. Sin embargo, lo que ayer leí me pudo transmitir algo de la desesperación, la desazón y desolación experimentada en esos días nefastos. Por otro lado, dos párrafos capturaron mi atención. Uno en el que tomo la decisión de limitarme a un estilo de vida básico (debido a mis inalterables circunstancias) y otro en que manifiesto mis deseos de «volver al mundo».
A pesar de la constricción externa e interna en que me hallaba, aún conservaba cierta esperanza. La de mejorar mi vida en todos aspectos: un sueño lejano entonces y ahora. La posibilidad de una vida mejor me parece remota, incluso más que antes.
No tengo una medida de comparación, pero creo que mi vida en general, aunque lúdica o serena en apariencia, es muy dura y violenta. Sólo que estos elementos no se perciben a simple vista, y quizá no se reflejen en mi actitud o comportamiento. Me gustaría saber si habrá otras personas con idéntico estilo de vida y cómo les ha afectado.
He sido huésped en otros lugares y he podido participar de su estilo de vida. También enfrentan sus dificultades, problemas familiares, etc. Pero esas estancias temporales me han parecido unas placenteras vacaciones. Mi hogar es un santuario a la soledad y el rigor, y por ende al cultivo de las facultades psíquicas sin descanso. Un campo de entrenamiento.
No tengo televisión ni radio, pero libros de sobra en formato físico y electrónico. No tengo pareja o descendientes, pero existen recuerdos de una vida familiar. No tengo un amigo o conocido con quién hablar abiertamente, pero tengo un diario y un gato, que no juzgan y son incondicionales. Si bien puede existir remotamente, alguien a quien mis condiciones le parezcan envidiables, la verdad a veces llegan a ser asfixiantes.
Se me podría acusar de perezoso, pero leer sostenidamente llega a aburrir. Creo que el cerebro requiere más estímulos de los que provee un libro, por bueno que éste sea. La soledad es una ventaja poco común en una ciudad atestada de gente, pero sí llega a extrañarse el ser importunado o invitado a comer. Callar los padecimientos y reservarlos para las noches de reflexión fortalece y modera el alma, pero esto no colma el deseo ocasional de compartirlos a viva voz con un interlocutor empático y racional.
Pero esas alternativas no son posibles.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Más incertidumbre.
Llevo días formulando en mi mente algún mensaje con motivo de Año Nuevo para mis contactos y conocidos, pero nada se me ocurre. No quiero ser el mensajero de las clásicas felicitaciones tipo «Feliz Año Nuevo, que todos tus sueños se cumplan». Ese es el tipo de mensaje vacío que todo mundo comparte y agradece por compromiso. Pocos se toman el tiempo de redactar algo sincero; prefieren emitir la felicitación de cada año de forma mecánica y no romper con la costumbre.
También estoy contabilizando los pros y contras de este año. En términos coloquiales sólo puedo decir que salí bien librado. No gané ni perdí, aunque siento que me he «ablandado» emocionalmente. Me volví más aprensivo y nostálgico; supongo que es la edad. Soporté muy bien las adversidades porque alguna resistencia he desarrollado con los años y ahí me anoto un triunfo. Pero sé que peores infortunios están por venir y no estoy listo.
Podría decir que la vida ha sido condescendiente conmigo, pero dejará de serlo pronto.
He pensado abandonar definitivamente mi «vida» en las redes sociales, pero aún no estoy seguro. Me fijé Diciembre como plazo, y no «sobrevivir» este año. Mucho de lo que comparto en ellas es insustancial, dado mi carácter poco expansivo. A su vez, he dejado entrever detalles personales que me colocan en una situación incómoda, y no me gustan las preguntas de ese índole, obligadas en un medio justamente diseñado para darse a conocer.
A veces coqueteo con la idea de dejar de escribir. Siempre he tenido la sensación de que lo que escribo es absurdo y ridículo. Es decir, hay en mi «estilo» un halo de imbecilidad. Impregna cada párrafo, por lo que ya no me satisface del todo escribir.
También estoy contabilizando los pros y contras de este año. En términos coloquiales sólo puedo decir que salí bien librado. No gané ni perdí, aunque siento que me he «ablandado» emocionalmente. Me volví más aprensivo y nostálgico; supongo que es la edad. Soporté muy bien las adversidades porque alguna resistencia he desarrollado con los años y ahí me anoto un triunfo. Pero sé que peores infortunios están por venir y no estoy listo.
Podría decir que la vida ha sido condescendiente conmigo, pero dejará de serlo pronto.
He pensado abandonar definitivamente mi «vida» en las redes sociales, pero aún no estoy seguro. Me fijé Diciembre como plazo, y no «sobrevivir» este año. Mucho de lo que comparto en ellas es insustancial, dado mi carácter poco expansivo. A su vez, he dejado entrever detalles personales que me colocan en una situación incómoda, y no me gustan las preguntas de ese índole, obligadas en un medio justamente diseñado para darse a conocer.
A veces coqueteo con la idea de dejar de escribir. Siempre he tenido la sensación de que lo que escribo es absurdo y ridículo. Es decir, hay en mi «estilo» un halo de imbecilidad. Impregna cada párrafo, por lo que ya no me satisface del todo escribir.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Lo que se ha perdido.
Hace algunos días sostuve una conversación en la que bordeamos el tema de la soledad. No suelo hablar de esto con casi nadie, pero me sirvió para verlo desde otro enfoque. Cierto es que los pocos con quienes de ella he hablado no la conocen como yo. No la han experimentado a profundidad. El término «soledad» se vuelve entonces relativo, porque cada quien la concibe en distintos grados.
He de admitir que las concepciones ajenas sobre la soledad me parecen superfluas, incluso risibles. Le llaman soledad a encontrarse en casa un fin de semana a falta de un evento social. Otros dicen sentirse solos siendo su círculo social amplio y ellos queridos y apreciados. Hace tiempo una persona me preguntó cuánto tiempo hacía yo sin pareja. Le inventé que tenía seis meses solo (para entonces jamás había tenido pareja). Se sorprendió y me dijo «eso es mucho tiempo, ¿no?»
Una ocasión (hará unos diez años), unos vecinos organizaron una fiesta de cumpleaños. Me enteré por terceros y por el ruido característico de ese tipo de eventos. Creo que esa vez mi soledad sí me causó cierta molestia. Pude experimentar el contraste entre ellos y yo: la gente que fluye con la vida y el que permanece rígido en el encierro. Acostado en cama boca arriba, ponía atención a la música y demás mezcla de sonidos. Intenté visualizar a los presentes y lo que hacían. Me pregunté si no me estaba perdiendo de algo.
Por esa misma época salí una vez a visitar a mis abuelos. Dos o tres vecinas se encontraban cerca de las escaleras, donde solían reunirse y platicar. Cuando pasé, silencio absoluto; parecían haber visto una aparición. Una de ellas dijo en voz baja, «hasta que sale». En primer lugar, me sentí hostilizado, ya que evito cualquier tipo de intervención social y como no me meto con nadie, espero a cambio lo mismo. En segundo, me incomodó que fueran conscientes de mi modo de ser. Y en tercero, me molestó que me juzgaran con tanta facilidad y ligereza, sin conocer las causas. Pero ahora lo entiendo. La soledad no es de su mundo; les sorprendió presenciarla.
Otra ocasión, en la acera de frente, solía detenerse una pareja de jóvenes a platicar y prodigarse afecto. Yo los observaba desde mi ventana, analizando su lenguaje corporal y comportamiento en general. No me causaba placer ver aquello, sino curiosidad. Eso es algo que yo jamás he hecho y también me generó bastantes interrogantes. ¿Serán importantes ese tipo de prácticas? ¿serán necesarias para el desarrollo psíquico o vitales para la felicidad? Si yo hubiese tenido la oportunidad de experimentar algo así, ¿sería diferente o mejor persona? ¿no acaso las relaciones traen consigo miles de conflictos?
En mi última conversación sobre el tema, mi interlocutor declaró cosas que yo sospechaba pero aún así me sorprendieron por la franqueza con que las expuso: «Yo soy de la idea de que, para qué nos hacemos pendejos si a todos nos gusta coger (en México, «coger» se usa como sinónimo de realizar el acto sexual)»; «para qué forzar o justificar relaciones amorosas si lo único que quieres es cogerte a la persona»; «insisto, si nos gusta coger, ¿cuál es el problema? No tiene nada de malo, no hay que ser hipócrita»; «digo, tampoco ando de cama en cama ni de hombre en hombre pero no veo mal que ejerzas su sexualidad como quieras, con quien quieras y con cuantos quieras mientras te cuides...»
Lo que me sorprende es la familiaridad con que otros hablan de algo que me es tan ajeno, tan lejano, extraño. Pero esto ellos no lo saben. Asumen que he tenido una vida sexual normal o constante, porque para ellos así es. No conciben una soledad casi absoluta y castrada. Desde el principio la razón me ha dictado que no me he perdido de mucho: no son mas que tonterías. Pero el ego aparece de repente y se siente incompleto y frustrado. Es un conflicto que enfrento regularmente. Ese descalabro emocional de saber que ya no soy joven y me perdí experiencias irrecuperables.
Recientemente tuve una extraña racha, en que varias personas me dieron a entender que no les era físicamente indiferente. En parte mi ego se sintió halagado. Por otro lado, mi reacción fue de rechazo. La soledad ha penetrado mi psique de tal modo que la posibilidad de resultarle atractivo a alguien me parece insoportable. Incluso es frustrante... ¿por qué llega esta racha hasta ahora? ¿por qué no cuando era joven y aún tenía cierta capacidad para disfrutar esta clase de cosas?
No quiero nada.
Toda esta gente no sabe qué es la soledad. Lo que es no hablar con nadie por meses. No recibir un abrazo en años. No ser valorado en poco o mucho. No tocar, no sentir. No ser olvidado siquiera, sino inexistente. Gente que en mi caso enloquecería, aunque a veces me cuestiono si la soledad no ha trastocado ya mi cordura. Posiblemente lo ha hecho en cierto grado, pero no tengo modo de darme cuenta.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Saltar al vacío.
Últimamente no me ha sido tan difícil abrirme con personas que apenas conozco. Pero no bajo la guardia. He aprendido a vivir a la defensiva y me conservo así incluso ante quienes, después de haber sopesado, han resultado sinceros.
Se dice que hay que ser en extremo receloso con lo que en este medio decimos sobre nosotros. Tenemos que acorazarnos tras un «nick» que sugiera poco o nada sobre lo que somos y debemos ser reservados con nuestros datos personales. Lo cual a su vez, nos aísla.
Y sin embargo, si fuésemos del todo honestos, nos pondríamos en peligro y no necesariamente físico. Confesar alguna vulnerabilidad nos expone a ataques emocionales, malogrando nuestro ejercicio de sinceridad y confirmando que «ser uno mismo» es imposible y ni siquiera debe intentarse.
Entonces nos volvemos selectivos. Escogemos algunos fragmentos de nosotros, los menos valiosos, y los ofrecemos con indiferencia, porque no dicen mucho, y esperamos que quien los recibe se conforme con eso. Pero, ¿qué pasa cuando la otra persona es abierta? ¿no nos compromete eso a serlo también?
Porque siempre que alguien tiene intención de conocerme, se sincera como para demostrar que no es peligroso y porque espera la misma actitud a cambio. El triunfo de la comunicación es que dos personas permitan conocerse mutuamente, a fondo. Pero eso también las estrecha, las hace amigas. Y eso atenta contra su individualidad.
No sé si valga la pena el riesgo.
Se dice que hay que ser en extremo receloso con lo que en este medio decimos sobre nosotros. Tenemos que acorazarnos tras un «nick» que sugiera poco o nada sobre lo que somos y debemos ser reservados con nuestros datos personales. Lo cual a su vez, nos aísla.
Y sin embargo, si fuésemos del todo honestos, nos pondríamos en peligro y no necesariamente físico. Confesar alguna vulnerabilidad nos expone a ataques emocionales, malogrando nuestro ejercicio de sinceridad y confirmando que «ser uno mismo» es imposible y ni siquiera debe intentarse.
Entonces nos volvemos selectivos. Escogemos algunos fragmentos de nosotros, los menos valiosos, y los ofrecemos con indiferencia, porque no dicen mucho, y esperamos que quien los recibe se conforme con eso. Pero, ¿qué pasa cuando la otra persona es abierta? ¿no nos compromete eso a serlo también?
Porque siempre que alguien tiene intención de conocerme, se sincera como para demostrar que no es peligroso y porque espera la misma actitud a cambio. El triunfo de la comunicación es que dos personas permitan conocerse mutuamente, a fondo. Pero eso también las estrecha, las hace amigas. Y eso atenta contra su individualidad.
No sé si valga la pena el riesgo.

lunes, 28 de noviembre de 2011
El sentir inoportuno.
No puede ser que haya pasado un mes sin haber escrito aquí, donde se supone que me siento más libre. Hace quince días quería hacer un resumen de una semana relativamente pesada, que soporté muy bien e incluso me sirvió de acicate (suscitó meditaciones importantes). Es mi costumbre documentar mis procesos internos en momentos difíciles pero esa semana y la siguiente me evadí en un proyecto fallido, aquél intento de novela.
Ayer Domingo 27 desperté bastante inquieto. No sé por qué, pero de repente sentí una intensa nostalgia por C. Sybil, y un deseo asfixiante por saber de ella y contactarla. Estuve hundido en la cama, recordándola durante una hora. Pensé que lo primero que haría al levantarme sería enviarle un correo, pero fue una idea producto de la oleada de nostalgía que me invadía y no la llevé a cabo.
¿Qué podría decirle después de un año sin comunicarnos? Sería muy bajo y cínico de mi parte escribirle «Hola» como si nada hubiese pasado. Mi última respuesta fue despreciable... producto de sentirme un poco agredido, pero despreciable. No estuve a la altura y debí aceptar sus justas y merecidas reclamaciones. Excepto por una cosa: en el último mail que recibí de ella (de Diciembre del 2010), me acusaba de andar por ahí con el «cuento» de ser virgen, y que ella sabía que esto no era así.
Ya confesé que mi pérdida de la virginidad fue demasiado tardía, en Marzo del presente año (2011). Por eso me sentí calumniado cuando ella, tres meses antes, me acusó de mentir diciendo que era virgen. Y jamás mentí.
Pero mi sentir con respecto a ella no tiene relación con esto, sino con que este Domingo pasado, súbitamente desperté extrañándola. Y aunque no le envié ese correo, todavía ronda en mi mente hacerlo.
Pero al sentarme aquí e intentar escribirle unas líneas, me quedo en blanco. Me siento estúpido y culpable. También me refrena el pensar que no sería sano ni benéfico para ella. A estas alturas ya me habrá superado y olvidado, e intervenir de nuevo en su vida sólo le causaría estragos. Tal vez sólo pretendo colmar egoístamente mi propia nostalgia.
A veces pensábamos muy distinto; las más parecíamos almas gemelas. Pero ella ha sido la única mujer que realmente me ha amado.
Ayer Domingo 27 desperté bastante inquieto. No sé por qué, pero de repente sentí una intensa nostalgia por C. Sybil, y un deseo asfixiante por saber de ella y contactarla. Estuve hundido en la cama, recordándola durante una hora. Pensé que lo primero que haría al levantarme sería enviarle un correo, pero fue una idea producto de la oleada de nostalgía que me invadía y no la llevé a cabo.
¿Qué podría decirle después de un año sin comunicarnos? Sería muy bajo y cínico de mi parte escribirle «Hola» como si nada hubiese pasado. Mi última respuesta fue despreciable... producto de sentirme un poco agredido, pero despreciable. No estuve a la altura y debí aceptar sus justas y merecidas reclamaciones. Excepto por una cosa: en el último mail que recibí de ella (de Diciembre del 2010), me acusaba de andar por ahí con el «cuento» de ser virgen, y que ella sabía que esto no era así.
Ya confesé que mi pérdida de la virginidad fue demasiado tardía, en Marzo del presente año (2011). Por eso me sentí calumniado cuando ella, tres meses antes, me acusó de mentir diciendo que era virgen. Y jamás mentí.
Pero mi sentir con respecto a ella no tiene relación con esto, sino con que este Domingo pasado, súbitamente desperté extrañándola. Y aunque no le envié ese correo, todavía ronda en mi mente hacerlo.
Pero al sentarme aquí e intentar escribirle unas líneas, me quedo en blanco. Me siento estúpido y culpable. También me refrena el pensar que no sería sano ni benéfico para ella. A estas alturas ya me habrá superado y olvidado, e intervenir de nuevo en su vida sólo le causaría estragos. Tal vez sólo pretendo colmar egoístamente mi propia nostalgia.
A veces pensábamos muy distinto; las más parecíamos almas gemelas. Pero ella ha sido la única mujer que realmente me ha amado.
jueves, 17 de noviembre de 2011
NaNoWriMo.

Desconectarse es buen estimulante para despertar la creatividad. El tiempo libre que hubiese ocupado navegando una y otra vez por las redes sociales, lo he invertido en pensar, hacer ejercicio y ahora escribir.
El próximo mes podría invertir mejor mi tiempo libre. Estoy pensando en participar en Nanowrimo (National Novel Writing Month, traducido como el Mes Nacional de Escribir una Novela). Ignoraba que esto existía hasta que lo leí en un twitter de alguien que sigo y también piensa participar. Ahí voy de borrego.
Es un concurso que se realiza anualmente en el que los participantes tienen el plazo de un mes para escribir una novela. No importa el tema ni la estructura. El objetivo es dedicarle tiempo y cumplir de una vez por todas, una de esas metas que siempre decimos que lograremos algún día pero siempre dejamos para después. La recompensa es la mera satisfacción de haberla logrado.
Realmente me entusiasmó saber que había algo como esto. Quizá es la motivación que necesitaba para embarcarme en un proyecto que siempre he tenido en mente y jamás he realizado. Durante un tiempo me propuse la posibilidad de ser escritor. Pero pensándolo bien se requieren cualidades que no tengo y que jamás podría desarrollar: cultura, buena redacción, amplio conocimiento del idioma y sobre todo, imaginación.
La virtud de Nanowrimo es que no exige rigor, así que hay lugar para todos. La idea es cumplir una meta y divertirse durante el proceso, así que no hay motivos para presionarse por el estilo o lo buena que nuestra novela pueda llegar a ser. El único requisito es que el escrito debe estar compuesto de al menos 50, 000 palabras, lo que sería en promedio unas 1667 palabras diarias. Otra regla es que la novela debe iniciarse justo el 1ro de Noviembre (y entregar la obra el 30 del mismo mes), pero es válido realizar esquemas previos.
Parece fácil, pero la verdad no tengo ni idea de cómo escribiría a ese ritmo durante un mes. Ni siquiera en este diario puedo hacerlo, ¡ni siquiera divagando podría hacerlo! Para colmo, no he elegido un tema. Se me ocurren un par de ideas, ambas muy convencionales. Sin embargo, el escritor frustrado que llevo dentro se siente entusiasmado ante la idea de embarcarse en este proyecto. Y si lo hiciera, no tendría una novela formal ni decente, pero sí un buen manuscrito de 50, 000 palabras.
No al Nanowrimo.
Lunes, 17 de Octubre, 2011.
Ya lo he pensado bien. No voy a participar en NaNoWriMo. Mis condiciones actuales me lo impiden. Será un mero ejercicio libre cuya única regla demanda cierto número de palabras, pero no tengo la concentración para llevar a cabo siquiera ese requerimiento. No es que me falte el ánimo, pero no me siento apto para escribir sostenidamente durante un mes.
Resulta un tanto patético desistir de un proyecto que no ha sido comenzado. Pero así son las cosas a veces. Uno se entusiasma ante la idea de emprender algo, le da vueltas en la cabeza un tiempo, comienza a vislumbrar los obstáculos, éstos comienzan a hacerse presentes. Sopesa uno sus posibilidades y después de tanto mareo mental, se renuncia.
Oh, pero seguiré al pendiente de lo que surja en NaNoWriMo, como mero observador.
Mi fallida incursión en NaNoWriMo.
Jueves, 17 de Noviembre, 2011.
Finalmente decidí participar.
Empecé con mucho ánimo (ya me veía restregándole en la cara a todo mundo mi novela publicada) pero el impulso creativo duró poco: menos de quince días. Este tipo de empresas requieren tiempo e inspiración, y yo no tengo lo uno ni lo otro. Además violé una recomendación importante que es divertirse escribiendo. Hice lo contrario: presionarme a lo tonto y tomármelo demasiado en serio. Pero cuando menos lo intenté, y no es un consuelo vano. Ahí dice en el FAQ de NaNoWriMo, «Win or lose, you rock for even trying».
Cuando inicié no tenía en mente nada interesante pero confiaba en que algo bueno surgiese en el proceso. Se me ocurrió una historia muy básica que se desarrolla en la actual Ciudad de México. Trata de un individuo de veintisiete años con severas dificultades para relacionarse con quienes le rodean, que vive más en sus pensamientos que en el mundo real y tiene una profunda a aversión a nuevas experiencias. Sí, es ligeramente auto-biográfico. Y digo «ligeramente» por que el personaje es como yo pero elevado a la millonésima potencia.
Tenía ganas de colocarlo en situaciones insólitas, pero todas involucraban zombies, abducciones extraterrestres y duelos mentales (tipo Scanners), cuestiones que se salían del cauce que las primeras líneas habían tomado. Lo que alcancé a escribir (poco más de 10,000 palabras en tres capítulos) antes de que la imaginación se agotara obviamente no es muy bueno, ni siquiera aceptable. Pero me sirvió como práctica y fue un interesante experimento.
Tal vez lo retome después. Por lo pronto ahí queda un borrador que gracias a NaNoWriMo ha brotado. El resultado obviamente es mediocre, solo una tentativa de alguien que está lejos de ser escritor.
"Epílogo de un Alma Inconclusa".
Capítulo 1: La cita esquizoide.
Capítulo 2: El rumbo incierto.
La última vez que lloré.
Cuando murió mi gatito. Esa vez lloré como nunca lo había hecho desde hacía años. Creo que el contener el llanto hace que éste se acumule. Aquella vez lloré no solo por su pérdida, sino también por lo miserable que consideré toda mi vida en ese momento. Más de 10 años de virtual aislamiento en los que sólo tenía a ese compañero, que me acompañó mientras leía en en ese cuarto con muebles viejos; mientras escribía para sobrellevar las preocupaciones; mientras contemplaba planes imaginarios que nunca se realizarían; etcétera.
Trece años que vinieron a mi memoria de golpe, en los que mi único sostén emocional fue él. Pensaba haberme ya embrutecido con la soledad, y que ya nada podía afligirme, pero siempre subyacía el temor a su muerte. Cuando ésta se dio, me di cuenta que ese pequeño ser mantuvo con vida mi capacidad de demostrar afecto, la cual murió con él.
Esa fue la última vez que lloré, hace casi dos años. A veces creo que lo merezco. En la vida he sido bastante mezquino, y tomo su pérdida (a la cual, en un acto de inconsciencia, contribuí) como un castigo.
Trece años que vinieron a mi memoria de golpe, en los que mi único sostén emocional fue él. Pensaba haberme ya embrutecido con la soledad, y que ya nada podía afligirme, pero siempre subyacía el temor a su muerte. Cuando ésta se dio, me di cuenta que ese pequeño ser mantuvo con vida mi capacidad de demostrar afecto, la cual murió con él.
Esa fue la última vez que lloré, hace casi dos años. A veces creo que lo merezco. En la vida he sido bastante mezquino, y tomo su pérdida (a la cual, en un acto de inconsciencia, contribuí) como un castigo.

jueves, 27 de octubre de 2011
Suele pasar...
La noche anterior soñé que, saliendo de casa, encontraba una billetera tirada. La abrí y contenía bastante dinero. Extraje de ella un billete de $200 que deslicé al bolsillo izquierdo de mi pantalón. El sueño era difuso, pero la sensación de descanso psicológico era muy tangible. Aquí en México, quienes somos de clase media-baja llegamos a quedarnos en "ceros", es decir, hemos de apechugar constantemente.
Ah sí, contaba mi sueño. Del descanso psicológico en él, pasé a una profunda decepción y un sentirme descubierto cuando el dueño de la cartera apareció. Y me dijo fríamente, "hey, esa cartera es mía". A lo que respondí, "por supuesto señor, estaba ahí tirada y la recogí. Tome".
Maldición, hasta en mis sueños las cosas me salen mal.
El poseedor de la carteta revisó la misma un tanto escéptico pero luego se mostró satisfecho. Luego me hizo la plática sobre lo preocupado que estaba por haberla perdido y lo bien que se sentía por recuperarla. Y yo, "sí, claro". Entonces recordé el billete en mi bolsillo izquierdo pero dentro de mi sueño pensé que ya era demasiado tarde para devolvérselo, porque entonces revelaría mi intención de conservarlo.
Afortunadamente desperté, librándome de tan embarazosa situación onírica. Pero traje conmigo esa impresión de poseer ese billete. Me levanto. Reviso mi pantalón y en efecto, hay un billete de $200 pesos... lo único que me resta para sobrevivir la quincena.
Espero tener mejor suerte la próxima vez.
Ah sí, contaba mi sueño. Del descanso psicológico en él, pasé a una profunda decepción y un sentirme descubierto cuando el dueño de la cartera apareció. Y me dijo fríamente, "hey, esa cartera es mía". A lo que respondí, "por supuesto señor, estaba ahí tirada y la recogí. Tome".
Maldición, hasta en mis sueños las cosas me salen mal.
El poseedor de la carteta revisó la misma un tanto escéptico pero luego se mostró satisfecho. Luego me hizo la plática sobre lo preocupado que estaba por haberla perdido y lo bien que se sentía por recuperarla. Y yo, "sí, claro". Entonces recordé el billete en mi bolsillo izquierdo pero dentro de mi sueño pensé que ya era demasiado tarde para devolvérselo, porque entonces revelaría mi intención de conservarlo.
Afortunadamente desperté, librándome de tan embarazosa situación onírica. Pero traje conmigo esa impresión de poseer ese billete. Me levanto. Reviso mi pantalón y en efecto, hay un billete de $200 pesos... lo único que me resta para sobrevivir la quincena.
Espero tener mejor suerte la próxima vez.
martes, 25 de octubre de 2011
Apoyo psicológico on-line.
El Viernes 8 de Abril del 2011, en mi desesperación, envié un correo a Apoyo psicológico on-line, solicitando algún tipo de asistencia. Quizá sea el texto más importante de mi historia con la Señorita "Y", por la claridad con que planteo el problema (esta vez no disfrazo nada con estúpidas metáforas) y las confesiones que contiene. Lo transcribo íntegro:
Recibí por respuesta, una remisión a un caso similar que sinceramente no me ayudó mucho. Pero se agradece.
Corrección. Lunes, 6 de Agosto de 2012:
Cometí un error con respecto al tiempo que tenía de conocer a "Y". Dije que hacía 8 meses. Sin embargo, en otro blog tengo una entrada donde me refiero a ella como una persona que he conocido recientemente. Dicha entrada data de Junio de 2010. Así que serían 10 meses y no 8.
Buenos días. Disculpen la molestia. Posiblemente mi inquietud resulte banal en comparación con otras que se han planteado en el sitio, pero creo que nada pierdo con indagar sobre ello consultándolos a ustedes. Por otro lado, me alegra mucho hacerlo, pues siendo especialistas me darán una respuesta objetiva y fundamentada.
Mi problema es sencillo... creo. Hace 8 meses conocí a una chica mediante Facebook, que después agregué al Messenger. Durante esos 8 meses forjamos un vínculo de amistad muy grato, pero después ella comenzó a, digamos, hacerme entender que le gustaba. Así, nuestras conversaciones adquirieron un tono, por decirlo así, más íntimo, sin ir más allá de eso, y siempre guardando el respeto. Cabe señalar que yo jamás orienté las conversaciones en ese sentido. Después ella me invitaba constantemente al cine, a tomar un café, a visitar uno u otro museo, etc; invitaciones que constantemente rechacé, dada mi incapacidad de involucrarme con la gente.
Corto en mi trato con las personas, y siempre escéptico de mí mismo, no creía mi buena suerte. Debo decir que la chica es guapa, y aunque al principio ella me dejó claro que yo le atraía físicamente, ella no despertaba lo mismo en mí. Sin embargo, reconocí su belleza. El caso es que poco a poco logró conquistarme, y hace poco menos de un mes por fin nos conocimos en persona. En ese primer encuentro... tuvimos relaciones (y confieso que fue mi primera vez, aunque tengo 31 años). En verdad, yo no originé nada, ella siempre ha tenido la iniciativa.
Desde entonces, todo cambió. Ya no se dirige a mí con la misma efusividad de antes. Evita el tipo de charla íntima cuando antes solía orientarla en ese sentido. En resumen: después de ese encuentro cambió su actitud. Y el problema es que fue en ese momento que me enganché realmente. Entonces se invirtieron los roles. Su conversación es ahora muy distante y formal. Irónicamente platicamos todos los días vía Internet. Le he propuesto volver a vernos (no con un interés físico, sólo deseo verla de nuevo) pero ella elude mis invitaciones.
Es obvio que ya no siente el mismo interés por mí. Sin embargo, mantiene comunicación conmigo y dice quererme a la vez que marca su distancia, lo cual me confunde mucho. Tengo 3 teorías. La primera es que mi torpe desempeño la decepcionó, y generó mucha expectativa a pesar de que le había confesado mi tardía virginidad. La segunda es que al conocerme en persona descubrió que no soy lo que en realidad busca, pero necesitaba contrastar mi "yo" virtual con el real para darse cuenta. Y la tercera es que sólo deseaba una especie de aventura que propició durante 8 meses y ahora no tiene el valor suficiente para decírmelo, así que mantiene contacto conmigo por mero compromiso.
Un extraño fenómeno que experimento es que, desde que conscientizé su indiferencia, aquella primera experiencia sexual se tornó irreal para mí. No es ya como un recuerdo, sino como un producto de mi imaginación. Mi mente le restó realidad a ese hecho que en verdad ocurrió. Otro fenómeno es la aprensión que ahora siento por ella, volviéndome un tanto posesivo. De vez en cuando recibe halagos por parte de terceros. En un principio eso no me afectaba, pero ahora han cobrado gran significado, provocándome ansiedad y celos. Comprendo que gran parte de lo que describo se remite a lo virtual, sin embargo son detonantes de importantes fenómenos psicológicos que percibo en mí pero no comprendo y quisiera dilucidar.
¿Cómo aceptar que esta "relación" (ya la pongo en entredicho) ha sido fugaz, quizá ilusoria y ha terminado aunque parece continuar? ¿Por qué el interés que manifestó por mí durante 8 meses se apagó después de vernos? ¿Es que soy demasiado egoísta? Yo tengo 31 años y ella 37; no sé si la diferencia de edad influya en algo. No es mi intención reconquistarla, sino liberarme de este estado. Tampoco espero obtener una solución mágica o inmediata, tan solo una serie de pautas que me ayuden a comprender por qué ella cambió, mis procesos internos y recuperar mi independencia psicológica. En verdad quisiera comprender cómo funciona esto, para evitar en lo sucesivo volver a experimentarlo. Dicen que "el tiempo lo cura todo" pero no quiero depender de eso. Esto nunca me había pasado y quiero ordenarlo en mi mente a la luz de nueva información.
De antemano, muchísimas gracias.
Recibí por respuesta, una remisión a un caso similar que sinceramente no me ayudó mucho. Pero se agradece.
Corrección. Lunes, 6 de Agosto de 2012:
Cometí un error con respecto al tiempo que tenía de conocer a "Y". Dije que hacía 8 meses. Sin embargo, en otro blog tengo una entrada donde me refiero a ella como una persona que he conocido recientemente. Dicha entrada data de Junio de 2010. Así que serían 10 meses y no 8.
lunes, 24 de octubre de 2011
Las vacaciones de mis sueños.
Tengo una idea recurrente sobre lo que serían para mi unas vacaciones en las que me fuera posible viajar. Supongo que elegiría un lugar cálido, como una playa o algo así, aunque el mar me da un poco de temor. Pero iría ahí por cumplir con el estereotipo de lo que deben ser unas vacaciones.
Me sentiría nervioso por irrumpir en un lugar que no conozco. Al llegar al cuarto de hotel, me sentaría en la cama y practicaría algún proceso de meditación para calmar mis nervios.
Luego organizaría mis cosas. Dejaría mi ropa en la maleta y traería siempre conmigo la llave de la habitación y memorizaría su número y ubicación... ¡sería terrible olvidar esos datos! Procuraría no tocar nada del mobiliario.
Como he olvidado cómo divertirme, no saldría de la habitación mas que para conseguir algo de comer, que sería lo menos importante. Me encontraría provisto de unos buenos libros. Sócrates, Descartes, Zweig, no sólo harían llevadero mi encierro, sino ameno y provechoso. Me levantaría de cuando en cuando para echar un ojo por la ventana. Por supuesto, cada mañana haría mi rutina de ejercicio.
Así sería hasta que mi estancia en dicho lugar concluyera. Regresaría a casa con los nervios deshechos.
Me sentiría nervioso por irrumpir en un lugar que no conozco. Al llegar al cuarto de hotel, me sentaría en la cama y practicaría algún proceso de meditación para calmar mis nervios.
Luego organizaría mis cosas. Dejaría mi ropa en la maleta y traería siempre conmigo la llave de la habitación y memorizaría su número y ubicación... ¡sería terrible olvidar esos datos! Procuraría no tocar nada del mobiliario.
Como he olvidado cómo divertirme, no saldría de la habitación mas que para conseguir algo de comer, que sería lo menos importante. Me encontraría provisto de unos buenos libros. Sócrates, Descartes, Zweig, no sólo harían llevadero mi encierro, sino ameno y provechoso. Me levantaría de cuando en cuando para echar un ojo por la ventana. Por supuesto, cada mañana haría mi rutina de ejercicio.
Así sería hasta que mi estancia en dicho lugar concluyera. Regresaría a casa con los nervios deshechos.

miércoles, 19 de octubre de 2011
Una vida patética.
Ya es Miércoles 19 de Octubre, casi cuatro de la mañana. El tiempo pasa volando, pero no se lleva consigo la desazón.
Una semana difícil. Nuevamente, he decepcionado a mi otrora musa. Me insinuó una invitación a tomar un café para charlar porque se sentía muy mal. Aunque conversamos hasta la madrugada por Messenger, no es lo que ella quería. Por más que lo intento, no puedo dejar de quererla. Pero no soy capaz de demostrarlo como ella esperaría (sí, prometí dejarla en paz, y suspendí comunicación con ella. Pero una noche, simplemente ya estábamos charlando como antes, y admito que sentí mi alma restaurada).
Otra curiosidad. De la nada, una persona con quien jamás imaginé entablar amistad (o quizá algo más) me da visos de aprobación. Me sorprendió muchísimo. Lo hubiese esperado de algunas personas excepto de ella. Por el momento estamos «rompiendo el hielo» poco a poco. Esto debería ser motivo de alegría. Pero todo es una ilusión que sólo traerá consigo un saldo negativo. No pasará del flirteo y se aburrirá de que no se concreta porque yo no hago nada. Se aburrirá y alejará, frustrada por haber perdido su tiempo.
¿Cómo explicarle los estragos de la soledad a una persona común, para quien flirtear y conocer personas son elementos intrínsecos a su vida? ¿Cómo hacerle ver que existen vidas en las que el factor básico es ser un cero a la izquierda, y que es prácticamente imposible romper con eso? He de decir a mi favor que al menos he sido amable, discreto y respetuoso. Pero tal vez ella quisiera ir más allá, y es a lo que le temo. Lo sé. Tarde o temprano se decepcionará, pero estoy pensando en cómo decepcionarla pronto, antes de que esto (que no sé si es amistad o flirteo) avance más.
A veces me parece aberrante estar rodeado de gente tan valiosa. Yo, un hombre irrelevante, he sido afortunado al conocer a esas personas. Siempre trato de darles lo mejor de mi (lo poco que hay), no con intención de ganarme su aprecio o quedar bien con ellos, sino con la intención de devolverles algo de lo que me han dado. Como me gustaría retribuirles más, y ser para ellos lo que esperaban. Pero soy un ser humano insuficiente, antisocial, insensible, torpe, pobre de espíritu. ¿Qué derecho tengo yo de involucrarme con ellas?
Suficiente por hoy. Me siento agotado y falto de concentración. Necesito descansar para lo que pudiera ocurrir mañana.
Veamos con qué me sorprende la vida.
viernes, 7 de octubre de 2011
Justicia natural.
"El supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar". Sun Tzu.
Cómo es la vida. Tú que empleabas tu (supuesto) gran intelecto para invalidar a otros, haciendo alarde de superioridad, ahora lo estás pasando un poco mal. No me alegra. Me parece triste. También me sorprende cómo yo no tuve que hacer nada. No tuve que buscar «venganza» o «devolver el flujo», como sueles decir para justificar tus actos. La propia vida hizo justicia.
Es curioso cómo tener más no significa vivir mejor. Presumías de ser próspero. Pero en el fondo nunca te has valorado a ti mismo. Evadías la realidad en una vida opulenta, pero jamás operaste un cambio esencial en tu persona. Y mientras tus condiciones materiales mejoraban, tu calidad de vida decrecía.
Dado el contraste entre nuestros distintos modos de pensar y actuar, pienso que no lo he hecho tan mal. Al menos intento superarme en algún sentido y evito las conductas auto-destructivas. Y no actúo de mala fe contra nadie por complejos, rencor o envidia.
Me siento extraño. Ahora que tus hostilidades han disminuido, creo que mi camino será más llevadero. Eso es nuevo para mi. Lo siento mucho por ti. Tantos esfuerzos invertidos en perjudicarme fueron en vano. Ojalá recapacites y puedas enderezar su vida en medida de lo posible.
Aún estás a tiempo, viejo.
jueves, 6 de octubre de 2011
Como un fantasma.
Encontré una frase en un libro, dice «Cada día debe contaros sus hazañas». ¿Realmente cada día puede hacerlo? ¿En verdad se puede configurar una vida de tal modo que cada día nos reporte algún evento importante o al menos destacado?
En lo que a mi respecta, no. A menos que las hazañas «interiores» también cuenten, entonces me declaro triunfante por el simple hecho de combatir a diario con el tedio, el pesimismo, etc. No puedo operar cambios en el exterior, debido a mi entorno y posibilidades económicas. Pero nada me impide observarme a mi mismo.
Lo que podría considerarse triunfo externo no es mas que rutina: ejercicio, lectura, escritura... lo mismo de siempre. Precisamente los libros me permiten superar las barreras culturales a que me sujeta mi contexto. No puedo viajar ni conocer gente. Pero sí puedo ampliar mi conciencia del mundo leyendo.
Y no es que haya renunciado del todo a la vida corriente. Aún guardo cierta esperanza de vivir esas cosas que para otros son comunes, pero también sé que si esas experiencias se presentaran, no las recibiría muy bien. Me parecerían una jugada extraña de la vida, una especie de trampa puesta ahí para colocarme fuera de balance.
Lo malo es que comienzo a quedar rezagado en mis conversaciones con otros. Mi charla siempre tiende a lo que he leído en tal libro o lo que cierto autor escribió y está circunscrita a ello. De ello resulta un conflicto, pues al momento de compartir algo más mundano, me quedo en blanco.
Creo que esto me ha aislado aún más. Soy el tipo más ignorante en cuanto a vivir se trata. Y se siente rarísimo pues cuando la vida me pone en una situación inusual, intento fingirme acostumbrado a esa clase de eventos. A la vez, siento que no engaño a nadie, y que lo ermitaño se me nota en el rostro. Es muy incómodo.
Más que nada, me siento muy fuera de lugar. Por ejemplo, me parece chusco que un muchacho de 20 años me supere por mucho en cuanto a experiencia social y sexual. En ambos casos, mi experiencia ha sido escasa y fallida. Sé que la edad no tiene qué ver, pero es algo que me ha llamado la atención últimamente.
¿Y qué hago para compensar esa inexperiencia? He bajado algunos libros de internet para darme una idea de cómo es ese mundillo de la atracción, el ligue, etc. Pero, desde mi punto de vista, la visión de estos libros es muy sesgada; tiende hacia la manipulación de la mujer como un trozo de carne a ser conquistado para obtener placer. Lo cual no me parece la realidad, sino la acomplejada visión personal de quienes escribieron esos estúpidos libros.
Sé que la mayoría piensa de modo similar. Ven a una mujer y de inmediato se desatan en su mente pensamientos bajos. Pero quiero pensar que existe alguna porción de la sociedad que sí respeta a la mujer, y para quien las relaciones sociales son cosa seria y no un medio para un fin. Una porción de gente que no esté obsesionada ni enferma.
Por el momento, no me siento a gusto ya con nadie. Ni siquiera con quienes suelo charlar regularmente, pues también ellos me han rebasado en experiencia, y ya no estoy a la altura cuando de compartir vivencias se trata, lo cual aumenta las sensaciones de inferioridad, ignorancia y aislamiento.
Me faltó esa pieza para no sentirme tan rezagado.
viernes, 30 de septiembre de 2011
Los pies en la tierra.
¿En qué estaba pensando? Era lógico. Jamás estuvo a mi alcance. ¿Qué podía ofrecerle yo? ¿Cómo se me ocurrió la posibilidad de poder estar con ella? De acuerdo, me dejé llevar a pesar de que era consciente de mis límites. Pero, ¿por qué persiste esta ilusión? ¿por qué siento que he perdido algo?
Si hasta la diferencia de edad nos hace incompatibles. Sí, descubrimos tener mucho en común, pero ella me supera en madurez y experiencia. Además somos contrarios. Ella es sociable, conversadora, le gusta salir, etc. Yo...
Si en algún momento le resulté interesante y (¿por qué no decirlo?) atractivo, bien, debería apuntármelo como una victoria. Vamos, que muchos me considerarían afortunado si supieran lo ocurrido entre nosotros. Que quede constancia de que alguna vez signifiqué algo para ella, aunque haya sido poco.
Si hasta la diferencia de edad nos hace incompatibles. Sí, descubrimos tener mucho en común, pero ella me supera en madurez y experiencia. Además somos contrarios. Ella es sociable, conversadora, le gusta salir, etc. Yo...
Si en algún momento le resulté interesante y (¿por qué no decirlo?) atractivo, bien, debería apuntármelo como una victoria. Vamos, que muchos me considerarían afortunado si supieran lo ocurrido entre nosotros. Que quede constancia de que alguna vez signifiqué algo para ella, aunque haya sido poco.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
¿Desconectarse definitivamente?
He tenido problemas con mi conexión a Internet desde hace días. Supuestamente estoy en línea pero puedo accesar a la red. No importa. Me ha hecho bien desconectarme. Siento como si hubiese despertado lentamente de un profundo trance. Además me di tiempo para hacer una limpieza general de archivos, desfragmentar el disco, etc.
De hecho he estado pensando en desaparecer de Internet. Tengo cuentas en cada sitio de uso común: Facebook, Twitter, etc. Lo que me hace contemplar mi «suicidio virtual» se desprende de incidentes como este, en que mi identidad digital me es inaccesible. No me gusta estar sujeto a tal accidente, y poder conectarme o no según las circunstancias dispongan.
Podría desaparecer y nada se pierde. No hace mucho me quedé siete días sin Internet y durante ese tiempo no recibí ningún mensaje, es decir, nadie notó mi ausencia o a nadie el importó. Me alivia saber que mi partida definitiva no sería importante. Tengo la certeza de que no decepcionaré ni sorprenderé a nadie.
No tengo pendientes importantes. Esto es para mi un mero pasatiempo, no una herramienta de trabajo.
Debo meditarlo seriamente, sobre todo en lo que perdería. Por ejemplo (es una tontería, pero bueno), ya no sabría mucho de cierta persona, ni estaría enterado de sus actividades, lo cual no es mi asunto pero de algún modo me sigue importando. Esto también indica lo entrometido que me he vuelto. Antes de tener Internet yo no era así.
Quizá conservaría mi blog, y mi cuenta de Hotmail, ya que tengo cosas importantes en Skydrive. Y eso sería todo. Extrañaría este entorno, sí, pero yo estaba muy bien antes de internarme en él, así que no perdería nada. Simplemente regresaría a mi condición anterior. Otra opción es conservar cada cuenta, pero dejarlas en «animación suspendida», y entrar a ellas ocasionalmente para que no sean borradas por falta de uso.
Yo me subí voluntariamente al «tren de Internet». Lo hice como mera tentativa, jamás para meterme de lleno. No lo hice para hacer amigos ni conocer gente, sino por cultura general. No digo que no me guste, o que no valore a la gente. Me ha encantado todo lo que este medio ofrece, y me ha permitido conocer gente excepcional. Pero sería un acto de congruencia: es una aberración que un ente anti-social como yo participe en redes sociales.
Y como escribí al principio, me molesta estar sujeto al azar, y eso me hace sentir que nada de lo que he creado aquí me pertenece realmente. Quizá es un bien que esto suceda. Es como un recordatorio de que no debo sujetarme a algo inestable.
De hecho he estado pensando en desaparecer de Internet. Tengo cuentas en cada sitio de uso común: Facebook, Twitter, etc. Lo que me hace contemplar mi «suicidio virtual» se desprende de incidentes como este, en que mi identidad digital me es inaccesible. No me gusta estar sujeto a tal accidente, y poder conectarme o no según las circunstancias dispongan.
Podría desaparecer y nada se pierde. No hace mucho me quedé siete días sin Internet y durante ese tiempo no recibí ningún mensaje, es decir, nadie notó mi ausencia o a nadie el importó. Me alivia saber que mi partida definitiva no sería importante. Tengo la certeza de que no decepcionaré ni sorprenderé a nadie.
No tengo pendientes importantes. Esto es para mi un mero pasatiempo, no una herramienta de trabajo.
Debo meditarlo seriamente, sobre todo en lo que perdería. Por ejemplo (es una tontería, pero bueno), ya no sabría mucho de cierta persona, ni estaría enterado de sus actividades, lo cual no es mi asunto pero de algún modo me sigue importando. Esto también indica lo entrometido que me he vuelto. Antes de tener Internet yo no era así.
Quizá conservaría mi blog, y mi cuenta de Hotmail, ya que tengo cosas importantes en Skydrive. Y eso sería todo. Extrañaría este entorno, sí, pero yo estaba muy bien antes de internarme en él, así que no perdería nada. Simplemente regresaría a mi condición anterior. Otra opción es conservar cada cuenta, pero dejarlas en «animación suspendida», y entrar a ellas ocasionalmente para que no sean borradas por falta de uso.
Yo me subí voluntariamente al «tren de Internet». Lo hice como mera tentativa, jamás para meterme de lleno. No lo hice para hacer amigos ni conocer gente, sino por cultura general. No digo que no me guste, o que no valore a la gente. Me ha encantado todo lo que este medio ofrece, y me ha permitido conocer gente excepcional. Pero sería un acto de congruencia: es una aberración que un ente anti-social como yo participe en redes sociales.
Y como escribí al principio, me molesta estar sujeto al azar, y eso me hace sentir que nada de lo que he creado aquí me pertenece realmente. Quizá es un bien que esto suceda. Es como un recordatorio de que no debo sujetarme a algo inestable.

domingo, 25 de septiembre de 2011
La llave.
"...Sea prudentemente sincero..."
Hace un momento estaba buscando la llave de mi cuarto. Jamás lo cierro. Ni siquiera lo hacía cuando recibía visitas indeseables (la familia de mi padre) ni cuando solía dormirme temprano y a pesar del ruido que hacían mis fallidos antagonistas (quizá lo hacían por importunar). Pero esta nueva gatita ha hecho lo que no debía en mi cuarto ya dos veces, así que tengo el pretexto perfecto para mantenerlo cerrado mientras no estoy. Gracias, gatita.
Pasa que mi padre es muy invasivo. Siempre ha tenido la costumbre de meterse en asuntos que no le importan, bajo el pretexto de que está uno en «ocultación» (herencia pendeja y paranoica de la Cienciología). En la mañana lo encontré sentado en esta computadora. Según él, trataba de arreglar el problema de la conexión a Internet... y quizá quería aprovechar para hurgar en mis archivos.
Pero me he desviado. El punto es que, buscando la llave de mi cuarto, di con un par de libretas: una contiene anotaciones de mi madre sobre el desarrollo del espíritu. Ha sido grato hojearlo. Mucho de lo que escribió son transcripciones al vuelo de un programa de radio que solíamos escuchar, que era con Rosa Argentina Rivas. Nos gustaba mucho su punto de vista sobre las cosas. Infortunadamente le he perdido la pista. Creo que está en Radio Centro; ya veré.
En las últimas hojas, mi madre escribió una pequeña y muy justa diatriba contra mi padre (cito sólo algunas frases):
«Tú no eres el mejor de los hombres ni tampoco el mejor de los esposos... con tus manías de estar siempre con los pies sobre los sillones... saliendo del baño sin lavarte las manos... tirando las colillas de tus cigarros por todo el piso... no hay un solo mueble que no tenga quemadura de tus cigarros... desde las cortinas, la mesa y los sillones, hasta el clóset y el refrigerador... a ver si alguien te soporta ya en completa convivencia y te conozca tal cual eres...»
A veces me imagino que me encuentro con mi madre, nos abrazamos y nos ponemos a platicar. Yo le cuento cómo me ha ido, cómo la vida se ha puesto difícil algunas veces y cómo de algún modo inexplicable siempre he salido avante. Quizá me reprocharía el no llegar tan lejos en lo profesional, pero yo le explicaría que he hecho lo que he podido. Le contaría lo mal que le va a algunos que le hicieron pasar malos ratos y me disculparía con ella por descuidar la casa, aunque también le daría razones del por qué he decidido postergar su renovación, que tienen mucho qué ver con lo que ella manifestó en esa carta que quedó en borrador.
La segunda libreta es de mi hermano. Data de sus días de preparatoria, así que las anotaciones son de Química. Obviamente me trajo recuerdos. Buenos en el sentido que me recuerdan a mi hermano adolescente, malos en el sentido de que fueron días muy difíciles, cargados de tensión. Creo que ni él ni yo disfrutamos esa etapa. La adolescencia es una edad crucial: en ella se consolidan los fundamentos de la seguridad personal o se resquebrajan por completo. La crueldad e ignorancia de un entorno intervienen mucho, y mi hermano se topó con ambos: él tenía Síndrome de Moebius. Pero ya hablaré después de esto (poseo el diario de mi madre donde escribe sobre el nacimiento de mi hermano, y cómo los médicos de entonces ignoraban la existencia del síndrome y explican los síntomas según la ciencia de su tiempo).
Tengo sentimientos encontrados con respecto a mi hermano. He de confesar que yo fui el clásico niño cruel, y le causé mucho sufrimiento en la infancia. Pero después él hizo muchas cosas que tampoco estuvieron bien. Quizá para nivelar la balanza, quizá para desquitarse. Pero siento que intentó desquitar conmigo no sólo el daño que yo le causé, sino su resentimiento general contra el mundo. Lo que le perjudicó más a él que a mi, ya que el odio sólo deteriora a quien lo lleva dentro, no a quien se le dirige. Me aventuro a suponer que mi padre tuvo mucho qué ver en ello, pues lo que hacía mi hermano tiene el «sello» característico y propio del proceder de mi padre. Pienso que él le daba instrucciones a mi hermano sobre qué hacer. Ya que ambos tenían rencor hacia mi, hicieron mancuerna; pero nuevamente, esto requiere ser explicado a detalle y eso lo haré después (intenté plasmar todo esto «entre líneas» en un torpe cuento que escribí, sobre un águila que intenta volar por encima de todo).
Hubo un tiempo en que me quedé sin trabajo durante un periodo considerablemente extenso. Un día me quedé sin comer, y le dije a mi hermano que me regalara las tortillas que sobraran cuando terminara de comer (siempre comimos aparte, mi hermano con mi padre, y yo solo, desde que mi madre murió). Pues tiró las tortillas a la basura. Esto se repitió varias veces durante ese periodo. Luego adoptó la extraña práctica de hacerme la «Ley del Hielo» un día o dos, y tornarse amistoso después. Entonces volvía a su mutismo, y así alternaba sus actitudes afectuosidad/desprecio. Esto en realidad no me importó, pero pensaba que se debatía en algún conflicto interno con respecto a mi, lo que me pareció triste. No puedo evitar sospechar que eso fue una especie de «manejo» sugerido por mi padre para, según él, confundirme o algo así. Pero esta clase comportamientos hicieron que me fuera distanciando de mi hermano y dejara de tomarlo en serio. En algún momento llegué a decirle que no era mas que un peón con el cual mi padre experimentaba y ponía en práctica su Cienciología, lo cual por supuesto rechazó (que yo sepa, mi hermano jamás leyó un libro sobre esa basura).
Creo que el buscar esa llave y encontrar estas libretas abrió una puerta y descubrió muchos recuerdos. Y mucho qué resolver internamente.

jueves, 22 de septiembre de 2011
Voluble...
¿Por qué aquellas cosas que consideraba superadas irrumpen y conmueven mi psique? En mi intelecto ya había resuelto ese padecimiento. Pero en mi corazón permanecen las brasas, que arden de nuevo ante la más suave corriente de aire. Pasión, enamoramiento. Sentirse desplazado, esclavitud.
No importa cuánto me aleje, aún puede afectarme su veneno. Porque mi corazón sigue vinculado, asociado a ella. Abordarlo hasta el cansancio con objetividad ha sido inefectivo para purgarlo de este mal. El corazón es voluble, no se deja domesticar ni se somete a mis reglas: no desear, no sentir, no desbocarse; permanecer inmutable, libre.
¿No había decidido ya, en profunda introspección, abrazar la soledad e independencia?
¡Corazón, deberías aceptar mis razonamientos o morir y dejarme en paz!
No importa cuánto me aleje, aún puede afectarme su veneno. Porque mi corazón sigue vinculado, asociado a ella. Abordarlo hasta el cansancio con objetividad ha sido inefectivo para purgarlo de este mal. El corazón es voluble, no se deja domesticar ni se somete a mis reglas: no desear, no sentir, no desbocarse; permanecer inmutable, libre.
¿No había decidido ya, en profunda introspección, abrazar la soledad e independencia?
¡Corazón, deberías aceptar mis razonamientos o morir y dejarme en paz!
![]() |
"It's full of stars", de Thomas Zimmer. |
martes, 13 de septiembre de 2011
El mentalista.
Desde hace unos días le doy seguimiento a una persona que dice ser "mentalista". Tiene su canal en línea donde charla con otros usuarios. A pesar de que incurre en muchas (desde mi punto de vista) falacias, lo noto sincero. Realmente cree en lo que dice y parece expresarse de corazón. Hacía tiempo que una persona no me causaba tal impresión positiva.
Aunque recurro mucho a apoyarme sicológicamente en grandes mentes como Sócrates o René Descartes, también intento soportarme en mi mismo. Sin llegar a idolatrarlo (nadie merece tal honor; y como dije, incurre en falacias del New Age y su discurso está limitado a su "materia"), el Mentalista me cae bien. Sus consejos y modo de hablar reconfortan; tiene "buena vibra".
En verdad resulta un alivio escucharlo hablar.
Creo que, si algo me hizo falta en la vida fue confiar en alguien. Supongo que esta necesidad es peligrosa: hace que la gente adopte un gurú, se identifique con él y lo defienda ciegamente, como mis otrora amigos del Cuarto Camino le rinden culto a su líder. El punto es que la ausencia de alguien en quién confiar tiene pros y contras. Por un lado se desarrolla la auto-suficiencia. Por otro siembra la impresión general de que la gente no es digna de confianza.
Bastantes veces me he encontrado en la situación de escuchar y ayudar a otros. Es contradictorio: se supone que la soledad debió volverme egoísta, pero quizá me ha vuelto más empático. El problema es que aquellas personas que conocen ese aspecto mio me consideren buen sujeto y erróneamente piensen que soy alguien en quien se puede confiar.
Aunque recurro mucho a apoyarme sicológicamente en grandes mentes como Sócrates o René Descartes, también intento soportarme en mi mismo. Sin llegar a idolatrarlo (nadie merece tal honor; y como dije, incurre en falacias del New Age y su discurso está limitado a su "materia"), el Mentalista me cae bien. Sus consejos y modo de hablar reconfortan; tiene "buena vibra".
En verdad resulta un alivio escucharlo hablar.
Creo que, si algo me hizo falta en la vida fue confiar en alguien. Supongo que esta necesidad es peligrosa: hace que la gente adopte un gurú, se identifique con él y lo defienda ciegamente, como mis otrora amigos del Cuarto Camino le rinden culto a su líder. El punto es que la ausencia de alguien en quién confiar tiene pros y contras. Por un lado se desarrolla la auto-suficiencia. Por otro siembra la impresión general de que la gente no es digna de confianza.
Bastantes veces me he encontrado en la situación de escuchar y ayudar a otros. Es contradictorio: se supone que la soledad debió volverme egoísta, pero quizá me ha vuelto más empático. El problema es que aquellas personas que conocen ese aspecto mio me consideren buen sujeto y erróneamente piensen que soy alguien en quien se puede confiar.

viernes, 9 de septiembre de 2011
Réplica.
Esta es una pequeña réplica a una entrada en la cual, reflexionando a conciencia, no fui justo. En ella cuestioné la amistad de una persona. Pero hay algo que no mencioné. Aquella vez aludí a ciertas muestras de rechazo por parte de una amiga. Pero no hablé del rechazo que antes manifesté hacia ella cuando apenas nos conocíamos.
Nuevamente, otra persona se topa con mis barreras antisociales y escepticismo. Hacía años que no conocía a alguien ávido de conocerme, a pesar de mi actitud evasiva. La simple y llana experiencia de conocer gente nueva ya me es extraña: pero me es completamente extraordinario que alguien muestre entusiasmo por mi.
Su entusiasmo me sorprendió y asustó. Mi reacción fue análoga a la de un animal salvaje ante el cariño, lo que derivó en una cadena de rechazos de mi parte. "De cualquier modo, se decepcionaría si me conociera, así que es menos grave la decepción de ni siquiera conocerme", pensé.
Y un día, con todo y mis complejos, accedí a conocernos en persona. Fue nuestro primer y único encuentro. A partir de ahí fue ella quien marcó su distancia. No la culpo. Su proceder fue justo.
Creo que esta pequeña entrada nivela la balanza con mi jeremiada anterior.
Nuevamente, otra persona se topa con mis barreras antisociales y escepticismo. Hacía años que no conocía a alguien ávido de conocerme, a pesar de mi actitud evasiva. La simple y llana experiencia de conocer gente nueva ya me es extraña: pero me es completamente extraordinario que alguien muestre entusiasmo por mi.
Su entusiasmo me sorprendió y asustó. Mi reacción fue análoga a la de un animal salvaje ante el cariño, lo que derivó en una cadena de rechazos de mi parte. "De cualquier modo, se decepcionaría si me conociera, así que es menos grave la decepción de ni siquiera conocerme", pensé.
Y un día, con todo y mis complejos, accedí a conocernos en persona. Fue nuestro primer y único encuentro. A partir de ahí fue ella quien marcó su distancia. No la culpo. Su proceder fue justo.
Creo que esta pequeña entrada nivela la balanza con mi jeremiada anterior.

lunes, 5 de septiembre de 2011
Un tipo extraño.
Últimamente tiende mucho a pensar en voz alta. Dicen que hablarse a sí mismo es síntoma de locura. No cree estar totalmente cuerdo, pero tampoco ser un «loco» en todo el sentido de la palabra. Aunque tiene ciertas manías (además de la mencionada) que le convierten en una persona... extraña.
Tiene un extraño rito antes de salir cada mañana. Ya a punto de abrir la puerta, regresa al espejo y se observa, tratando de convencerse de que su aspecto es aceptable. Hay un ángulo de su rostro que no le gusta nada porque le hace lucir enfermo. Razona sobre su inseguridad con un «exagero; hay peores que yo».
Durante el trayecto a casa intenta mantenerse concentrado a pesar del bullicio. Hay un defecto que a veces le traiciona, y es voltear a ver a alguna chica bonita. Muchas veces se entrega a esa debilidad y mira. Pero siempre intenta no voltear y se obliga a mantener la vista al frente.
Le gusta jugar con su gatita al llegar a casa. La trata como a una niña. Piensa que es lo único que le da vida a su casa. Le encanta que sea completamente «maleducada» y se suba a todos lados. Ayer no le dejaba dibujar; se acostaba en la hoja y jugaba con el lápiz. Le decia «¡niña, deja eso!», como si fuera a entenderle.
A veces llega directo a acostarse y meditar. Recapitula el día y trata de equilibrarse. Pero de pronto su meditación es interrumpida por ensoñaciones, y en vez de repasar el día de modo realista, comienza a fantasear con cómo le gustaría que hubiese sido.
En la noche, se conecta a Internet. Lleva meses buscando algún libro sobre cómo escribir un diario. Ha dado con artículos muy buenos, pero le interesa saber si algún autor ha profundizado más en el tema desarrollando pautas definidas. Es decir, qué debe decirse y qué no. Todos los días se debate en esa cuestión.
sábado, 3 de septiembre de 2011
De sueños, anhelos y días nublados.
Los días nublados tienen su magia. La lluvia trae consigo una atmósfera de recogimiento, de seguridad. Me hace sentir el ambiente distinto, renovado. Son los días que me gusta salir de paseo y un regalo. Hacen que la gente común se resguarde. Escondidos del frío, me siento más libre afuera.
Algo que me fascina es toparme con algún vecino y ser ignorado por éste. Este hecho simpatiza con mi vieja fantasía de ser invisible a los demás. Hoy en la mañana me encontré con un vecino. No me saludó. De regreso me topé con otro y tampoco lo hizo. Eso me alegra mucho.
No sé exactamente dónde reside el ego, si en la preocupación por el bienestar propio o el ajeno. Toda la semana alimenté a mi gatito con carne y atún, pero no en cantidades satisfactorias, así que todo el tiempo se encontraba inquieto por el hambre. Hoy que le compré su alimento me siento en paz.
Nuevamente me encuentro sin Internet. Pero no me preocupa tanto. Mi pendiente anterior era el bienestar de una amiga, pero eso ya pasó. Ella se encuentra bien y por ende yo estoy tranquilo. De cualquier modo, mi participación en redes sociales disminuye y tiendo más a ser un «lurker». Me doy cuenta que esa sensación de incomunicación no se debe a carecer de Internet, sino a no saber de ciertas personas en particular.
Por cierto, en una noche reciente tuve un curioso sueño con ella. Yo iba a visitarla a su casa, pero ésta era tan grande que me perdía entre tantos cuartos. Llegué al salón donde coleccionaba obras de arte, y había dinero suelto por ahí, que recogí y deposité en una mesa. Entonces ella apareció en traje de baño negro y me dijo, «Has superado la prueba y por tu honestidad te puedes casar conmigo».
Llevo toda la semana prometiéndole que me desharía de esta barba. Bien podría haberle dicho que ya no la tengo, pero ¿por qué mentir? Me gusta mi nuevo aspecto.
Algo que me fascina es toparme con algún vecino y ser ignorado por éste. Este hecho simpatiza con mi vieja fantasía de ser invisible a los demás. Hoy en la mañana me encontré con un vecino. No me saludó. De regreso me topé con otro y tampoco lo hizo. Eso me alegra mucho.
No sé exactamente dónde reside el ego, si en la preocupación por el bienestar propio o el ajeno. Toda la semana alimenté a mi gatito con carne y atún, pero no en cantidades satisfactorias, así que todo el tiempo se encontraba inquieto por el hambre. Hoy que le compré su alimento me siento en paz.
Nuevamente me encuentro sin Internet. Pero no me preocupa tanto. Mi pendiente anterior era el bienestar de una amiga, pero eso ya pasó. Ella se encuentra bien y por ende yo estoy tranquilo. De cualquier modo, mi participación en redes sociales disminuye y tiendo más a ser un «lurker». Me doy cuenta que esa sensación de incomunicación no se debe a carecer de Internet, sino a no saber de ciertas personas en particular.
Por cierto, en una noche reciente tuve un curioso sueño con ella. Yo iba a visitarla a su casa, pero ésta era tan grande que me perdía entre tantos cuartos. Llegué al salón donde coleccionaba obras de arte, y había dinero suelto por ahí, que recogí y deposité en una mesa. Entonces ella apareció en traje de baño negro y me dijo, «Has superado la prueba y por tu honestidad te puedes casar conmigo».
Llevo toda la semana prometiéndole que me desharía de esta barba. Bien podría haberle dicho que ya no la tengo, pero ¿por qué mentir? Me gusta mi nuevo aspecto.
miércoles, 31 de agosto de 2011
Nota sobre el blog.
En un blog anterior, que era como un "archivo muerto" destinado a entradas que pensaba eliminar, me expliqué así:
Surge el deseo de exteriorizar algo. Escribo, publico, y ha quedado plasmado lo que en ese momento sentía o pensaba. Satisfecha mi alma de haberse desahogado, ese texto se convierte en mi enemigo: un comprometido fragmento de mi psique que cuanto más sincero, más desconcertante. Un texto informe que me pone en entredicho y por tanto debe ser destruido. Porque es vano, pesimista, absurdo, soberbio o arriesgado.La creación de este espacio data de Marzo de 2011. Sin embargo, he recopilado aquí entradas de aquél blog y anteriores, lo que lo hace abigarrado. Cito la reseña de ese blog porque su propósito recopilatorio continúa en éste.
Pero resulta que es mío y no puedo renunciar a él porque finalmente contiene algo que debía expresarse. Decido guardarlo en un rincón, esperando que pasado un tiempo me atreva a suprimirlo o aumente micinismovalor para permitir que otros lo lean.
Así que, todos esos textos incómodos por los cuales tengo un extraño apego terminan botados aquí. Es algo así como un Top Secret de mi mente, un caótico archivo muerto que quizá refleja con mayor fidelidad lo que soy. ¿No acaso el valor de un blog personal consiste en su franqueza? Sólo así cumple su función de bitácora autobiográfica.
Irónicamente, su informalidad y desenfado satisfacen plenamente mis aspiraciones como blogger.
Enero 2011.
viernes, 26 de agosto de 2011
Un nuevo día.
Son las seis de la mañana. Tengo un problema terrible de insomnio. Estaré somnoliento y falto de concentración todo el día. Como vivo prácticamente solo no tengo a quién rendirle cuentas por ello. Puedo hacer lo que quiera. Pero esta libertad, que desde adolescente ambicionaba, ya ha perdido su frescura.
Dentro de un momento desayunaré algo. Lo que sea. Puedo cenar un par de huevos y café, o sólo una pieza de pan. Así de simple. Mi dieta no es generosa desde que mi vida de ermitaño comenzó. Llega el momento en que uno se conforma con cualquier cosa. La soledad e indiferencia van de la mano.
Es Viernes. Amaba los Viernes porque el Sábado y Domingo se empalmaban en mi mente, lo que me proporcionaba un descanso psicológico. Ahora que todos los días son iguales, encuentro esa sensación de libertad refugiándome en la lectura o escribiendo yo mismo cualquier cosa, acompañado de música celta, New Age, Lounge o de los 60s.
Y eso es la cumbre emocional en mi vida. Los fines de semana tienen su límite recreativo en la individualidad. Mientras la gente de mi edad comparte su vida con su pareja e hijos o en alguna reunión social, yo saboreo el próximo capítulo del libro en turno o intento capturar con las palabras adecuadas, mi sentir en este diario personal.
¿Alguien quiere café?
Dentro de un momento desayunaré algo. Lo que sea. Puedo cenar un par de huevos y café, o sólo una pieza de pan. Así de simple. Mi dieta no es generosa desde que mi vida de ermitaño comenzó. Llega el momento en que uno se conforma con cualquier cosa. La soledad e indiferencia van de la mano.
Es Viernes. Amaba los Viernes porque el Sábado y Domingo se empalmaban en mi mente, lo que me proporcionaba un descanso psicológico. Ahora que todos los días son iguales, encuentro esa sensación de libertad refugiándome en la lectura o escribiendo yo mismo cualquier cosa, acompañado de música celta, New Age, Lounge o de los 60s.
Y eso es la cumbre emocional en mi vida. Los fines de semana tienen su límite recreativo en la individualidad. Mientras la gente de mi edad comparte su vida con su pareja e hijos o en alguna reunión social, yo saboreo el próximo capítulo del libro en turno o intento capturar con las palabras adecuadas, mi sentir en este diario personal.
¿Alguien quiere café?

martes, 23 de agosto de 2011
Revalorando una amistad.
Hace unos días reflexionaba sobre cómo los amigos llegan a alejarse. Ahora quisiera expresar mi sentir sobre las pequeñas muestras de hostilidad o desprecio por parte de algunas amistades hacia mi, lo cual las pone en entredicho.
No me gustaría que se pensara de mi que soy del tipo quisquilloso o volátil. De hecho no soy muy bueno detectando indirectas o señales de aversión. Aquí me referiré particularmente a una persona. He pensado mucho en ella porque... bueno, son las personas que más queremos quienes más daño pueden causarnos y a quienes les perdonamos todo, ya sea justificando sus actos o minimizando sus gestos antagónicos.
Tampoco quiero victimizarme o difamarle gratuitamente. Estoy lejos de ser ejemplo de comportamiento. Cometo muchos errores en mi trato con la gente. Pero para mi, el lineamiento básico de la amistad es sencillo: si le resulto desagradable a alguien, me alejo sin aspavientos. Si alguien me resulta antipático, simplemente le evito. No estamos forzados a entablar amistad con quien no queremos. No viene al caso ser falso. Si no soy un amigo digno, ¿por qué no decirlo abiertamente?
En realidad no soy exigente con mis poquísimas amistades. Las acepto como son, tal y como ellos me aceptan con mi cúmulo de defectos. Pero creo que entre amigos no debe haber guiños de menosprecio o rechazo. Si bien a veces la convivencia llega a fastidiar, y la idiosincrasia de nuestros amigos nos resulta chocante, después de un tiempo todo vuelve a ser como antes y la amistad no sufre mella. Ni siquiera es resiliente sino que permanece intacta.
Pero hay que saber distinguir entre los gestos del malhumor pasajero y los que evidencian un desdén hacia nosotros. Éstos últimos no son muy notorios. De hecho, el desprecio se deja entrever en los detalles. Guiños que en su momento noté pero no consideré importantes. No los reseñaré aquí. Sólo quería hacer un comentario general y decir que más vale el examen posterior de los hechos que nunca darse cuenta de ellos.
Comportamientos que deberían parecer nimios, cobran mucha importancia debido a de quién provienen. En este caso, son de alguien que constantemente decía apreciarme incluso por encima del resto. Esta actitud resulta decepcionante de quien se presenta ante nosotros como amigo o dice querernos mucho. Tardé en darme cuenta de todo el bluff. Pero afortunadamente esta clase de eventos siempre pueden ser rectificados.
Llega un momento en que se debe dar por terminado un vínculo, porque "charlar y aclarar las cosas" sólo prolonga su deshonestidad.
No me gustaría que se pensara de mi que soy del tipo quisquilloso o volátil. De hecho no soy muy bueno detectando indirectas o señales de aversión. Aquí me referiré particularmente a una persona. He pensado mucho en ella porque... bueno, son las personas que más queremos quienes más daño pueden causarnos y a quienes les perdonamos todo, ya sea justificando sus actos o minimizando sus gestos antagónicos.
Tampoco quiero victimizarme o difamarle gratuitamente. Estoy lejos de ser ejemplo de comportamiento. Cometo muchos errores en mi trato con la gente. Pero para mi, el lineamiento básico de la amistad es sencillo: si le resulto desagradable a alguien, me alejo sin aspavientos. Si alguien me resulta antipático, simplemente le evito. No estamos forzados a entablar amistad con quien no queremos. No viene al caso ser falso. Si no soy un amigo digno, ¿por qué no decirlo abiertamente?
En realidad no soy exigente con mis poquísimas amistades. Las acepto como son, tal y como ellos me aceptan con mi cúmulo de defectos. Pero creo que entre amigos no debe haber guiños de menosprecio o rechazo. Si bien a veces la convivencia llega a fastidiar, y la idiosincrasia de nuestros amigos nos resulta chocante, después de un tiempo todo vuelve a ser como antes y la amistad no sufre mella. Ni siquiera es resiliente sino que permanece intacta.
Pero hay que saber distinguir entre los gestos del malhumor pasajero y los que evidencian un desdén hacia nosotros. Éstos últimos no son muy notorios. De hecho, el desprecio se deja entrever en los detalles. Guiños que en su momento noté pero no consideré importantes. No los reseñaré aquí. Sólo quería hacer un comentario general y decir que más vale el examen posterior de los hechos que nunca darse cuenta de ellos.
Comportamientos que deberían parecer nimios, cobran mucha importancia debido a de quién provienen. En este caso, son de alguien que constantemente decía apreciarme incluso por encima del resto. Esta actitud resulta decepcionante de quien se presenta ante nosotros como amigo o dice querernos mucho. Tardé en darme cuenta de todo el bluff. Pero afortunadamente esta clase de eventos siempre pueden ser rectificados.
Llega un momento en que se debe dar por terminado un vínculo, porque "charlar y aclarar las cosas" sólo prolonga su deshonestidad.
domingo, 21 de agosto de 2011
Las calles que me esperan.

Por eso tengo ya mis rutas favoritas para recorrer a pie. Lugares relativamente cercanos a mi casa (estoy peleado con mi entorno) pero que se distinguen marcadamente de lo que se supone son mis rumbos y con los cuales debería estar familiarizado. Basta cruzar un puente para respirar un ambiente distinto.
Me gusta mucho recorrer esas calles, porque cada vez recojo cierta nostalgia. He tenido varios trabajos en esa colonia, y cuando paso por esos lugares me gusta ver qué ha cambiado, o si me encontraré casualmente con un antiguo compañero de trabajo. ¿Me reconocerían? Y si eso ocurriera, ¿me saludarían?
Odio esa indiscriminada construcción de condominios, que no solo alteran sino que además atentan contra el encanto que tienen mis calles. No hay terreno baldío que no sea utilizado para colocar un maldito condominio, lo que deteriora la estética (si se le puede llamar así) de la colonia.
Había una chica que vivía por ahí y me gustaba mucho. Tengo la fantasía de que tal vez en alguna ocasión coincida con ella. Me sentiría complacido si eso ocurriera. Pero temo que ya no soy el mismo, y quizá tenga la osadía de importunarla saludándola y preguntándole su nombre.
Recuerdo las primeras veces que me aventuré por esos rumbos. Me sentía como un invasor, alguien que no debería estar ahí. En efecto, no pertenezco a ese lugar; siempre he residido del otro lado del puente. Pero he establecido una extraña conexión con la colonia, conexión ausente con mi propio ambiente.
Después, con la guía de un amigo (cuyo padre había montado, años atrás, un negocio en esa área) profundicé en esas calles. Así me fui familiarizando cada vez más con ellas. Ya no era invasor sino explorador. Mis calles jamás me han producido tal interés. De hecho, me producen temor y rechazo.
Sí, lo he pensado bastante y lo tengo en mente siempre: en cuanto pueda, viviré allá. Aunque quizá es ese contraste el que le otorga a esa colonia su brillo. Y si me mudara a las calles que amo, se tornarían tan monótonas y hostiles como las que me rodean desde hace más de veinte años.
Esas caminatas, que para el ojo común serían un sinsentido, son para mi una terapia, un rito, una aventura. Hay cierto lugar que evito, donde se halla un establecimiento en que solía trabajar y abandoné. A cinco años de haber sido empleado ahí, me atemoriza un poco pasar por enfrente.
Hoy tengo el día libre. Quizá me dé una vuelta, por pura nostalgia.
viernes, 19 de agosto de 2011
Sin novedad al frente.
Me levanté cansado. A pesar de que ya no soy joven, insisto en conservar ciertos hábitos que me hacen daño. Pero amo esos momentos de exilio. Me proporcionan entretenimiento y calma. Pasar una noche en vela escribiendo o leyendo es alimentar el alma, restaurar el espíritu de las faenas del día. A veces me atemoriza un poco la idea de salir y enfrentar al mundo, pero vivo en él y debo jugar con sus reglas.
Sigo pensando en algunos incidentes recientes y el modo de repararlos. Creo que nada los compensa. Una sincera disculpa es lo que por el momento puedo ofrecer. No estoy seguro si lo hago para reparar el daño o por egoismo: no soporto el cargo de conciencia y quiero liberarme de él. En la calle voy formulando el modo de ofrecer mis disculpas. Tendré que saborear de nuevo lo amargo de mi error.
Esto no era lo que yo quería para mi. Me deleito en justificaciones como la falta de oportunidades debido al país en que vivo. No es que yo sea incapaz, es que el entorno sólo me permite empleos poco satisfactorios. Mis opciones se reducen en medida que mi edad aumenta. ¿Qué pensaría mi madre si me viera?
Hay algo que me devuelve cierta paz. Ya compré un poco de alimento para mi gato. No sé por qué, pero me preocupa más su hambre que la mía. Yo podría pasar uno o dos días de ayuno sin problema, pero no soporto que mi gato padezca tal rigor. Desde la mañana se encontraba inquieto.
Hace un mes que me dejé crecer la barba. Por fin tengo ese aspecto de ermitaño que en mi adolescencia deseé. Sé que es algo infantil pero me gusta pensar que esta barba ha endurecido mi semblante. Algunos me han preguntado si me encuentro deprimido o algo así. No contaba con que debía plantarme frente a mi entorno inmediato y darle razones de mi nuevo look.
Voy a conectarme un rato a Messenger. Espero no haya muchos contactos conectados. No me gusta bloquear o ignorar a nadie, y no soy muy hábil en las conversaciones múltiples. Siempre he preferido la charla selectiva, sólo así se puede profundizar en los temas. Saltar de una charla a otra sólo produce respuestas vacías para ganar tiempo, lo que es una falta de respeto y una actividad hueca.
Sigo pensando en algunos incidentes recientes y el modo de repararlos. Creo que nada los compensa. Una sincera disculpa es lo que por el momento puedo ofrecer. No estoy seguro si lo hago para reparar el daño o por egoismo: no soporto el cargo de conciencia y quiero liberarme de él. En la calle voy formulando el modo de ofrecer mis disculpas. Tendré que saborear de nuevo lo amargo de mi error.
Esto no era lo que yo quería para mi. Me deleito en justificaciones como la falta de oportunidades debido al país en que vivo. No es que yo sea incapaz, es que el entorno sólo me permite empleos poco satisfactorios. Mis opciones se reducen en medida que mi edad aumenta. ¿Qué pensaría mi madre si me viera?
Hay algo que me devuelve cierta paz. Ya compré un poco de alimento para mi gato. No sé por qué, pero me preocupa más su hambre que la mía. Yo podría pasar uno o dos días de ayuno sin problema, pero no soporto que mi gato padezca tal rigor. Desde la mañana se encontraba inquieto.
Hace un mes que me dejé crecer la barba. Por fin tengo ese aspecto de ermitaño que en mi adolescencia deseé. Sé que es algo infantil pero me gusta pensar que esta barba ha endurecido mi semblante. Algunos me han preguntado si me encuentro deprimido o algo así. No contaba con que debía plantarme frente a mi entorno inmediato y darle razones de mi nuevo look.
Voy a conectarme un rato a Messenger. Espero no haya muchos contactos conectados. No me gusta bloquear o ignorar a nadie, y no soy muy hábil en las conversaciones múltiples. Siempre he preferido la charla selectiva, sólo así se puede profundizar en los temas. Saltar de una charla a otra sólo produce respuestas vacías para ganar tiempo, lo que es una falta de respeto y una actividad hueca.
jueves, 18 de agosto de 2011
Un tipo mezquino.
En verdad que mi torpeza no tiene límites. Por querer darme cierta importancia, una vez más, hago sentir mal a alguien. A veces pienso que debería alejarme completamente de los más cercanos a mí, al menos por un tiempo.
Esas personas que toleran mi forma de ser. Quienes a pesar de mi torpeza y arrebatos de arrogancia (no sé de dónde provienen) siguen conmigo. Un día me quedaré completamente solo a menos que cambie mi actitud.
No me importa quedarme solo. Sería justo y bien merecido. Pero he de suavizar esas aristas en mi carácter, no por mí, sino por ellos. Gente de gran corazón que es víctima de mis arranques de inmadurez.
Mis intentos por darme mi lugar resultan equívocos y contraproducentes. Es como cuando uno quiere lucirse y queda expuesto como el más idiota. Definitivamente no es lo mío intentar hacerme notar. Los resultados son siempre penosos.
Llega a entristecerme lo miserable que puedo llegar a ser. Ojalá esas personas a quienes he hecho sentir mal no me dieran tanta importancia. Ojalá pudieran darse cuenta de mi poco valor.
Pero creo que me he precipitado a escribir sobre esto sin previa reflexión. En fin, mañana será otro día.
Esas personas que toleran mi forma de ser. Quienes a pesar de mi torpeza y arrebatos de arrogancia (no sé de dónde provienen) siguen conmigo. Un día me quedaré completamente solo a menos que cambie mi actitud.
No me importa quedarme solo. Sería justo y bien merecido. Pero he de suavizar esas aristas en mi carácter, no por mí, sino por ellos. Gente de gran corazón que es víctima de mis arranques de inmadurez.
Mis intentos por darme mi lugar resultan equívocos y contraproducentes. Es como cuando uno quiere lucirse y queda expuesto como el más idiota. Definitivamente no es lo mío intentar hacerme notar. Los resultados son siempre penosos.
Llega a entristecerme lo miserable que puedo llegar a ser. Ojalá esas personas a quienes he hecho sentir mal no me dieran tanta importancia. Ojalá pudieran darse cuenta de mi poco valor.
Pero creo que me he precipitado a escribir sobre esto sin previa reflexión. En fin, mañana será otro día.
lunes, 15 de agosto de 2011
La fuerza de las palabras.
Hace tiempo leí un libro llamado "Los Cuatro Acuerdos", de Miguel Ruiz. No opinaré si el libro es bueno o malo. Pero recuerdo uno de esos convenios, que era "Sé impecable con tus palabras".
Apenas estoy valorando esa frase. Me vino a la mente cuando, hace unas horas, una amiga me cuestionó sobre algo y yo le respondí de modo serio, pero quizá poco amable. En mi respuesta se podía entrever una actitud defensiva. Fue una nimiedad, pero creo que esas cosas que a veces nos parecen insignificantes llegan herir a otra persona.
No hay que ser demasiado inteligente para percibir cómo un pequeño diálogo se torna tenso a partir de la reacción de uno de los participantes. Intenté retomar el tono ameno de la charla mediante una broma tonta, pero mi amiga ya se había resentido. No debí responder como lo hice. Y no hubo modo de reparar el daño.
Lo peor es que a partir de eso tomará su distancia, al descubrir que no soy tolerante a ciertas cuestiones. He de admitir que su pregunta me hizo mella. Sentí que encerraba ciertas implicaciones sobre mí que no me gustaron, y como respuesta generalicé sobre la gente que prejuzga, lo que ella interpretó como indirecta... y no se equivocó.
Curiosamente, justo ayer hablábamos sobre aquellos que no abren la boca mas que para dañar o lastimar. Siempre he estado en contra de quienes se expresan negativamente, con saña. Otros intentan "elevar" eso a categoría de sarcasmo y resultan peores, más incisivos, como intentando demostrar su dominio del lenguaje y su capacidad de ironizar a expensas de terceros.
Sé que el tema no es nuevo, pero no deja de sorprenderme. Incluso aquí, en Internet, abundan esos comportamientos. Basta entrar a una sala de chat para comprobar que el 90% de las charlas (si se les puede llamar así) están compuestas de ataques personales. En You Tube hay registrados miles de ejemplos similares en los comentarios.
Resulta preocupante que, esto que ahora llaman "cyberbullying" (qué termino más rebuscado) no sea sólo incidental, sino algo metódicamente aplicado. Los hay quienes se dedican, sistemáticamente, a neutralizar a otra persona. Si bien el daño no es físico, y el blanco es la "identidad digital", esos ataques constituyen un agravio real a quien se le dirigen.
Peor que algo metódico y planeado, es que se convierta en una especie de "entretenimiento". En Facebook he encontrado páginas dedicadas a hacer escarnio de otros usuarios mediante sus fotos. Muchos usuarios encuentran cierto placer en ello, lo que me resulta inexplicable. Para colmo sienten ejercitar su "talento" en ridiculizar a quienes no conocen.
Claro, el efecto de esos comentarios depende de la seguridad que uno tenga en sí mismo. Si uno es inseguro, le afectará mucho. Si nuestro aplomo está bien cimentado, el efecto será nulo. Si uno se encuentra en el punto medio (como es mi caso), el efecto será incierto. También hay que saber distinguir entre el cuestionamiento inocente y el comentario francamente malintencionado.
Volviendo al diálogo con mi amiga, posteriormente comprendí que su pregunta era sincera. En este caso, el tono de mi respuesta estuvo injustificado: fue producto de mi inseguridad. Ésta me traicionó ante lo que interpreté como un posible juicio contra mi. Analizando mi respuesta, aunque en parte era acertada, tenía cierta connotación negativa. Me doy cuenta que no se requieren términos ofensivos para ser hostil.
Creo que vale la pena indagar un poco sobre nuestras debilidades y el modo en que las proyectamos. Tenemos que descubrir el poder de nuestras palabras, y usarlo para bien. Creo que usarlo para lastimar es síntoma de estupidez, cobardía e inferioridad. Claro que a veces hay que ser parco o severo, pero eso es distinto a ser perverso.
Por mientras, existe un daño que debo enmendar.
Apenas estoy valorando esa frase. Me vino a la mente cuando, hace unas horas, una amiga me cuestionó sobre algo y yo le respondí de modo serio, pero quizá poco amable. En mi respuesta se podía entrever una actitud defensiva. Fue una nimiedad, pero creo que esas cosas que a veces nos parecen insignificantes llegan herir a otra persona.
No hay que ser demasiado inteligente para percibir cómo un pequeño diálogo se torna tenso a partir de la reacción de uno de los participantes. Intenté retomar el tono ameno de la charla mediante una broma tonta, pero mi amiga ya se había resentido. No debí responder como lo hice. Y no hubo modo de reparar el daño.
Lo peor es que a partir de eso tomará su distancia, al descubrir que no soy tolerante a ciertas cuestiones. He de admitir que su pregunta me hizo mella. Sentí que encerraba ciertas implicaciones sobre mí que no me gustaron, y como respuesta generalicé sobre la gente que prejuzga, lo que ella interpretó como indirecta... y no se equivocó.
Curiosamente, justo ayer hablábamos sobre aquellos que no abren la boca mas que para dañar o lastimar. Siempre he estado en contra de quienes se expresan negativamente, con saña. Otros intentan "elevar" eso a categoría de sarcasmo y resultan peores, más incisivos, como intentando demostrar su dominio del lenguaje y su capacidad de ironizar a expensas de terceros.
Sé que el tema no es nuevo, pero no deja de sorprenderme. Incluso aquí, en Internet, abundan esos comportamientos. Basta entrar a una sala de chat para comprobar que el 90% de las charlas (si se les puede llamar así) están compuestas de ataques personales. En You Tube hay registrados miles de ejemplos similares en los comentarios.
Resulta preocupante que, esto que ahora llaman "cyberbullying" (qué termino más rebuscado) no sea sólo incidental, sino algo metódicamente aplicado. Los hay quienes se dedican, sistemáticamente, a neutralizar a otra persona. Si bien el daño no es físico, y el blanco es la "identidad digital", esos ataques constituyen un agravio real a quien se le dirigen.
Peor que algo metódico y planeado, es que se convierta en una especie de "entretenimiento". En Facebook he encontrado páginas dedicadas a hacer escarnio de otros usuarios mediante sus fotos. Muchos usuarios encuentran cierto placer en ello, lo que me resulta inexplicable. Para colmo sienten ejercitar su "talento" en ridiculizar a quienes no conocen.
Claro, el efecto de esos comentarios depende de la seguridad que uno tenga en sí mismo. Si uno es inseguro, le afectará mucho. Si nuestro aplomo está bien cimentado, el efecto será nulo. Si uno se encuentra en el punto medio (como es mi caso), el efecto será incierto. También hay que saber distinguir entre el cuestionamiento inocente y el comentario francamente malintencionado.
Volviendo al diálogo con mi amiga, posteriormente comprendí que su pregunta era sincera. En este caso, el tono de mi respuesta estuvo injustificado: fue producto de mi inseguridad. Ésta me traicionó ante lo que interpreté como un posible juicio contra mi. Analizando mi respuesta, aunque en parte era acertada, tenía cierta connotación negativa. Me doy cuenta que no se requieren términos ofensivos para ser hostil.
Creo que vale la pena indagar un poco sobre nuestras debilidades y el modo en que las proyectamos. Tenemos que descubrir el poder de nuestras palabras, y usarlo para bien. Creo que usarlo para lastimar es síntoma de estupidez, cobardía e inferioridad. Claro que a veces hay que ser parco o severo, pero eso es distinto a ser perverso.
Por mientras, existe un daño que debo enmendar.
viernes, 12 de agosto de 2011
Crónica de una preocupación vana.
— Jueves, 4 de Agosto del 2011.
Estoy inquieto. La Señorita «Y» se encuentra en Ciudad Juarez por negocios. Hace más de un mes me dijo que pensaba irse a vivir fuera de la Ciudad... lejos. Sus planes cambiaron y decidió quedarse, pero sí realizaría ese viaje a Ciudad Juarez. Le dije que se mantuviera en comunicación constante, escribiendo en Facebook (por fin le encuentro sentido real a las redes sociales) a través de su Blackberry. Salió ayer a las 4 de la mañana.
Y de nuevo, me he quedado sin Internet. Me frustra la fragilidad de la comunicación. Que el espectro de nuestro vínculo se reduzca a algo llamado «sitio web» y que éste no me sea accesible, me hace sentir estúpido. Mi preocupación se veía reducida al accesar a su muro y ver sus comentarios. Todavía en la tarde alcancé a ver un par de fotos de su viaje. No me queda mas que limitarme a la expectativa: espero que todo resulte bien y regrese pronto.
Afortunadamente no va sola, pero se me antojaban ideas quizá un tanto ilusas. Se me ocurrió intentar persuadirla a que desistiera de hacer ese viaje. Otra idea, más realista, la de ir con ella. Ambas quedaron en fantasías que ya no vienen al caso. El presente es lo importante. Y no puedo evitar pensar en los peligros reales a los que se ha expuesto al viajar allá. Peligros que nos rebasan, que no podemos enfrentar con razonamientos.
Ciudad Juarez es considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo. Ubicada en la frontera México/Estados Unidos, es la línea de guerra entre narcotraficantes. Todo tipo de crímenes se dan ahí. Secuestros, asesinatos, gente que desaparece. Tiene el índice más alto de feminicidios, alrededor de 4000. Las «autoridades» no enfrentan el problema. Por el contrario, son pasivas o peor aún, partícipes de lo que ahí ocurre. Un asalto común es lo de menos.
Ella se encuentra allá y yo no puedo hacer nada. Y aún si estuviera con ella... ¿qué podría hacer yo en caso de que alguna adversidad nos alcanzara? Ningún razonamiento penetra en un ser sin conciencia ni alma; en cambio un ser pensante es completamente vulnerable ante una persona cuyo poder reside en un arma. Eso destruye la idea romántica de que uno tiene control sobre su vida. La realidad es que mucho no depende de nosotros, menos en este país donde la inconsciencia manda.
Es vano angustiarse con ideas inservibles. Mañana me comunicaré por ella por teléfono. Y sólo resta esperar, con calma y paciencia, su regreso. Es todo lo que tengo.
PD: aunque no tengo conexión a Internet estoy sentado frente a la computadora, escuchando algunos audios de un programa nocturno sobre «conciencia» que solía escuchar. No está mal para despejar la mente un poco.
— Viernes, 5 de Agosto del 2011.
Mi mayor preocupación es la incomunicación en que me encuentro. Se me hizo un poco desesperante, así que en la tarde me vestí y decidí salir a caminar. Me hacía falta estirar las piernas un poco. Aproveché para recorrer esas calles que tanto me gustan y depositar saldo a mi número. No lo suficiente para hacer una llamada, pero si para enviar constantes mensajes cortos a la Señorita «Y» en lo que vuelvo a tener Internet.
La quiero mucho, la extraño. Espero que lea el par de mensajes que le he enviado y pueda responderme, aunque sea con un mensaje corto; solo eso y me sentiré tranquilo. Me preocupa no saber de ella...
— Lunes, 8 de Agosto del 2011.
Parte 1.
En verdad que estar incomunicado produce una sensación de aislamiento. No me había dado cuenta de la influencia de los medios electrónicos en mi psique. De repente me había servido de este medio para llenar muchos huecos, incluso percibo un grado de adicción. Tengo ya la necesidad de estar enterado de todo un poco, de recibir cierta dosis de información, de saber qué hacen mis amigos o personas por las que siento cariño.
No me gustan los establecimientos públicos de Internet. Además de que me parecen inseguros, no hay intimidad. Aborrezco el ojo ajeno, intrusivo con los asuntos que no le conciernen. Pero creo que mi necesidad de saber de la señorita «Y» (que no ha respondido mis mensajes de teléfono) me obligará a pisar uno de esos locales. Como la desesperación que me sacó de casa el Viernes pasado a depositar crédito en mi teléfono.
Pero es la 1 AM. Creo que es momento de descansar y dejar de pensar tanto. Mis pensamientos en nada ayudan a «Y», ni a mi.
Parte 2.
9:40 PM. Siempre he sido fatalista... al menos desde que descubrí el aspecto crudo de la vida. Ahora vivo con temor a las sorpresas negativas. Ya me ha sucedido varias veces que, cuando bajo la guardia y comienzo a disfrutar de las cosas, la vida me sorprende con algún hecho desagradable. Pero también me ha pasado lo contrario. Cuando predigo lo peor, todo resulta inesperadamente bien.
La incertidumbre es tierra fértil para el negativismo. Cuando no sé sobre alguien comienzo a tener un «mal presentimiento». Desde que no tengo noticias de la Señorita «Y», me invaden pensamientos trágicos. Cuando logre comunicarme con ella, y me informe del éxito en sus planes, me alegraré de poder reprenderla a modo de juego por no reportarse conmigo y de saber que todas mis preocupaciones fueron vanas.
Tengo otros problemas encima, pero no son nada comparados con la inquietud que me produce su bienestar.
— Miércoles, 10 de Agosto del 2011.
Es oficial: tengo una incapacidad extraordinaria para aplazar soluciones. 8 días sin Internet. La ansiedad de estar «desconectado» comienza a ser más llevadera. Será la costumbre de aceptar contrarios. O esa manía de aceptar pasivamente condiciones que me molestan.
Ocho mensajes y ninguna respuesta... eso sí me preocupa. E inmerso en un período aciago que me impide pagar una simple llamada. Soluciones que no se generan ni para los problemas más sencillos. El destino de un hombre que piensa mucho y actúa poco.
Releyendo algunas viejas conversaciones para compensar su ausencia y el no saber de ella. Hace años, en momentos de gran desesperación, al punto de sentirme abandonado, sentí la tentación de orar. Esa declaración de impotencia total, recurso del que ha llegado a su límite.
Hoy tengo una sensación similar. En mi interior surge un pequeño ruego hacia ti: señorita «Y», ojalá te comunicaras conmigo. Un mensaje breve cuando menos. Un simple «Hola, estoy bien» bastaría. Tres palabras que colocarían todo en su lugar. No pido más.
Entretanto, paciencia. Esa insípida paciencia.
— Viernes, 12 de Agosto del 2011.
Ya tengo Internet. Ella regresó a casa el Sábado 6 de Agosto en la noche. Todos los mensajes que le envié se perdieron en el limbo de su chip en desuso. No quiso proporcionarme su nuevo número. Tampoco me envió un mensaje por ningún medio para informarme de su regreso.
Su viaje fue todo un éxito.
Estoy inquieto. La Señorita «Y» se encuentra en Ciudad Juarez por negocios. Hace más de un mes me dijo que pensaba irse a vivir fuera de la Ciudad... lejos. Sus planes cambiaron y decidió quedarse, pero sí realizaría ese viaje a Ciudad Juarez. Le dije que se mantuviera en comunicación constante, escribiendo en Facebook (por fin le encuentro sentido real a las redes sociales) a través de su Blackberry. Salió ayer a las 4 de la mañana.
Y de nuevo, me he quedado sin Internet. Me frustra la fragilidad de la comunicación. Que el espectro de nuestro vínculo se reduzca a algo llamado «sitio web» y que éste no me sea accesible, me hace sentir estúpido. Mi preocupación se veía reducida al accesar a su muro y ver sus comentarios. Todavía en la tarde alcancé a ver un par de fotos de su viaje. No me queda mas que limitarme a la expectativa: espero que todo resulte bien y regrese pronto.
Afortunadamente no va sola, pero se me antojaban ideas quizá un tanto ilusas. Se me ocurrió intentar persuadirla a que desistiera de hacer ese viaje. Otra idea, más realista, la de ir con ella. Ambas quedaron en fantasías que ya no vienen al caso. El presente es lo importante. Y no puedo evitar pensar en los peligros reales a los que se ha expuesto al viajar allá. Peligros que nos rebasan, que no podemos enfrentar con razonamientos.
Ciudad Juarez es considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo. Ubicada en la frontera México/Estados Unidos, es la línea de guerra entre narcotraficantes. Todo tipo de crímenes se dan ahí. Secuestros, asesinatos, gente que desaparece. Tiene el índice más alto de feminicidios, alrededor de 4000. Las «autoridades» no enfrentan el problema. Por el contrario, son pasivas o peor aún, partícipes de lo que ahí ocurre. Un asalto común es lo de menos.
Ella se encuentra allá y yo no puedo hacer nada. Y aún si estuviera con ella... ¿qué podría hacer yo en caso de que alguna adversidad nos alcanzara? Ningún razonamiento penetra en un ser sin conciencia ni alma; en cambio un ser pensante es completamente vulnerable ante una persona cuyo poder reside en un arma. Eso destruye la idea romántica de que uno tiene control sobre su vida. La realidad es que mucho no depende de nosotros, menos en este país donde la inconsciencia manda.
Es vano angustiarse con ideas inservibles. Mañana me comunicaré por ella por teléfono. Y sólo resta esperar, con calma y paciencia, su regreso. Es todo lo que tengo.
PD: aunque no tengo conexión a Internet estoy sentado frente a la computadora, escuchando algunos audios de un programa nocturno sobre «conciencia» que solía escuchar. No está mal para despejar la mente un poco.
— Viernes, 5 de Agosto del 2011.
Mi mayor preocupación es la incomunicación en que me encuentro. Se me hizo un poco desesperante, así que en la tarde me vestí y decidí salir a caminar. Me hacía falta estirar las piernas un poco. Aproveché para recorrer esas calles que tanto me gustan y depositar saldo a mi número. No lo suficiente para hacer una llamada, pero si para enviar constantes mensajes cortos a la Señorita «Y» en lo que vuelvo a tener Internet.
La quiero mucho, la extraño. Espero que lea el par de mensajes que le he enviado y pueda responderme, aunque sea con un mensaje corto; solo eso y me sentiré tranquilo. Me preocupa no saber de ella...
— Lunes, 8 de Agosto del 2011.
Parte 1.
En verdad que estar incomunicado produce una sensación de aislamiento. No me había dado cuenta de la influencia de los medios electrónicos en mi psique. De repente me había servido de este medio para llenar muchos huecos, incluso percibo un grado de adicción. Tengo ya la necesidad de estar enterado de todo un poco, de recibir cierta dosis de información, de saber qué hacen mis amigos o personas por las que siento cariño.
No me gustan los establecimientos públicos de Internet. Además de que me parecen inseguros, no hay intimidad. Aborrezco el ojo ajeno, intrusivo con los asuntos que no le conciernen. Pero creo que mi necesidad de saber de la señorita «Y» (que no ha respondido mis mensajes de teléfono) me obligará a pisar uno de esos locales. Como la desesperación que me sacó de casa el Viernes pasado a depositar crédito en mi teléfono.
Pero es la 1 AM. Creo que es momento de descansar y dejar de pensar tanto. Mis pensamientos en nada ayudan a «Y», ni a mi.
Parte 2.
9:40 PM. Siempre he sido fatalista... al menos desde que descubrí el aspecto crudo de la vida. Ahora vivo con temor a las sorpresas negativas. Ya me ha sucedido varias veces que, cuando bajo la guardia y comienzo a disfrutar de las cosas, la vida me sorprende con algún hecho desagradable. Pero también me ha pasado lo contrario. Cuando predigo lo peor, todo resulta inesperadamente bien.
La incertidumbre es tierra fértil para el negativismo. Cuando no sé sobre alguien comienzo a tener un «mal presentimiento». Desde que no tengo noticias de la Señorita «Y», me invaden pensamientos trágicos. Cuando logre comunicarme con ella, y me informe del éxito en sus planes, me alegraré de poder reprenderla a modo de juego por no reportarse conmigo y de saber que todas mis preocupaciones fueron vanas.
Tengo otros problemas encima, pero no son nada comparados con la inquietud que me produce su bienestar.
— Miércoles, 10 de Agosto del 2011.
Es oficial: tengo una incapacidad extraordinaria para aplazar soluciones. 8 días sin Internet. La ansiedad de estar «desconectado» comienza a ser más llevadera. Será la costumbre de aceptar contrarios. O esa manía de aceptar pasivamente condiciones que me molestan.
Ocho mensajes y ninguna respuesta... eso sí me preocupa. E inmerso en un período aciago que me impide pagar una simple llamada. Soluciones que no se generan ni para los problemas más sencillos. El destino de un hombre que piensa mucho y actúa poco.
Releyendo algunas viejas conversaciones para compensar su ausencia y el no saber de ella. Hace años, en momentos de gran desesperación, al punto de sentirme abandonado, sentí la tentación de orar. Esa declaración de impotencia total, recurso del que ha llegado a su límite.
Hoy tengo una sensación similar. En mi interior surge un pequeño ruego hacia ti: señorita «Y», ojalá te comunicaras conmigo. Un mensaje breve cuando menos. Un simple «Hola, estoy bien» bastaría. Tres palabras que colocarían todo en su lugar. No pido más.
Entretanto, paciencia. Esa insípida paciencia.
— Viernes, 12 de Agosto del 2011.
Ya tengo Internet. Ella regresó a casa el Sábado 6 de Agosto en la noche. Todos los mensajes que le envié se perdieron en el limbo de su chip en desuso. No quiso proporcionarme su nuevo número. Tampoco me envió un mensaje por ningún medio para informarme de su regreso.
Su viaje fue todo un éxito.

jueves, 11 de agosto de 2011
Así se entretiene un ermitaño.
"El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización". Bertrand Russell.
Lectura: en la madrugada leí un cuento corto, «El Extranjero» de Albert Camus. Bastante surrealista. La narativa inicial es semejante a un diario, en que el personaje da cuenta de los eventos que atraviesa. Registra un evento tras otro, casi mecánicamente. Vive, pero no está ahí. Trabaja, tiene amigos, pareja, pero todo le es indiferente (incluso la muerte). Así va por la vida, con una frialdad que asusta. Temo que en momentos, yo mismo he llegado a ser así. Ahora estoy por releer "El Hombre Mediocre", de José Ingenieros.
Ejercicio: estos últimos días he suspendido mi rutina. A pesar de tener ya 32 años confío en la capacidad de recuperación de mi cuerpo. Se dice que el cuerpo tiene memoria, y «recuerda» los esfuerzos anteriores. Responde siempre que lo presiono. He pasado semanas de sedentarismo, pero bastan 3 días de entrenamiento para que el cuerpo retome su ritmo. Sin embargo, últimamente he debido reducir mi dieta, y por ende ahorrar energía física. Sin mencionar ese extraño agotamiento en días recientes.
Música: tengo bastantes piezas en esta computadora. No me canso de escuchar a Clannad o Mozart. Es la música que me suele acompañar mientras escribo. En realidad escucho casi de todo, pero prefiero aquello que tienda a lo armónico; esto excluye todo tipo de sonido para sub-humanos, como reggaetón, corridos, hip-hop, norteña y demás inmundicias. Aunque también gusto de escuchar estilos que exaltan, como metal épico (Rhapsody of Fire) y sinfónico (Nightwish). Mi límite de lo «pesado», Cradle of Filth.
Dibujo: dejar de dibujar crea cierta enemistad con el papel. La inspiración también se aleja. Retomar esta actividad se me antoja a volver como traidor a un lugar donde se era querido, y uno debe hacer méritos para obtener el indulto. Hasta que el papel no nos cause temor y la inspiración vuelva a abrazarnos a fuerza de empeño y constante práctica. Me he estancado en mi estilo, y me atrevería a decir que mi trazo no ha mejorado en los últimos 5 o 6 años.
Meditación: con esta palabra me refiero a todo trabajo interno. Afortunadamente mi ritmo de vida es tal, que me permite darme un tiempo cada día para observar y corregir mis pensamientos. No busco encerrarme en mi mundo interno. Por el contrario, busco expandir mi conciencia tanto externa como internamente, y percibir cada vez más elementos de ambos mundos con precisión y detalle. Modificando y perfeccionando también, mi modo de sentir y pensar, lo cual NO se refleja en nada de lo que escribo.

domingo, 7 de agosto de 2011
"¡A darle átomos!"
Ayer en la noche, como a eso de las 10 PM, hice algunos estiramientos, alcé esas mancuernas y ejecuté una pequeña rutina. Amo ese dolor que despierta el cuerpo. Y debo decirlo: me alegra darme cuenta que, a pesar de haber abandonado la rutina un tiempo, no he perdido condición. Incluso antier que salí a caminar me puse a prueba, y encontré que no pierdo el ritmo. No me permito caminar lento y recorro siempre la misma despiadada distancia sin problema. Me encanta ese dolor posterior a un gran esfuerzo. Realmente lo necesitaba.
No tendré condición a nivel de atleta, pero vamos, que este cuerpo de 32 años aún se defiende. Todavía hace un par de meses me tomé una foto y la verdad no tenía tan mal aspecto. Creo que lo que me ha beneficiado enormemente es la falta de vicios: no fumar, no tomar, no drogas. Mis únicos vicios (que perjudiciales pero no tanto como aquellos) son el café negro y trasnochar. Pero, ¡qué rayos! Esas noches valen la pena.
Sí, es muy extraño el horario para eso, pero debía despejarme un poco. Llevaba horas leyendo.
Así se forja un guerrero, ¿o no?
sábado, 6 de agosto de 2011
Día cero.
El día de hoy no redituó mucho. Sin embargo intento aprovechar el tiempo libre leyendo. Otra vez los libros. Varias cosas, muchas de ellas circunstanciales y otras voluntarias me estrechan a este «pasatiempo» (no me gusta el término; siento que le resta seriedad).
En primer lugar, la costumbre. Tiempo atrás debí renunciar a muchas cosas y las fui compensando con lectura. Gran recurso, accesible y que no requiere mucho, ha absorbido la mayor parte de mi tiempo libre. En segundo lugar, el compromiso personal de mantener mi cerebro estimulado. Forma parte de mi vago e indefinido sentido de vida, que apunta a superarme de algún modo.
En tercer lugar, debo admitirlo, leer es una especie de «fuga», un modo de despreciar el mundo material y darle preferencia al mundo de las ideas. El mundo tiene problemas que no puedo resolver, y las ideas me reconfortan de las frustraciones que el entorno impone.
Existe la idea de que la lectura constante lo convierte a uno, automáticamente, en alguien culto o inteligente. Personalmente he podido comprobar que no es así. Quizá mis conceptos se han ampliado un poco, pero eso no me ha hecho mejor. Lo cual contradice mi propósito, pues la adquisición de conocimiento no garantiza un crecimiento interno. La ganancia real consiste en que, si no he logrado superarme, al menos no me he permitido decrecer... quiero pensar que es así.
Recuerdo periodos en que me sentía internamente pletórico, ensanchado. Me encuentro ahora, de algún modo, obstruido, incapaz de elevar mi entendimiento como lo hice alguna vez. Me imagino que algo así debe sentir el pugilista retirado que, sentado en un sillón, recuerda sus pasados días de gloria, pero tiene que seguir adelante porque «la vida continúa». Ya no se tiene la fortaleza de antes, ya se encuentra uno «quemado». Pero hay que seguir viviendo.
Es un poco decepcionante, por fin, haber al menos vislumbrado un propósito genuino y no poder llevarlo a cabo. Pero creo que mejor me detengo. Ya hizo presa de mi esa tendencia al pesimismo.

Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Entradas más leídas
-
Ignoro quién sea su autor pero esta imagen (o texto sobre fondo negro) resume la actitud que a veces estamos obligados a asumir. Sop...
-
I. Estoy en mi cuarto, escribiendo naderías en un viejo cuaderno en espera de que la batería del celular se haya recargado al 100%. Es un ...
-
Desde abril se han ido postergando los trámites y audiencias que ya tendrían que haber ocurrido para inicios de este octubre. El abogado pre...
-
Esta entrada es una apostilla a la anterior. Quiero aclarar que mi catarsis no proviene directamente de la enfermedad que consum...
-
Por puro ocio se me ocurrió teclear en la búsqueda de FB mis propios apellidos. El buscador de esa red social muestra resultados variados de...